Del estado de sueño a la conciencia plena
“El mayor misterio de la ciencia es la naturaleza de la conciencia. No es que tengamos teorías imperfectas de la conciencia humana; simplemente no tenemos teorías en absoluto. Todo lo que sabemos de la conciencia tiene que ver con la cabeza, más que con el pie”.
Nick Herbert (1936) – Físico
En el último tercio del siglo pasado, y con la aparición de la cuarta fuerza en psicología, la llamada Psicología Transpersonal, los estados de conciencia han sido analizados bajo un enfoque totalmente diferente al que impusieron en sus inicios los conceptos patológicos en los que se centraron todos los estudios psicológicos desde el descubrimiento del inconsciente por Sigmund Freud hasta el pasado siglo.
La conciencia alterada ya no es estudiada únicamente como un fenómeno patológico, una enfermedad de la persona que hay que corregir, sino que existen estados luminosos de conciencia que a lo largo de la historia han experimentado grandes personajes y que nada tenían de distorsión mental o patológica debido al nivel de conciencia que todos ellos tenían, muy superior a la media de la humanidad actual.
Los estados de éxtasis, trance o conciencia alterada de los santos occidentales, los gurús hindúes o budistas, los grandes maestros espirituales, los avatares y fundadores de religiones, etc., son prueba más que manifiesta de que la conciencia pasa por una evolución y que no debemos confundir niveles de conciencia con estados de conciencia.
A ello dedicaremos un próximo estudio, pero lo que hoy nos corresponde analizar son las fases por las que transcurre la conciencia del ser humano mientras se produce su evolución psíquica y biológica, mientras avanza en el desarrollo de sus cualidades y capacidades interiores que lo llevan a niveles superiores de conciencia como de los que hemos hablado.
Porque la conciencia, al igual que la mente y el alma humana, progresan, evolucionan, se transforman y alcanzan cada vez grados superiores que la capacitan para nuevas realizaciones y proyectos de orden superior, plenamente capaces de llevarse a cabo. En la misma medida el ser humano, en su aspecto trascendente y espiritual, no tiene límite alguno a sus realizaciones en consonancia con las leyes superiores del universo que rigen la vida y el adelanto del alma hasta llegar a Dios.
En esta clave evolutiva desarrollamos a continuación una clasificación que será fácil de entender porque refleja la condición variada de los espíritus que pueblan este planeta imperfecto moralmente como es la Tierra. Aquí estamos todos mezclados, unos más atrasados, otros más adelantados, y todo ello se proyecta nítidamente en las fases de conciencia en la que cada uno de nosotros sentimos y vivimos en función de nuestro grado de adelanto.
A pesar del desconocimiento mayúsculo por parte de la ciencia convencional sobre la naturaleza de la conciencia, como se afirma en la frase que encabeza este texto, sí es posible conocer algunas expresiones de la misma. Tomando como referencia los estudios de “inducción de estados de conciencia” del bioquímico Robert Del Ropp y teniendo como base los paradigmas formulados por George Gurdjieff, en líneas generales se pueden clasificar en cinco las fases por las que pasa la conciencia, desde el primitivismo absoluto hasta la reintegración con la Conciencia Superior o Pensamiento Cósmico. Pasemos a detallarlas.
1ª FASE: Conciencia de Sueño sin Sueño
Esta es la etapa más primitiva de la persona en relación a su nivel de conciencia, donde el ser humano sólo piensa en comer, dormir, reproducirse y atender los placeres sensoriales. Nada más le interesa, porque el individuo no tiene conciencia de los valores latentes que lleva su alma inmortal. Es un estado de sueño en referencia al alma, que la dinámica de la evolución a través de las reencarnaciones le hará despertar en la percepción de su propia conciencia.
2ª FASE: Conciencia de Sueño con Sueño
Esta segunda fase se caracteriza en las personas en las que a través del sueño se produce una mayor relación entre el consciente y el inconsciente. Todavía se encuentra dominado por sus instintos y pulsiones físicas, aunque comienza a despertarse en él la capacidad de distinguir el bien del mal. Aquí experimenta la importante influencia de las creencias, donde al trasgredir las normas le ayudan a reflexionar al respecto de si sus acciones son correctas o no. Esto último lo diferencia de la fase anterior, donde no existía ningún tipo de reflexión acerca de sus propios actos.
3ª FASE: Conciencia de Sueño Acordado
Es la fase importante en la que se encuentran una gran cantidad de las personas que habitan el planeta. El individuo se percata de dos cosas; en primer lugar toma conciencia de su realidad inmortal (trascendencia), independientemente de la religión o creencia que tenga. Y en segundo lugar se da cuenta de que posee unos valores y cualidades internas que puede y debe desarrollar. Esto le conduce a identificarse con todo lo que le sucede. Al llegar a esta conclusión comprende la importancia de la voluntad personal para progresar, tanto intelectual como espiritualmente. Y a partir de aquí ya podrá adquirir la autoconciencia personal, que dependerá del dominio que tenga sobre sí mismo (pensamientos, sentimientos, deseos, etc.).
4ª FASE: Trascendencia del Yo
Después de la etapa de identificación personal y el dominio sobre uno mismo llega el proceso opuesto: la des-identificación personal para priorizar lo colectivo, la entrega a un ideal, a una meta, a una causa mayor que él mismo, en la que pueda ser útil a su prójimo mucho más allá de la satisfacción de su propio egoísmo. Aquellos que llegan a este estado suelen ser ejemplos para las humanidades: Gandhi, Mandela, etc., todos demostraron que existen fuerzas capaces de movilizar grandes masas humanas en torno a ideales nobles que benefician al género humano.
5ª FASE: Conciencia Cósmica
Y por último llegamos a una fase que muy pocos alcanzan en este planeta: la identificación plena con la Conciencia Cósmica, con los ideales superiores de la Vida cuya energía e impulso fluyen desde las elevadas esferas superiores habitadas por los seres reintegrados en Dios; aquellos constructores de mundos que vibran en el amor divino e interpretan su pensamiento, para seguir trabajando y colaborando en la creación perpetua que la Causa Primera y Fuerza Creadora del Universo impulsa y alienta.
El ejemplo perfecto de esta última fase de conciencia integrada en el pensamiento divino es Jesús. El maestro de Galilea que afirmaba “Yo y el Padre somos Uno”. Frase erróneamente interpretada por las religiones al afirmar que Jesús decía que era Dios. A lo que el Rabí de Galilea hacía referencia era al hecho de que su propia conciencia estaba vinculada a la conciencia cósmica, al haber superado todas las etapas evolutivas anteriores.
La Ley de Dios se encuentra inscrita en la conciencia del ser humano, tal y como le confirmaron a Kardec en el ít. 621 de El Libro de los Espíritus. Bajo esta premisa es muy fácil de entender que la conciencia evoluciona, progresa, conforme al adelanto del propio ser inmortal, en un proceso de lapidación de los impulsos y tendencias negativas acumuladas por las experiencias del pasado, mientras se van despertando los valores superiores que duermen latentes (como una semilla) en la profundidad del alma humana.
Fases de la conciencia por: Antonio Lledó
©2023, Amor, Paz y Caridad