La limpieza de corazón es fundamental para afrontar todo tipo de situaciones que la vida nos pueda plantear, ya que en múltiples ocasiones nos dejamos llevar por la maledicencia, los juicios erróneos, las pequeñas rebeldías o por todos aquellos aspectos negativos que poseemos, que aunque no afloren al exterior, el mero hecho de dejarse llevar por esos malos pensamientos o actitudes nos perjudican y son un serio obstáculo para el progreso espiritual.
El Maestro toma como modelo de limpieza al niño inocente, dócil, que olvida muy pronto las ofensas y las acciones que no le han gustado de los demás, aquél que en su inocencia posee un carácter fácilmente amoldable a las necesidades de su entorno. En definitiva una pureza, producto del “descanso” parcial del espíritu en una materia aún no desarrollada, y por lo general, todavía no contaminada por las experiencias dolorosas o las contrariedades de la vida, no dando pie en toda su magnitud a las pasiones que pudiese arrastrar del pasado.
Para los adultos nos puede servir como referencia de las pautas a seguir en la vida a poco que reflexionemos, es por ello que Jesús amonestó a sus discípulos cuando éstos intentaban apartar a los niños de su compañía con estas palabras: «En verdad os digo que el que no recibiera el reino de Dios como niño, no entrará en él».
La vida es una escuela en la que cada cual extrae sus propias conclusiones. De las experiencias y situaciones cada uno de nosotros reaccionamos de una forma distinta, y el planteamiento que realizamos de las mismas difiere de unos a otros, ya que no hay dos personas iguales. Es evidente la importancia que toma la comprensión espiritual para afrontar toda situación, ya que ésta nos puede hacer ver la vida desde unos ángulos muy distintos a los puramente materiales, y la necesidad de corregir aquellas imperfecciones que nos entorpecen y que impiden en múltiples ocasiones que se manifiesten las cualidades atesoradas en el espíritu.
Sobre todo la humildad y la sencillez, así como el desinterés y la renuncia son cualidades indispensables para actuar correctamente, eso sin olvidar el profundo respeto que debemos de sentir y manifestar a los demás, no juzgando jamás, ya que es muy difícil saber cuáles pueden ser los verdaderos sentimientos e intenciones de las personas para actuar de un modo u otro. La ligereza y la crítica fácil suelen perjudicar mucho aunque apenas nos demos cuenta, adquiriendo una responsabilidad muy grande que puede perjudicar enormemente nuestro progreso espiritual.
Uno de los motivos fundamentales por los que Jesús ensalzó a los limpios de corazón fue por la enorme hipocresía que observaba en los seres humanos, disfrazando muchas veces nuestras malas inclinaciones para que los demás no «descubran» lo que somos realmente. Normalmente donde mejor nos manifestamos, con mayor naturalidad y espontaneidad es en el círculo familiar. En base a la confianza volcamos nuestras emociones, sentimientos y obras tanto positivas como negativas sobre el resto de los componentes de la familia. Fuera de ese ámbito y por temor a ser rechazados o mal considerados, preferimos tapar nuestras tendencias negativas.
La limpieza de corazón implica nobleza, sinceridad en las acciones, en definitiva, manifestarse tal y como uno es para que los demás nos conozcan y puedan depositar su confianza en nosotros, ya que si observan reservas o actitudes contradictorias, podemos perder oportunidades de amistad y de mejor relación con otras personas.
También se nos puede plantear el problema de no saber a qué recurrir en determinados momentos, si al corazón o a la razón, ya que se nos dan circunstancias en las que el corazón nos indica un comportamiento y la razón otro. Como explica un fragmento de la hermosa poesía psicografiada por Francisco Marín titulada «Respuesta Espiritual»:
Si en tu mente desconfías,
recurre a tu corazón.
Que si es buena la intención
éste jamás os engaña;
cuando la mente se empaña
queda limpio el corazón.
Lo más idóneo sería que fuesen siempre al unísono tanto mente como corazón, pero las situaciones y experiencias de la vida nos hacen ver que no siempre nos podemos dejar llevar por el sentimiento, así como tampoco hemos de ser tan racionales y fríos en todos los momentos. Esto es algo que cada cual debe valorar, siempre intentando ver el beneficio ajeno antes que el propio. En caso de duda como muy bien indica el fragmento de la poesía anterior, las buenas intenciones dirigidas por el corazón nunca nos engañan, porque nos podremos equivocar y no obtener un buen resultado, pero la conciencia siempre quedará limpia.
En definitiva, la limpieza de sentimientos es fundamental para poder desenvolvernos con garantías de éxito y de progreso en la vida, ya que nos coloca en una sintonía positiva que nos hace comprender las situaciones de otro modo, con mayor ilusión y esperanza.
Al mismo tiempo, la limpieza de corazón supone un ejercicio de humildad, de bondad, confianza en Dios, de docilidad a la providencia divina, del mismo modo que le ocurre a los niños cuando de forma natural confían en sus padres, tutores, adultos. Es imprescindible la confianza para que la sociedad funcione. Nos necesitamos los unos a los otros. Venimos al mundo preparados para aportar todos y complementarnos unos a otros con las más variopintas aptitudes, capacidades. Cuando existe buena voluntad y deseos de progreso, de colaborar con los demás, todo resulta mucho más sencillo, se consiguen grandes cosas. Ejemplos existen en la sociedad de solidaridad, de crear frentes comunes, que han logrado resolver y vencer episodios desfavorables, con todo aparentemente en contra. Los medios de comunicación se hacen eco de algunos de ellos. Es la fuerza de voluntad al servicio del prójimo, y cuando las fuerzas se suman, estas se multiplican por el impulso del conjunto.
Limpieza de corazón también significa no pensar en el mal, no por inconsciencia o ignorancia, sino porque detenerse y recrearse en ello, no conduce a nada positivo. Traemos un programa de amor que no se puede permitir el lujo de cargas innecesarias, sobre todo, cuando se trata del mal de los demás. Juzgar con acierto es muy difícil, tan sólo Dios tiene la capacidad de ello. Debemos de ocuparnos de nuestros asuntos, de hacer las cosas bien, pues de ello depende la felicidad presente y futura tanto del prójimo como la de nosotros mismos.
José M. Meseguer
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“Dos excesos: excluir la razón, no admitir más que la razón”
(Pascal; matemático y filósofo)
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