En los mundos de expiación y prueba como es el nuestro, las aflicciones predominan por encima de cualquier satisfacción de la que el ser humano pueda disfrutar. Incluso podemos decir que los sufrimientos y las pruebas acaparan mayor parte de la existencia humana.
El problema surge cuando no se sufre bien, es decir, cuando no se acepta ese sufrimiento con una «resignación activa», aquella que intenta remediar el dolor físico o moral pero aceptándolo de buen grado porque espiritualmente así se entiende, bien porque se trata de una prueba enviada desde lo Alto, bien porque su origen se encuentra en otra existencia, o también puede tratarse de una situación provocada por la propia persona en esta misma existencia física y por lo tanto es necesario corregir la causa que la originó para que no se vuelva a repetir.
En cualquier caso el discernimiento es vital para asimilar las pruebas que nos manden, o aquellas que nosotros mismos por nuestros errores hayamos podido provocar en base a la ley de acción y reacción o de causa y efecto.
Puede ayudar muchísimo un conocimiento espiritual como es el que nos proporciona el Espiritismo, ya que si se asimilan las grandes leyes universales, como son: Reencarnación, Afinidad, Ley del Karma, etc…, y todos aquellos conceptos básicos de la doctrina espirita, podemos tener una visión más amplia de la realidad espiritual a la hora de valorar todas las situaciones.
¿Por qué el Maestro ensalza a los afligidos? Porque cuando se sufre bien, el progreso y la felicidad posterior es enorme, ya que el espíritu ha superado ya aquel obstáculo que le impedía avanzar, reportándole mayor fortaleza y claridad espiritual.
El estancamiento surge cuando existe rebeldía, al no aceptar las pruebas que nos mandan y que habíamos asumido antes de encarnar. En esos casos aquella situación dolorosa que podía beneficiar al espíritu se pierde, carece de valor, porque la persona afectada no ha querido comprender y asumir su responsabilidad. En estos casos, no queda más remedio que volver a sufrir la misma prueba, quizás en peores condiciones, hasta que ésta sea aceptada y asimilada.
Es por ello que soportar un sufrimiento no significa necesariamente su superación, ya que dependiendo de la actitud que tomemos así serán las consecuencias posteriores.
También el sentido de la frase de Jesús significa, bienaventurados aquellos que, a diferencia de otros que viven en la opulencia, la salud y la felicidad material, se encuentran en la más absoluta pobreza, aquellos cuya enfermedad les imposibilita a desenvolverse como las demás personas sanas, perdiendo poco a poco la ilusión por vivir. Precisamente en esos casos dicho mensaje les transmite esperanza e ilusión, por ello el Maestro los ensalza, para que comprendamos que los verdaderos bienes no se encuentran en la Tierra.
Nos sirve además para concienciarnos de que la vida física es efímera, demasiado corta, no obstante si se afronta con coraje y valor, el premio reservado es verdaderamente extraordinario.
No existe mayor grandeza que la superación de aquello que nos supone un obstáculo en nuestro progreso, en ocasiones un lastre del pasado que el espíritu necesita drenar por medio del sufrimiento para liberarse de ese peso, permitiendo al espíritu elevarse hacia una verdadera paz y felicidad.
También, con esta máxima, el Maestro nos recuerda los compromisos adquiridos antes de encarnar y que son absolutamente necesarios para el espíritu. Esto se traduce en que durante la vida física, nuestra situación no es casual, como muy bien sabemos los espiritas y todos los estudiosos del conocimiento espiritual; «las casualidades no existen». Todo procede de unas causas que, a su vez, han provocado unas consecuencias que son necesarias para que el espíritu trabaje interiormente y asimile. Es por ello, que no podemos achacar nada al azar o la suerte, al menos en aquellas situaciones importantes de la vida.
Al mismo tiempo, considerando el cuadro social de la época que nos ha tocado vivir, de transición planetaria, comprobamos fácilmente como los conflictos, las situaciones dolorosas se multiplican por doquier. Ante la falta de un rumbo espiritual, del escepticismo y distanciamiento con respecto a las religiones oficiales, provoca un enfoque de la vida desde un punto de vista puramente material, de inmediatez, creyendo que la felicidad y la superación de conflictos se consigue colmándonos de posesiones materiales y de la fuga psicológica que suponen las distracciones fútiles y los placeres mundanos.
No entran en los planes de muchas personas, la posibilidad de afrontar grandes contratiempos, bien sean reveses económicos o la falta de salud. Esto es algo que cuando nos visita a nuestro hogar y nos golpea, nos sorprendemos profundamente ante la falta de conocimiento espiritual y de previsión. Entonces muchos quedan como sorprendidos, anonadados, noqueados, y sin capacidad de respuesta. En estas circunstancias pueden aflorar con mucha facilidad, la depresión, la rebeldía, y hasta incluso, en casos muy extremos, pensamientos de suicidio.
Por otro lado, y ante la disyuntiva actual, los espiritas estamos llamados a jugar un papel importante si somos capaces de vivir la esencia del Evangelio, si demostramos con nuestro ejemplo, más que con los conocimientos adquiridos, que somos capaces de vivir en armonía y en paz, trabajando los conflictos personales para que no perturben la armonía y la paz necesaria para caminar, y también para demostrar que espíritus de poca evolución, como somos la mayoría, pero con buena voluntad, se pueden sobrellevar y hasta superar las aflicciones con ayuda del prójimo, del compañero que comparte los mismos sentimientos, los mismos anhelos de progreso, y que sirven para reforzar un camino transitorio que estamos obligados a recorrer para beneficio exclusivo de nuestro espíritu inmortal, en un cuerpo y en unas circunstancias transitorias.
Por tanto, el mensaje del Maestro: “Bienaventurados los afligidos”, posee toda la vigencia original. Permanece intacto y con todo su vigor proporcionando la luz necesaria para continuar adelante, sobrellevando todo tipo de situaciones dolorosas que en el camino puedan surgir. Es más, si revisamos la Historia, nos daremos cuenta de que todos los grandes personajes que han hecho algo importante por los demás, sea el caso de Jesús, Buda, Gandhi, etc…, no han tenido vidas fáciles, sino al contrario, llenas de penurias, sufrimientos y dolor.
Seamos pues, fieles ha dicho mensaje, asumiendo la responsabilidad que se nos confía, sobre todo, a aquellos que nos consideramos espiritas y tenemos la obligación moral de ofrecer un ejemplo a la sociedad.
Jose M. Meseguer
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