CONSOLIDACION DEL GRUPO

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INTERACCION: CONSOLIDACION DEL GRUPO
 
   Para una buena consolidación de un grupo, no basta únicamente el conocimiento, tal y como lo explicábamos el mes pasado; tampoco son suficientes los principios, expectativas u objetivos a conseguir planteados como fin último de cualquier institución o grupo al que nos refiramos.
 
   Es preciso además de todo ello, y de una buena voluntad por parte de todos sus miembros, la reciprocidad. Entendida esta como la interacción entre todos los componentes del grupo a fin de que cada uno aporte al conjunto lo mejor de sus capacidades; obviando las deficiencias que a todos nos afectan y procurando, la nobleza de intenciones y de pretensiones, en el fin último del beneficio espiritual del grupo y , por ende, de nuestro crecimiento personal.
 
   La reciprocidad en las actitudes de todos los miembros del grupo, entendida como la actuación sincera, noble y esforzada por aportar cada uno la actitud de servicio en el beneficio común, dotará a esa institución de una fortaleza extraordinaria en las realizaciones, amén de configurar un núcleo de poderosa capacidad para entender las situaciones y coyunturas de cada momento, solucionando los problemas que acontezcan con extraordinaria capacidad y lucidez.
 
   De ello se beneficia el conjunto y se aprovecha el espíritu entregado en la realización de sus actuaciones. Por un lado, nuestra actitud; a la hora del esfuerzo personal por mejorar día a día, encontrando las raíces de nuestras imperfecciones y luchando por superarlas, esto nos ofrece claridades infinitas de aprovechamiento en el grupo. Por otro, mediante el trabajo conjunto con los compañeros y del ejemplo de los demás, podemos ver con claridad las debilidades que a cada uno nos compete corregir, alcanzando de esa forma niveles de progreso que difícilmente pueden alcanzarse en solitario.
 
   Esto precisa inicialmente de la confianza mutua entre los componentes del grupo, de la nobleza de intenciones, de la buena voluntad, y de la capacidad de humildad y abnegación en el servicio para con nuestros compañeros. Si estas iniciativas se hallan presentes en el ADN de cualquier institución, el éxito está asegurado; pues de aquí a la fraternidad más sincera, solo queda el paso del reconocimiento mutuo, el aprecio en la lucha codo con codo, compartiendo las dificultades del otro y brindándonos sin reservas a ayudar para hacerle más leve sus penurias y pruebas en la vida presente.
 
   Esta actitud de los componentes del grupo, es de necesidad para todos y, a veces, es esclarecedor exponer al colectivo el análisis de problemas propios o comunes, donde cada miembro aporta su opinión libre y voluntaria con el sincero deseo de encontrar la mejor solución. Si la intención es verdaderamente noble y exenta de intereses espurios, puede constituir una terapia de enorme crecimiento espiritual para todos los miembros. Atreviéndonos a confirmar, que estas actividades, son incluso más efectivas para el buen desarrollo y crecimiento de los grupos que multitud de exposiciones insulsas, llenas de conceptos filosóficos, morales o científicos pero exentas de efectividad en la vida práctica de las personas que componen grupos o instituciones espirituales que han procurar como primer objetivo de su existencia el progreso espiritual.
 
   La terapia de la interacción entre las personas del grupo es tan importante que solamente desde el conocimiento mutuo, reciproco y noble se alcanzan niveles de auténtica fraternidad.
 
   Podemos poner el ejemplo de una empresa que trabaja en equipo; así mismo se puede trabajar en un grupo espiritual donde la unión de principios espirituales y objetivos a conseguir constituye la meta, pero esta no se alcanza trabajando individualmente como islas, es preciso poner sobre la mesa las capacidades, los ejemplos, las actitudes positivas de nobleza y trabajo en el desarrollo de los proyectos de la institución.
 
   El trabajo individual ha de quedar circunscrito a nuestra lucha interior por corregir nuestras imperfecciones; pero una vez esta actitud está permanentemente impresa en nuestra consciencia, es preciso participar, colaborar, trabajar, emprender y aportar iniciativas y esfuerzos que redunden en beneficio del conjunto, que permitan aprovechar las sinergias positivas que un grupo de personas de esta índole puedan llegar a desarrollar para el beneficio del prójimo y de aquellos que se acerquen a la institución con el ánimo sincero de aprender o de reclamar ayuda.
 
   La fuerza de un grupo no se suma por el número de individuos que lo forman; se multiplica de forma exponencial cuando todos ellos aportan lo mejor de sí mismos en beneficio del conjunto. Esto permite afrontar con garantías de éxito cualquier proyecto, cualquier objetivo de índole espiritual que se presente; reto que será avalado y apoyado sin duda por el plano invisible, a fin de aprovechar toda la energía común, toda la fuerza de la unión y todo el sentimiento de fraternidad que emana de un grupo unido decidido a ayudar al prójimo de forma desinteresada.
 
   Es importante comprender que estas explicaciones, no forman parte de un método estructurado por especialistas en formación y desarrollo de grupos de trabajo; estas ideas se basan fundamentalmente en la experiencia de décadas de trabajo y de desarrollo personal entre muchos individuos comprometidos con el trabajo abnegado y el servicio desinteresado hacia el prójimo. 
 
   Por ello, la experiencia; como el mejor método de observación científico, nos aclara el camino, nos ilumina la ruta a seguir y, basándonos en el ejemplo del éxito de los grupos espirituales en esta tarea, nos ayuda sobremanera a evitar las equivocaciones que los personalismos, los egoísmos y los orgullos malentendidos han propiciado en multitud de grupos e instituciones que, a pesar de la buena voluntad en su formación, se han visto abocados al fracaso y su posterior desaparición.
 
  Aprendamos del método explicado, cuya base principal se encuentra en la renuncia personal y la actitud de servicio de todos componentes de un grupo espiritual.
 
A.LL.F.
 
© Grupo Villena 2013
 
 
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