La vida es un cáscara de nuez
que se quiebra en las manos del destino,
cuando la interpretamos al revés
y no sabemos ver su fin divino.
Es una burbuja de esperanza
a la que el hombre se aferra sin piedad,
sin tener en si mismo confianza
e ignorando su propia realidad.
Y es uva mascarada incomprensible
donde todos vivimos disfrazados,
tratando de ocultar lo más posible
de nuestros corazones los pecados.
Cada cual la interpreta a su manera,
la vive según piensa o le convenga,
bien mirando hacia dentro o hacia afuera,
según la comprensión que de ella tenga.
Porque la Vida en si, no es una cosa
que pueda definirse fácilmente,
pues a más de ser triste y dolorosa
es una interrogante permanente.
Para la mayoría es una escuela
de simple aprendizaje temporal,
donde el genio del hombre se revela
sin mayor transcendencia espiritual.
Sólo una minoría respetable
se esfuerza por hallarle explicación,
trata de descifrar lo indescifrable
por medio del estudio y la investigación.
A través de la ciencia espiritual
se remonta del cielo al infinito,
demostrando que el alma es inmortal,
Que todo lo que muere se transforma,
permanece en esencia pura y viva
y no deja de ser más que en la forma,
en una mutación evolutiva.
Reconoce del bien la luz divina,
la fuerza creadora del amor,
que todo lo genera y lo origina
al ser emanación del Creador.
Y de esa respetable minoría,
destaca de Kardec el genio altruista
Que la ciencia oficial es impotente
¡Bendito Allan Kardec, bendito seas
por tu ingente labor espiritual
¡Bendito entre los sabios de la Tierra!,
¡Benditos los apóstoles del Bien
que saben de Jesús seguir las huellas
y por la Humanidad luchan támbién
Ellos son los baluartes del progréso,