EL DOLOR

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Cuando hablamos del dolor o del sufrimiento prácticamente hablamos de la misma cosa, aunque hay autores que marcan una distinción clara entre los dos. De ese modo, el dolor sería de carácter físico y el sufrimiento de carácter psicológico.

Al margen de las causas físicas, que no es nuestro propósito abordar, el sentido trascendente y espiritual del mismo es muy importante, puesto que su comprensión y análisis nos puede ayudar mucho en el desenvolvimiento social y humano del ser.

Por decirlo de algún modo, todo aquello que nos rodea actúa como pantalla que  interactúa constantemente con nosotros. Los pensamientos, sentimientos y acciones generan unas reacciones que producen unas consecuencias más o menos inmediatas. Al mismo tiempo, las leyes divinas regulan, administran y actúan en todo momento, contribuyendo al equilibrio y a la evolución constante. Su perfección en el modus operandi es absoluta. Nosotros, espíritus con un cuerpo físico todavía muy grosero, y con una evolución espiritual muy pequeña, estamos muy lejos de entender mínimamente su majestuosa dimensión; empero, tenemos una vaga intuición de su grandeza y empezamos a entender algo sus mecanismos superiores.

Ciñéndonos al ser humano en sí, somos la consecuencia del despertar de la conciencia, haciendo bueno el principio espiritual de que: “Dios nos crea sencillos e ignorantes”. Y es precisamente, producto de la ignorancia, de los instintos convertidos en pasiones y de comportamientos desviados de la armonía y equilibrio, lo que generan destinos de dolor y sufrimiento.

Por tanto, el dolor juega un papel fundamental en las primeras etapas del ser humano como aprendizaje y sensibilización del espíritu. También como drenaje por la acumulación de cargas morbo-psíquicas acumuladas durante el transcurso de muchas vidas, que necesitan ser depuradas del alma, para recuperar el equilibrio y la armonía, pero traducido en experiencia vital. Todo ello en los plazos adecuados, y con el desarrollo sabiamente programado por lo Alto; teniendo en cuenta el libre albedrío en la toma de decisiones o variaciones de rumbo, pero siempre buscando el beneficio del espíritu en evolución.

La inigualable mentora Joanna de Ângelis, nos habla de tres tipos de dolor:

  • El dolor rescate. Es del que hemos estado hablando hasta ahora. Recuperación del espíritu; la ley de causa y efecto en acción; eliminar parte de las toxinas acumuladas durante mucho tiempo en el alma. En ese proceso estamos la inmensa mayoría de encarnados.

 

  • El dolor elevación. Consiste en un dolor voluntario, no kármico. Espíritus que eligen una vida de sacrificio y renuncia con la intención de ayudar a otros. Como es el caso de Francisco de Asís. Un espíritu liberado de deudas del pasado, pero lleno de amor, eligiendo la renuncia y el sacrificio como bandera y forma de vida.

 

  • El dolor conquista. Jesús es el ejemplo más claro, pues vino para enseñarnos a amar y sufrir, estimulando al prójimo a la ascensión. Jesús, espíritu puro, modelo y guía de la humanidad, no tenía el por qué sufrir tanto, pero lo eligió para demostrar que el dolor es el camino del amor total.

 

Como hemos podido comprobar existen dos caminos para la ascensión espiritual: Por el camino del amor, del trabajo, de la renuncia, de la lucha interior. O bien el camino del dolor que nos “sorprende” en el devenir humano de la existencia, en mundos de un nivel inferior, como es el nuestro actualmente. Cuando actuamos egoístamente, cuando nos olvidamos de nuestros deberes con nosotros mismos y con el prójimo, y también cuando abusamos de los parabienes que la vida nos concede; todo ello, genera un caldo de cultivo, una acumulación negativa, que la ley de evolución nos impele a desatascar, impulsándonos al trabajo, a la reflexión, también a las sucesivas crisis, personales y colectivas, que se generan para provocar una reacción positiva, siendo un toque de atención para que modifiquemos nuestro rumbo, para que variemos el camino en el que cómodamente hemos podido estar instalados, invitándonos al cambio, a la búsqueda de nuevas metas que nos conduzcan a la felicidad.

Por tanto, el dolor no se puede considerar como un castigo, sino como un corrector que sutiliza, regenera, eleva al espíritu; nos muestra la fragilidad humana. Es la medicina amarga,  provisional,  que prepara un retorno a la vida espiritual mucho más plena y feliz. Es por ello que, con una visión más realista y completa del espíritu en estado espiritual y consciente de lo que le falta para mejorar su condición, no tiene inconveniente en elegir una vida difícil, dura, con sufrimiento, porque sabe de sus beneficios posteriores.

No obstante, la ciencia médica avanza de un modo extraordinario, eliminando o controlando enfermedades que hasta ahora eran incurables. Progresando en dirección a la mejora de la calidad de vida del ser humano. Empero, surgen nuevas enfermedades, nuevos virus extraños, consecuencia de las malas praxis, de la falta de equilibrio entre el progreso tecnológico y científico con el progreso moral y espiritual del hombre.

Por todo lo expuesto, nos podemos preguntar: ¿Algún día desaparecerá el dolor y el sufrimiento de la Humanidad? Sin ninguna duda. Será el día en que los pobladores de este mundo trabajen en su progreso y el de los demás, cuando la renuncia y el sacrificio serán práctica habitual por parte de todos, donde cualquier mala acción, y hasta incluso un mal pensamiento será considerado como un error extemporáneo, provocando rubor y vergüenza a su autor.

Aunque parezca una contradicción masoquista, le debemos gratitud al dolor, por todo lo expuesto anteriormente. Por el enorme beneficio que le reporta al espíritu, por su carácter provisional pero de resultados muy eficaces y permanentes, pasando a formar parte del acervo espiritual del alma inmortal. Efectivamente, el dolor nos sutiliza y nos acerca a Dios, eleva el alma, aumenta nuestro nivel vibratorio, potencia las cualidades innatas, nos acerca a la realidad de la vida y del espíritu inmortal.

Volviendo a la extraordinaria mentora Joanna de Ângelis recordemos otro de sus pensamientos para la reflexión: “Tu dolor es un rescate que tu amor no logró evitar”. Significa que estar en el camino del amor, de la regeneración, no nos exime de ciertas deudas del pasado que invariablemente hay que rescatar, sin embargo, la actitud positiva, sin rebeldías o autocompasión, actuando con verdadero amor, puede aliviar y hasta atenuar exponencialmente cualquier vicisitud amarga de la vida. Sin duda, la actitud y la predisposición es el todo.

En conclusión, tenemos muchísimos motivos para sentirnos felices de aquello que nos ha tocado vivir. Cada quien tiene las experiencias que merece y necesita. Sepamos pues leer bien en el libro de la vida, estudiemos los conocimientos espirituales para reflexionarlos e incorporarlos a nuestra existencia, pasando de las creencias vulgares a las convicciones profundas. Cambiemos aquello que podamos cambiar y lo que no, aceptémoslo con agrado, pues forma parte de la lección que más necesitamos aprender en este momento.

 

José M. Meseguer

2015  © Amor, paz y caridad

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