LA VIDA, ESE GRAN DESAFÍO

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Nacemos y vivimos por lo general inducidos por la corriente de nuestro entorno. Condicionamientos familiares, educacionales, religiosos, sociales, etc., nos van aportando una formación cultural y espiritual; ayudando al desarrollo de la personalidad; influyendo claramente en nuestra forma de ver las cosas, aquello que nos marcará el resto de nuestras vidas.

Sin embargo, nos causa admiración las personas que rompen moldes, donde su entorno social les empuja hacia un tipo específico de vida, tal y como se les ha educado y preparado; no obstante, debido a sus inquietudes, a su forma de pensar, íntima, contra todo pronóstico, toman otros caminos diferentes. Luchan por objetivos nobles que consideran inaplazables, identificándose con un ideal, venciendo sus miedos.

Es una lucha que en algunas épocas y en algunos escenarios alcanzan proporciones épicas, de ahí la admiración de los profanos, de aquellos que conformamos la mayoría de personas con dificultades para llevar a cabo los proyectos de vida, sobre todo los de carácter espiritual.

Estos verdaderos héroes se echan a su espalda, al mismo tiempo, los prejuicios sociales y la cruz de sus deficiencias. Pese al esfuerzo de los antagonistas, identifican las dificultades como el precio que tienen que pagar por ver su tarea desarrollada y concluida, asumiendo la incomprensión y los obstáculos como parte de ese  recorrido. El ideal que visualizan interiormente está por encima de todo y se esfuerzan por transmitirlo claramente. No se afanan en convencer sino en abrir el debate para que la gente razone y juzgue por sí misma. Soportan los golpes de los intolerantes, las críticas de los sabelotodo, de quienes con su ignorancia espiritual pretenden arrastrar a quienes consideran que transitan por caminos equivocados. No rehúyen de la vida social ni de la convivencia muchas veces incómoda, pues comprenden de la necesidad de compartir, del servicio al semejante como elemento esencial de la existencia, pues nos necesitamos los unos a los otros para poder transitar y cumplir con los compromisos espirituales.

El punto de partida de estos luchadores se explica a través de la reencarnación, los estados de conciencia desarrollados en el pasado, en las múltiples existencias. Cansados de errores, o bien impulsados por aciertos de vidas precedentes vienen con un compromiso y una idea clara, que en cuanto el espíritu toma posesión de la materia y aflora su conciencia, comienza su travesía, desarrollando unos ideales que impulsan el progreso humano.

Su trabajo se reviste de una aleación de coraje, paciencia, tolerancia, ante la incomprensión y las zancadillas de aquellos que proyectan sus conflictos humanos, traducidos a veces en violencia y persecución, pues no todos observan la existencia con la misma amplitud de miras.

No se desaniman nunca pues comprenden que caer y levantarse, como levantarse para volver a caer forma parte del recorrido, hasta que alcancemos un nivel espiritual superior, algo que todavía nos queda muy lejos.

Por tanto, todo en la vida conspira hacia la luz del crecimiento integral, hacia la plenitud. Estamos en una escuela y en un grado muy concreto. La evolución no da saltos, sin embargo avanza inexorablemente. Gracias, en gran parte, a la contribución de estas almas preclaras,  aunque a veces nos empeñemos en lo contrario.

Por otro lado, la inmensa mayoría nos encontramos englobados todavía en lo que se denomina espiritualmente como la “retaguardia”, es decir, sin querer asumir el sentido trascendente que tiene la vida. De tal modo que la principal preocupación existencial se circunscribe a trabajar por el sustento; comer, dormir, practicar sexo. Cubriendo el hueco de las necesidades espirituales asistiendo a ceremonias externas religiosas, sin pretender ir más allá de lo que nuestra escasa inquietud nos marca. Preguntas como: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Cuál es la finalidad de la vida? etc., si se las llegan a plantear, hay quienes las consideran suficientemente explicadas por las religiones; sin embargo, otros las consideran irresolubles, fuera del alcance humano. Los materialistas, más al otro extremo, optan por negarlo todo, consideran que no existe nada fuera de este mundo y esta vida.

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“Vivir, todos viven, más vivir con conciencia es privilegio de pocos”

(Chico Xavier)

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En general, aquellos que también se denominan como “conciencias dormidas” viven, además de todo lo anteriormente expuesto, con las distracciones que la vida proporciona, solo alterada por los golpes de la vida: enfermedades, accidentes, pérdida de seres queridos, cambios de fortuna, pérdida de trabajo, etc., contrastes que provoca una reacción, una lucha interior que nos obliga a mover.

No significa, con esto, que sea algo negativo, puesto que forma parte del ciclo evolutivo en el que nos encontramos. Como ya hemos comentado en anteriores artículos, el espíritu parte de cero, desarrollamos las diferentes vidas con cuerpo físico conducidos por la Providencia Divina que nos guía en todo momento; promoviendo, aportándonos experiencias, estimulando la razón y el corazón para crecer más rápido. Muchas veces, aquello que consideramos como tragedias materiales, son en realidad impulsos espirituales, para que el alma humana avance con mayor rapidez. No olvidemos que una existencia física es un instante, un momento en el tiempo infinito del espíritu.

Por todo ello, cuando leemos sobre la vida de personajes valientes de otras épocas, incluso de ahora; sus luchas, su trabajo en pos de la humanidad, los duros golpes recibidos como consecuencia de la intolerancia religiosa, de los poderosos prejuicios que amordazaban la razón y el progreso de su sociedad. Casos significativos como el de, Juana de Arco, Teresa de Ávila, Galileo Galilei, Gandhi, Martin Luther King, Vicente Ferrer, Nelson Mandela, entre otros, nos deben de hacer pensar. Con sus ideales superiores traducidos en proyectos aparentemente utópicos para los escépticos y profanos, fueron, en realidad, una luz viva en el camino. Siendo verdaderos precursores de aquellos cambios necesarios para que la humanidad avanzase.

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“Un hombre no mide su altura en los momentos de confort, sino en los de cambio y controversia”

(Martin Luther King)

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Todos ellos nos deben servir de estímulo para el progreso, también para comprender que sin esfuerzo ni constancia no nos va a caer nada extraordinario del cielo. Somos los forjadores de nuestro propio destino. Tenemos dos alternativas: Avanzar por el camino del amor, o esperar a que el dolor en sus múltiples formas nos aguijonee para despertar nuestra conciencia, nos desbloquee interiormente y nos obligue a salir de la comodidad, del conformismo.

Por tanto, no estamos hablando de causas imposibles, ni comparaciones quiméricas. Partiendo de nuestra realidad desnuda, podemos con tesón, fe y trabajo constante aproximarnos poco a poco, a objetivos que ahora nos pueden parecer inalcanzables.

José M. Meseguer

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 «Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa.»

(Gandhi)

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