CONCLUSIONES BENET DE CANFIELD

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Conclusiones Benet de Canfield

Hemos llegado hasta aquí, en este primer reto como espíritu capaz de transmitir de esta forma, una obra psicográfica desde un punto de vista personal respecto a las experiencias de mi última vida en la Tierra y actualmente en el espacio.

Prometo que no será la última vez que, con permiso de los guías espirituales y de los recursos de los que me sirvo, intentaré llevar al conocimiento de aquellos que quieran estudiar nuevas obras de comprensión espiritual. Ahora ya sí, trabajadas con esmero y con la lucidez necesaria que me permite mi estado espiritual actual, y de los que no gocé en la Tierra cuando publiqué algún libro interesante sobre contenido espiritual.

Doy gracias a Dios en primer lugar por haberme facilitado este trabajo que tanto supone para mi redención espiritual, y también agradezco profundamente a los guías espirituales, especialmente al protector de la materia de la que me sirvo, por permitir alentar y asesorar este trabajo de inspiración y psicografía.

Como no, sería desagradecido si no expresara mi admiración y gratitud al espíritu de mi madre en esta última vida. Verdadero ángel tutelar de mis primeros pasos; sin la cual me hubiera sido imposible llegar al final de mi jornada terrena. Gracias a su firme compromiso con mi educación moral y al ejemplo desinteresado de su amor, se cultivó en mi interior el sustrato necesario que años más tarde afloró para discernir lo justo de lo injusto, lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto.

Y cómo no un capítulo esencial de mi profunda gratitud es preciso dedicar a la Doctrina de Kardec, que abrió mi mente y esclareció mi conciencia. Esta filosofia, es un auténtico consolador para el hombre que vaga sin rumbo, necesitando comprender el cómo y el porqué de la realidad profunda de la vida y de la muerte, la justicia divina y las leyes que rigen su destino.

A aquellos lectores que, guiados por la curiosidad, se permitan hacer cábalas sobre mi identidad terrena, les sugiero que lo olviden, pues aunque es fácil suponer quién fui y qué labor desarrollé en la Tierra dentro del Movimiento Espírita la cuestión de la identidad es siempre lo menos importante. 

Les rogaría que evaluaran con razonamiento y serenidad las experiencias plasmadas y explicadas, pues de ellas se pueden extraer paralelismos interesantes aclaración de dudas sobre cómo actuar, análisis de errores acerca de lo que no se debe hacer, así como actitudes esclarecededoras sobre cómo levantarse de aquellos tropiezos, aflicciones y reveses que la vida nos presenta a todos y cada uno de los habitantes de este planeta sometido a una enorme transformación.

Ojalá esta obrita sirva de guía a alguno de los lectores aunque ésta sea únicamente la de evitar caer en algunos de los errores que de forma ignorante cometí. No obstante, lo que es indudablemente cierto es que para mí ha representado un bálsamo, una caricia, una nueva oportunidad de regeneración moral para terminar de completar un trabajo inconcluso que dejé en la Tierra y que ahora se culmina, parcialmente, gracias a esta oportunidad.

Mis estimados amigos, confiad, creed, actuad y no dejéis de servir a los demás, comenzando por amaros a vosotros mismos para luego amar a Dios y al prójimo. Mis queridos compañeros de ideal perseverad, proseguid, continuad; no renunciéis nunca a vuestro compromiso espiritual, sea este el que sea.

Sabed que las cosas grandes comienzan por las pequeñas. Para llegar a dirigir un trasatlántico, primero es preciso manejar una barca. Así somos nosotros, aquellos que de repente descubrimos el mundo del espíritu, la realidad auténtica de la vida, la trascendencia de la misma y la inmortalidad.

Al comienzo todo es euforia, ilusión desaforada, energía desbocada ante las verdades que vamos conociendo. Posteriormente, con el transcurso de los años, el espíritu empieza a conocerse, la calma y la paciencia se hacen necesarias, la determinación y la fe se convierten en imprescindibles, y la reforma moral y el amor al prójimo se presentan como las tareas más importantes que hemos de acometer en nuestro interior.

La vida en el espacio no es muy diferente a la de la Tierra si no fuera por el gran obstáculo de la materia que nos ciega, que no nos permite vislumbrar lo que fuimos, lo que somos y lo que podemos llegar a ser. No obstante en este olvido del pasado se encuentra la mayor misericordia, la mayor dádiva que el Creador nos concede a los espíritus imperfectos que, como yo, todavía nos encontramos en un nivel infantil de progreso y evolución moral.

La materia es un freno, sí, un obstáculo enorme, pero nuestra conciencia y nuestros deberes espirituales, algunos de ellos intuidos incluso estando encarnados e inspirados por nuestros guías durante el sueño, son los apoyos que tenemos para crecer, progresar, acertar con el compromiso aceptado antes de encarnar y sublimar nuestra vida en la Tierra, dedicándola al servicio desinteresado hacia nuestros semejantes.

Si trabajamos con determinación en beneficio del prójimo y servimos con humildad a nuestros compañeros de viaje en el periplo terrestre, estaremos procurando nuestra redención moral, depurando nuestras debilidades ancestrales, saldando débitos con la ley de causa y efecto y sembrando la felicidad en nuestro camino evolutivo hasta llegar a la plenitud a la que tenemos derecho.

Seamos conscientes de esta realidad entre dos mundos: el físico y el espiritual. Nada cambia para el espíritu en su condición moral cuando traspasa el umbral de la muerte o cuando regresa a la vida en una nueva reencarnación. Nuestra conciencia se mantiene, nuestra individualidad permanece y nuestros méritos y deméritos se manifiestan con nitidez a través de las pruebas y las expiaciones que la vida nos presenta.

Termino este primer trabajo continuado desde el espacio. Espero y deseo ser útil como lo fui en la Tierra. Ojalá Dios me permita continuar con esta labor que supone para mí la gratificación extraordinaria de esclarecer a quien, como yo, precisó de ser esclarecido. Gracias a todos por prestar atención a este trabajo.

Con todo mi amor,  prometo volver pronto.

Conclusiones Benet de Canfield

Psicografiado por Antonio LLedó

©2018, Amor, Paz y Caridad

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