EL CAMINO DEL MAL

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El camino del mal

120. ¿Todos los espíritus pasan por la serie del mal para llegar al bien?  -“No por la serie del mal, sino por la de la ignorancia”.

Allan Kardec, Libro de los Espíritus.

En pasados artículos apenas esbozamos sobre el proceso evolutivo de aquellos seres o espíritus que toman el camino del bien, del correcto proceder, desde sus inicios. Ahora vamos a tratar justamente el caso contrario, el de aquellos que no lo consiguen y toman la dirección equivocada, el camino del mal.

Hay seres que, desde el comienzo de su evolución, se dejan arrastrar por la forma de actuar más cómoda y no llegan a ejercer la fuerza de voluntad, esa fuerza que todo individuo posee como herramienta de progreso, como una cualidad espiritual. Está ahí, incipiente, y a medida que ese ser se va elevando, la desarrolla más y más, pero siempre está ahí, lista para ser usada. A pesar de ello, hay individuos que no llegan a ponerla en práctica y se dejan arrastrar por la comodidad. Y es entonces, ante ciertas pruebas y experiencias, que esos seres van tomando el camino del mal, simplemente, por pura pereza y comodidad. Podrían actuar de un modo diferente, pero optan por la senda de la comodidad.

Todavía no dominan su cuerpo físico, su materia, y se dejan llevar por los instintos sin pararse a meditar sobre las consecuencias de sus actos. Llegarán así a cometer actos de auténtica maldad. Pero la Justicia Divina es conocedora de que se encuentran al inicio de su vida como espíritus y que, por ello, no llegan a contraer una gran responsabilidad. Todavía no han forjado ese carácter malévolo, pero empiezan ya a vislumbrarse los rasgos que les conducirán al camino equivocado, el camino del dolor. Se verán empujados a actuar, buscando siempre realizar actos de maldad.

121. ¿Por qué algunos Espíritus han seguido el camino del bien y otros el del mal? ¿Acaso no tienen libre albedrío?  -Dios no creó Espíritus malos; los creó simples e ignorantes, es decir, con tanta aptitud para el bien como para el mal. “Los que son malos llegaron a serlo por su voluntad”.

No obstante, este ser, ese espíritu, vuelve a caer en los mismos errores a lo largo de sus siguientes existencias, y cuando abandona el cuerpo físico y llega al mundo astral, se horroriza viendo cómo ha actuado y demanda volver, de nuevo, al mundo físico para repetir las experiencias en las que falló, buscando así encontrar la rectificación. Sabe que está aún a tiempo de corregirse, sabe que ha acumulado una importante lacra al haberse dejado llevar por la comodidad y no haber hecho uso de la fuerza de voluntad, desoyendo la conciencia. Ha continuado endeudándose, más y más, al permanecer en el camino fácil e incrementar sus defectos. Y, no obstante ir concienciándose de las consecuencias de sus actos y del dolor que ha causado, continúa embruteciéndose y convirtiéndose en un ser cada vez más egoísta.

El factor que les diferencia de aquellos otros seres que desde el principio han sabido hacer un adecuado uso de su libre albedrío, de esos seres que se han esforzado en dominar su cuerpo físico y procurado sortear todas las dificultades mediante la práctica del bien, es muy significativo. Los primeros van consiguiendo su luz interior, su luz espiritual, sus buenas cualidades y, sobre todo, esa gran cualidad que es la intuición. Comprueban que, en cada nueva existencia, van asciendo, paso a paso, peldaño a peldaño, y que son cada vez más conscientes de su futuro, y sus deseos de progreso crecen. Mientras tanto, los segundos, los desviados del camino, siguen complaciéndose en el mal y dejan de lado sus posibilidades como espíritus dueños de libre albedrío. Continúan reforzándose en sus defectos y malas inclinaciones; son conscientes de que todo lo que hacen les perjudica, por ser contrario a las Leyes Divinas, pero apenas hacen algo por evitarlo.

El egoísmo y la comodidad les comen el terreno, y llega un momento en el que practicar el mal lo consideran como algo natural. Y esta práctica se convierte en su forma de vivir y actuar, desoyen su conciencia y ya nada les importa, ni tan siquiera el sufrimiento de sus congéneres. Desoyen todos los consejos que se les transmiten, ignorándolos, ante la convicción de que su misión es hacer el mal, y para ello no dudan en sacrificar a sus semejantes.

Reciben siempre ayuda del plano espiritual pero, llegados a este punto del proceso evolutivo, punto contrario a la ley natural, han enquistado otro defecto, también importantísimo, la rebeldía. Con esta actitud pierden ya toda la voluntad de hacer el bien. Dentro de su mundo de rebeldía no alcanzan a comprender cómo han podido llegar a esa situación. Tampoco desean abandonar su postura de intransigencia, pues piensan que todo cuanto les rodea se ha vuelto contra ellos. Sienten que pueden hacer cuanto desean, sin que nada, ni nadie, pueda impedirlo.

En el Cielo y el infierno, Kardec trata este tema en una serie de comunicaciones con el capítulo titulado “espíritus empedernidos”.

Tras diversas existencias actuando con maldad, y habiéndose convertido ésta en parte de su actitud y forma de pensar, y sintiéndola como algo natural, cuando finalmente llegan al mundo astral siguen convencidos de no haber podido realizar todo el daño que podían y querían hacer, pero que no pudieron llegar a materializar. Sus defectos les han transformado, les han doblegado, ven el camino que han recorrido y se endurecen en sus deseos para evitar rectificar y expiar sus errores y daños. Se han enquistado en el camino del mal y desean continuar en esa situación.

Esos individuos han tomado un camino peligroso, un camino del que les resultará muy difícil salir. Han perdido toda capacidad de mejora y, en lugar de engrandecerse, se han endurecido en la maldad, perdiendo cualquier atisbo de inocencia. Su conciencia, esa gran sabiduría que como espíritus poseen, y con la que han sido creados, ha quedado velada. Sus facultades y su mente han quedado bloqueadas. Cuando finalmente les alcance el tiempo marcado por las Leyes Divinas para su rectificación dolorosa, renegarán de Dios, a Quien convertirán en su enemigo. Se sentirán incluso capaces de luchar contra Él. Estas son las almas oscurecidas, las almas negras a las que hacen referencia las religiones. Sabemos que no han sido creadas así, sabemos que han llegado a ese estado por propia voluntad, pero el Misericordioso, a través de sus sabias y amorosas leyes, con el tiempo les conducirá, indefectiblemente, hacia el camino del bien, hacia el camino de su progreso espiritual.

122. ¿Cómo pueden los Espíritus, en su origen, no tener conciencia de sí mismos, tener la libertad de elegir entre el bien y el mal? ¿Hay en ellos un principio, alguna tendencia que los lleve en una dirección más que en otra?  -“El libre albedrío se desarrolla a medida que el Espíritu adquiere la conciencia de sí mismo. No habría libertad, si la elección fuese determinada por una causa independiente de la voluntad del Espíritu. La causa no está en él, sino fuera de él, en las influencias a las cuales cede, en virtud de su voluntad libre. Se trata de la gran alegoría de la caída del hombre y del pecado original: algunos cedieron a la tentación, otros resistieron”.

El camino del mal por:   Fermín Hernández Hernández

© Amor, Paz y Caridad, 2018

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