La paz y la mansedumbre de personas sencillas en un mundo de violencias, disturbios sociales y en crisis, son cualidades muy importantes porque son un modelo para los demás, ejemplo de equilibrio y dominio de uno mismo.
Ejemplos históricos no faltan. Gandhi en la India ocupada, Martín Luther King en Estados Unidos con el problema de la discriminación racial, o Nelson Mandela en Sudáfrica se sobrepusieron al resentimiento y al odio respondiendo con paz, tolerancia y diálogo, logrando unos resultados que cambiaron el curso de la historia.
El pacífico y manso realiza un esfuerzo por controlarse ante las contrariedades y las injurias, soporta las injusticias cuando éstas no las puede evitar, dándose una pausa para analizar serenamente; un tiempo suficiente que le amplíe el campo de visión del problema para encontrarle una solución si la hubiera, evitando actuar con precipitación.
Su alegría y buen humor alejan los pensamientos depresivos y perniciosos que pudieran inducirle a obrar con rebeldía ante las contrariedades, ya que la tristeza y los pensamientos pesimistas inducen a centrarse exclusivamente en uno mismo, creando un caparazón en donde se acomoda, perdiendo el ánimo para luchar y salir de las dificultades.
El pacífico y afable se nutre de unos ideales espirituales sólidos que le sostienen en los momentos de flaqueza, sabiendo valorar lo que tiene y comprendiendo que al interactuar con el prójimo se puede llevar sorpresas desagradables, pues no estamos todos en un mismo nivel evolutivo. Con su visión amplia, trascendente, de aquello que no se ve a simple vista y la esperanza en un futuro mejor, transitan por el mundo sin desanimarse y venciendo dificultades.
“Quien pretenda una felicidad y sabiduría constantes, deberá acomodarse a frecuentes cambios” (Confucio)
De las cualidades anteriormente dichas se desprenden otras como son la dulzura y la afabilidad que son preferentemente características del ámbito femenino. Cada sexo trae un compromiso a asumir como tal. Es obvio que todos hemos de pasar durante el periplo evolutivo por los dos sexos para asimilar todas las experiencias y atesorar todas las virtudes que cada cual conlleva. No obstante, en la mujer adquieren dichas cualidades unos matices especiales que unidas a las cualidades propias del hombre permiten complementarse mutuamente, algo que una vez comprendido y asumido el rol de cada uno, según las circunstancias y necesidades, supone un adelanto extraordinario para el espíritu.
En otro orden de cosas, la paz y la mansedumbre también influyen en la mediumnidad, en el contacto con el mundo espiritual que nos orienta y nos guía. Son los seres superiores, los seres de luz comprometidos con los médiums los responsables para llevar a cabo su parte del trabajo, con la necesaria colaboración de la parte material, de los encarnados, con la obligación de ser dóciles, sin renunciar nunca al análisis y al raciocinio para desarrollar ese trabajo conjunto, comprometido por ambas partes antes de encarnar. Docilidad ejemplificada por el propio Maestro Jesús cuando afirmó: «Yo no he venido a hacer mi voluntad sino la voluntad de mi Padre».
También debemos referirnos a la obediencia como consecuencia natural de la mansedumbre, tan crucial sobre todo en la etapa infantil, pues les resulta, por lo general, más fácil durante esa etapa inicial de la vida, la aceptación de los consejos y orientaciones de los padres porque comprenden que son ellos los que saben lo que es más conveniente para su desarrollo. Sin renunciar a su personalidad incipiente, a que aprendan a razonar por sí mismos y desarrollar sus propias iniciativas.
También nos habla el Maestro con esta bienaventuranza de la resignación; dispuestos a aceptar las situaciones que la vida depare, pues muchas veces son rescates de errores del pasado que acuden para saldarlos.
Existe una oración muy conocida que refleja lo expuesto anteriormente: “Dios mío, concédeme serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar; valor para cambiar lo que puedo, y sabiduría para reconocer la diferencia”.
Tan sólo la resignación permite ver con esperanza el futuro, puesto que las vicisitudes y los sufrimientos no son perpetuos, pues algún día tocarán a su fin, aunque temporalmente sean necesarios para que el espíritu madure y se enriquezca interiormente.
Como indica el mensaje de Lázaro en el Evangelio según el Espiritismo: “La obediencia es el consentimiento de la razón y la resignación el consentimiento del corazón”
Al mismo tiempo, el Maestro completa esta máxima diciendo: “…heredarán la Tierra”. Esto significa que los comportamientos serenos y nobles a la larga cosecharán sus frutos. En un mundo dominado por la apariencia de aquellos que detentan poder político y económico, mostrando una imagen ficticia de preocupación por los problemas ajenos, simulando cualidades que no tienen, disfrazando hipócritamente sus verdaderas ambiciones, llegará el día en que tendrán que cambiar o serán desterrados a otro mundo en peores condiciones. Actualmente son cada vez más las voces que se alzan contra la corrupción en los países, la tecnología (internet, etc.,) en un mundo cada vez más abierto y global, unido al trabajo de los medios de comunicación (cuando no son del todo manipulados y controlados) destapan fraudes, injusticias muy difíciles de esconder. Muchos poderosos se ven empujados hacia una trasparencia que no les interesa, empero la sociedad se lo demanda a gritos. El pueblo, mejor informado y menos ingenuo reclama derechos, justicia, buena administración de los recursos públicos.
Efectivamente, se opera un cambio lento pero paulatino que confirma la bienaventuranza que nos ocupa. Los mansos y pacíficos se abrirán paso para colaborar con todos, aportando y no compitiendo, siendo generosos y no egoístas, nobles y no hipócritas. Llegado el momento continuarán sin entorpecimientos con su trabajo en paz, desarrollando sus cualidades para beneficio común.
En conclusión, para todos aquellos que aspiran a ser verdaderos trabajadores en la senda del bien, como continuadores de la obra del Maestro Jesús, la mansedumbre así como la afabilidad, la dulzura, la paciencia y en definitiva todas aquellas cualidades que son hijas de la caridad, adquieren una importancia vital, sobre todo en estos momentos tan difíciles y decisivos que nos ha tocado vivir, un esfuerzo final que se debe mantener para vivir acordes con las leyes espirituales armónicas y perfectas, en esta etapa de Transición Planetaria que se está operando en la actualidad.
José M. Meseguer
2015 © Amor, paz y caridad