(Viene del número anterior)
9.- A los dos años y tres meses, Drausio reconoció la almohadilla que perteneciera a María Aparecida.
Parece ser que los niños, e incluso los adultos, se apegan bastante a los objetos que les pertenecen y les son útiles. Este apego debe acompañar a la personalidad, incluso después de la muerte. Esto explicaría por qué, en algunos casos que sugieren reencarnación, es tan frecuente el reconocimiento de los objetos que pertenecieron a la personalidad anterior. Cuando esto ocurre, el reconocimiento es seguido por el deseo de poseer de nuevo aquello que había pertenecido a la persona, en la encarnación anterior.
Con Drausio, este comportamiento se manifestó varias veces. El caso de la almohadilla es bien típico, pues el niño, al verlo, intentó recuperarla, proponiéndose «comprarla» a su tía Leda.
Tras lograrlo de su tía Leda, justificó su interés por aquel objeto, explicando que dormía en ella, cuando fue aquella niña…
10. – En una cierta ocasión, Drausio dijo a su madre: «Mama, ¡he vuelto!»
Es natural que, al pasar las ropas de Drausio, Dª Teresa se haya acordado intensamente del tiempo en que ella cuidaba de los vestidos de María Aparecida. El niño jugaba próximo a su madre.
Tal vez se haya establecido un momentáneo hilo telepático entre los dos. En un nivel inconsciente, el niño habría comprendido más profundamente el sentimiento de nostalgia que espontáneamente, procuraba consolarla, aclarando que el objeto de su nostalgia estaba allí presente, que él era María Aparecida que ha vuelto nuevamente. De ahí su expresión: «Mamá, ¡he vuelto!»
11.- Con dos años y medio de edad aproximadamente, Drausio reconoció un bote en el que su abuela acostumbraba a guardar sequillos para María Aparecida.
Además de reconocer el bote de bizcochos, el niño lo pidió e intentó abrirlo, diciendo: «Quiero los sequillos que están en el bote.»
A María Aparecida le gustaban mucho los sequillos que Dª Domingas hacía para ella, guardándolos en el referido bote.
Drausito conservó la misma preferencia por los bizcochos.
12.- Drausio tenía los mismos gustos por los alimentos que apreciaba María Aparecida.
El caso anterior, de los sequillos, no constituye el único ejemplo de similitud, en la preferencia por determinados tipos de alimentos. Esta identidad de inclinación por determinadas comidas era acompañada, también, por idéntica repulsa hacia otras especies de alimentos.
Lo interesante de esta semejanza de predilección es que el niño la justificaba diciendo: «Porque a mi me gustaba eso cuando era la niña que vivir en aquella casa.»
13. – Hasta los tres años, Drausio mostraba mayor preferencia por los juguetes y juegos femeninos. Tras los tres años, ésta su tendencia se modificó, pasando a escoger juguetes y diversiones masculinos.
En la gran mayoría de los casos que sugieren reencarnación, los recuerdos reencarnatorios se inician en las proximidades de los dos años de edad. Después sufre un incremento entre los dos y los cuatro años, para comenzar a declinar, desapareciendo en ocasiones totalmente, entre los siete y doce años. Es verdad que hay excepciones a esta regla, permaneciendo algunos recuerdos, incluso durante toda la vida del paciente. Con todo, incluso en tales casos, el número y la nitidez de los recuerdos disminuyen considerablemente con el pasar de los años.
Las tendencias, al igual que las demás formas de comportamiento, pueden sufrir la influencia de las vidas pretéritas. Serían como especies de recuerdo reencarnatorio. Pueden apagarse con el tiempo, e incluso las que quedan deberían ser modificadas o sepultadas por las nuevas condiciones de la última encarnación. Si no fuera así, serían imposibles la educación y la instrucción.
14.- Al ver los juguetes de María Aparecida, además de reconocerlos, insistía a los padres que aquellos objetos le pertenecían, diciendo: «¡Sí, es mío; yo sé que es mío!»
La actitud de Drausio en esos momentos no era la de un niño que, al ver un juguete, procuraba conquistarlo para sí. Su procedimiento era el de alguien que, encontrando un objeto, del cual es legftimo dueño, reivindica su posesión inmediata.
Al disputar con el padre la bicicleta que perteneciera a María Aparecida, él apenas afirmó: «¡Esta bicicleta es mía!» Y cuando el Sr. Luis procuró explicarle que la bicicleta perteneció a su hermanita y que podía quedarse con ella, Drausio no discutió la posesión del juguete y sí su propiedad, diciendo. «Lo sé; pero sí es mío; yo sé que es mío».
15.- Aproximadamente hasta los tres años de edad, Drausio rebelaba acentuado temor a los vehículos motorizados, tales como automóviles y camiones.
La manifestación de fobias, como resultado de daños, accidentes y muerte sufridos en vidas anteriores es más común de lo que se piensa. Las fobias pueden presentarse en una determinada época de la vida y desaparecer espontáneamente con el transcurrir del tiempo. Éste fue el caso de Drausio que, después de los tres años, perdió poco a poco, el recelo a los vehículos motorizados.
( continuará)
Hernani Guimaraes Andrade
Del libro “Reencarnación en Brasil”