Aunque este encabezado traiga reminiscencias políticas, nada más lejos de la realidad. Deseo referirme, en particular, a todas aquellas personas que son responsables o dirigentes de grupos espíritas; grupos que incluyen trabajos de índole mediúmnica en su calendario de eventos y que, por ese motivo, deben cuidarse especialmente ante cualquier comportamiento impropio de sus componentes, pues de ese comportamiento depende el apoyo del equipo espiritual y su control sobre el bajo astral, siempre deseoso de poner impedimentos a la buena marcha de los trabajos.
Si un grupo desea mantener un contacto mediúmnico regular y positivo, todos sus asistentes deberán tener muy claro en qué se basa y cómo funciona un grupo espirita. Un grupo espirita es una agrupación de personas que comparte objetivos comunes: el aprendizaje de las leyes universales y la mejora íntima, junto con la ayuda incondicional a sus iguales, encarnados y desencarnados. Cualquier otro objetivo que no cumpla esa directriz de moralidad perjudicará y conducirá al grupo espírita al incumplimiento de su misión.
Es muy importante cuidar el ambiente del grupo y especialmente durante el desarrollo de la reunión espirita, a causa de la pertinaz influencia de las fuerzas espirituales negativas que suelen vincularse a algunos de los componentes. El ambiente al que me refiero no es material, sino de sentimientos, pensamientos y emociones. Si existe comunión de sentimientos y reina la afinidad entre los componentes, el trabajo de intercambio con el plano espiritual evolucionará favorablemente y sin interferencias negativas.
No puedo por menos que citar la deplorable influencia que genera el mantener criterios divergentes entre los componentes del equipo humano. Si de entrada (por muy buenas que sean las buenas intenciones de esas personas) damos por hecho que puedan existir diferentes criterios personales, aceptando ese convencimiento estaremos dando alas a las influencias negativas del astral.
Para que un grupo esté bien dirigido espiritualmente, en él deben prevalecer determinados valores, como son el respeto igualitario hacia todos sus componentes y la comprensión y tolerancia ante las posibles imperfecciones. Para los miembros del grupo siempre será deseable un correcto nivel de conocimientos, junto con la buena voluntad y la predisposición. No obstante, al margen de la conveniente capacidad intelectiva, existen determinados valores que se deben considerar y que son arduos de conseguir.
Ese debe ser el camino a recorrer: la adquisición de una buena conducta y el atesoramiento de las virtudes espiritas. Evidentemente, conseguirlas no es tan fácil como amontonar conocimientos. A pesar de ello, y al margen de su ideología, no vemos muchas personas caminando en esa dirección.
Cuanto más homogéneo y afín sea el grupo espírita, mejores resultados podrá obtener. Y no pensemos que esto va en detrimento del respeto hacia las personas y sus valores; cada persona tiene sus propias peculiaridades, pero sean cuales sean, debe entender dónde está la meta, los objetivos y la forma de conseguirlos dentro de su propio grupo. De este modo, desaparecerán las discusiones vanas y será posible centrarse en objetivos esenciales ya preestablecidos; objetivos acordes al programa a realizar en esta existencia junto a sus compañeros.
El hecho de ser espíritas no nos pone a todos en idéntica escala de valores, pero sí en una misma línea de trabajo. Las inquietudes espirituales de cada persona son inherentes a su deseo de progreso y a su bagaje espiritual, y por tanto sus inquietudes caminarán siempre en esa misma línea evolutiva.
Un problema que se repite en infinidad de grupos es la rivalidad entre los componentes a la hora de ejercer un liderazgo. Se trata de un problema grave que conduce a la divergencia sistemática de opiniones y a la disparidad de criterios; características éstas que acabarán generando un debilitamiento del grupo y un severo entorpecimiento a la buena convivencia.
Tampoco podemos perder de vista una consecuencia de estas actitudes y que resulta muy perjudicial para todos los grupos: la fragmentación; fragmentación en torno a criterios distintos, o lo que es lo mismo, en torno a dos o más líderes. Estas puertas abiertas facilitan enormemente la labor de bajo astral, les facilita las armas a utilizar, pues mientras existan componentes que no luchen por orientar hacia la unidad del equipo humano y se obstinen en hacer prevalecer sus opiniones y personalismos (al sentirse más capacitados), buscando que el grupo gire en torno a ellos, estarán propiciando el fracaso del grupo.
Este es un problema que debe atajarse cuanto antes, puesto que se convierte en un impedimento para el desarrollo del equipo humano, y además, atenta contra la más elemental forma de convivencia. Sin embargo, estas situaciones vienen repitiéndose frecuentemente, viéndose afectados muchos componentes de los grupos, porque se enrarece el ambiente y se crea inseguridad y falta de entendimiento, quebrándose así la línea de trabajo prevista.
