Las actuales circunstancias que rodean al hombre de nuestros días tienden a facilitarle sobremanera su estancia en la tierra, cada día son más las comodidades que se pueden adquirir y disfrutar, y paradójicamente una gran parte de nuestra sociedad considera este
hecho como un fin, más que como un medio para obtener otra serie de objetivos más elevados y transcendentes.
hecho como un fin, más que como un medio para obtener otra serie de objetivos más elevados y transcendentes.
Podemos apreciar así que, generalmente, se lucha sin descanso por ganar puestos y aptitudes que nos permitan conseguir con más facilidad esas facetas materiales que tanto se valoran, y poder satisfacer así nuestros gustos e intereses materiales, sin reparar que muchas de esas supuestas necesidades son totalmente superfluas y nos las creamos nosotros mismos en un afán de posesión y consumismo, en la creencia de que así alcanzaremos mayor felicidad.
Olvidamos que nuestra envoltura corporal alberga algo más que materia, pasamos por alto que nuestro espíritu necesita evolucionar y que nuestros valores espirituales piden a gritos que se les preste algo de atención y comencemos a fomentarlos en nuestras relaciones y trato humano.
Vamos perdiendo, paulatinamente, nuestro precioso tiempo en una lucha por la supremacía egoísta y material que raya en lo absurdo, preferimos dedicar nuestras horas en adquirir mayor disposición económica y satisfacer nuestros caprichos antes que en conceder algo más de atención a nuestros hijos, familia y amistades. Somos partidarios de malgastar nuestros días en forjarnos una imagen de ostentación y superioridad ficticia antes que en cultivar nuestra personalidad, los valores culturales, volitivos y morales que poseemos.
Ese circulo vicioso en el que muchos se hallan inmersos nos puede mantener ignorantes del verdadero motivo de nuestra existencia aquí en la tierra, olvidando los aspectos positivos que encierra la vida y a los cuales todos estamos llamados a descubrir e incentivar para bien, tanto propio como ajeno.
Somos dueños de nuestro propio destino, responsables de nuestras acciones y libres para actuar y decidir, por tanto, no debemos dejarnos llevar por los condicionamientos exteriores. Comportarnos sin pensar ni tomar nuestras propias decisiones puede suponernos graves errores, siempre resulta más positivo hacer uso del propio análisis y reflexión procurando ser equitativos y justos, hasta con nosotros mismos.
El día de mañana, cuando dejemos la existencia, nos enfrentaremos cara a cara con nuestra propia conciencia, aquella a la que a menudo prestamos tan escasa atención, y entonces sabremos hasta qué punto hemos aprovechado el tiempo en vida, sopesaremos los errores cometidos y también las facultades morales que hayamos engrandecido.
De ahí la enorme importancia de concienciarnos de qué objetivos deberíamos perseguir en la tierra, sirviéndonos de todo lo que nos rodea, no olvidemos que ser altruista significa, por encima de todo, brindarse a los demás, rompiendo esquemas de trabajo que nos hagan aislarnos de la sociedad, esto es: colaborar estrechamente con la misma en todas aquellas realizaciones culturales o sociales que se promuevan, ofreciendo así un vivo ejemplo de comportamiento espiritual.
REDACCIÓN