Esta ruptura se convierte en una confusión de ideas y la perdida de ilusión; con ello, el grupo termina perdiendo cohesión y llegando incluso a desaparecer. Nadie se explica qué ha ocurrido hasta que pasa un tiempo y se consiguen ver las cosas claras. Mas… el daño ya está hecho y tiene difícil reparación: la parte negativa habrá ganado la batalla. En este sentido, muchas de las pruebas vividas no se habrán superado y volverán a presentarse a aquellos componentes que necesitan aprendizaje… errare humanum est.
Dentro del espiritismo -a mi limitado criterio- no se debería permitir ninguna clase de liderazgo, porque está comprobado que, a la larga, esto termina mermando la personalidad del resto de los componentes, junto con su capacidad de crítica y análisis, contribuyendo en paralelo a la pérdida de la comunicación y del diálogo.
Existen diferentes tipos de líderes, pero los más peligrosos son aquellos que no llegan a detectarse, aquellos que suelen manejar a los componentes más susceptibles del grupo a nivel mental y emocional, usándolos sutilmente sin que lleguen a percatarse de ello; saben ganarse su admiración y respeto mediante favores materiales y halagos.
Resulta cómodo y fácil dejarse llevar por un líder, dejar que este piense por los demás. Quizás sea uno de los mejores métodos para no avanzar en la senda evolutiva, pues haciéndolo, se abandonan los compromisos individuales y se permite que otras personas realicen el trabajo.
No obstante, existen personas que por su debilidad de carácter necesitan tener a su lado alguien que piense y decida por ellas, alguien que diga lo que está bien y lo que no, qué hacer y qué no hacer. Esto suele suceder en personas acomplejadas, personas con prejuicios e inseguridades, con vicios que no ha detectado y a los que no han puesto coto. ¡¡Qué mejor uso del libre albedrío que poder pensar y actuar libremente, por uno mismo y sin miedo al error!! Si cometemos algún error por voluntad propia, seremos los responsables, aprenderemos y nos corregiremos; en suma, estaremos ejerciendo nuestro libre albedrío. Ahora bien, si al actuar nos excusamos en que lo hacemos porque nos lo han indicado, tendremos la excusa perfecta, pero… ¡¡no habremos comprendido nada!!, ¡¡nuestra voluntad habrá sido manipulada!! Interiormente, abocaremos a nuestro espíritu a la pérdida de la ilusión, la fuerza y las ganas de progreso. ¡¡En modo alguno lo permitamos!!
También existen personas que se consideran una especie de líderes, que desean ir por la vida como maestros; personas que consideran saberlo todo, saber más que cualquier otra persona, y que no tienen nada que aprender… cuanto menos de unos simples mortales. Difícil alcanzar auténticos vínculos de afinidad y compañerismo con ellos, ya que de no ajustarse a sus patrones, sencillamente, no les interesas.
Consideremos por un momento que, como espíritus encarnados y en evolución todos, absolutamente todos tenemos defectos; inclusive los espíritus de cierta evolución se sienten muy pequeños y desorientados en algún momento, al permanecer dentro de un cuerpo físico. Por ello es conveniente que el grupo espírita no pierda nunca su capacidad de análisis, de crítica y estudio en los temas que le conciernen. Dentro de la unidad y centrados en el trabajo común se ven los problemas y las dudas con mucha más nitidez, se llega antes a las soluciones y se pueden tomar decisiones más positivas dentro del interés general.
Nuevamente me ratifico en esta recomendación de: “en las sociedades e instituciones espiritas no deben existir líderes”. Jesús de Nazaret es nuestro único Líder y Maestro, tan solo en él debemos reflejarnos, él es el modelo y ejemplo a seguir, nuestro objetivo de moralidad.
Por todo ello, repetiré hasta la saciedad: NO A LOS LÍDERES. Porque ningún humano con sus defectos puede erigirse en líder moral. Si queremos ser un modelo a seguir, seámoslo como ejemplo de cualidades morales: caridad, respeto, cariño, comprensión y amor; trabajando en paralelo contra las imperfecciones y bajezas morales.
El mundo espiritual nunca falla, somos los humanos quienes lo hacemos. Si existen intenciones limpias y bien encauzadas no aparecerán interferencias y el grupo estará bien guiado e inspirado por los benefactores espirituales. Cada uno debe actuar en conciencia y con libre albedrío, por sí mismo, a sabiendas de las vías que el grupo ha escogido para desenvolver sus tareas.
¡¡No a los líderes!!; ¡¡sí a compartir responsabilidades!!
¡¡No al fanatismo!!; ¡¡sí al estudio y a la crítica constructiva!!
¡¡No a la fantasía!!; ¡¡sí a los hechos que demuestran el buen hacer de cada individuo!!
¡¡No a los personalismos!!; ¡¡sí al trabajo en equipo!!
¡¡No a la dictadura del temor!!; ¡¡sí al ejemplo!!
¡¡Sí a la simpatía y confianza que con su ejemplo saben ganarse a las personas, sin endiosamientos y sin creerse superiores a los demás!!
Fermín Hernández Hernández
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