Del mismo modo que existen Planos Felices, -según citamos en el artículo del mes pasado- existen también Planos de Dolor; planos del Astral Inferior en los que reinan las penalidades y los sufrimientos, la oscuridad y la infelicidad. Llegan a ser tantos mundos inferiores como resultan necesarios para albergar la vida –Física y espiritual- de los diferentes estadios evolutivos del Ser.
Según nos indican las diferentes filosofías, se les denomina: Astral inferior, Umbral, Bajo astral, Plano causal, Plano de deseos, etc. Las religiones les denominan: Purgatorio, Limbo, Infierno, etc. Todas esas instituciones nos indican que efectivamente, existen varios niveles o planos al otro lado de la vida física.
Cada uno de estos planos se corresponde con los diferentes grados de conciencia y desarrollo espiritual alcanzado por el ser y, con las intenciones y deseos que mantienen los pobladores de estas oscuras regiones.
En función de sus necesidades evolutivas particulares, pueden permanecer allí por un plazo de tiempo indeterminado, hasta tanto depongan su actitud de rebeldía y acepten enfrentar las expiaciones y pruebas necesarias para su progreso a través de la reencarnación.
Aquí cobra gran relevancia la Ley de Afinidad y, por sus premisas, se agrupa en un mismo plano a los espíritus que mantienen una misma sintonía y similar desarrollo espiritual.
Se trata de una especie de filtro, por el que cada ser llega al lugar que le corresponde por su nivel vibratorio y, dónde tiene que reflexionar y asimilar sobre todo aquello que la Ley Universal del Amor le devuelve en justa correspondencia con sus actos; es el fruto de sus responsabilidades y méritos.
La Justicia Divina, efectivamente, no trata por igual a las personas que cometieron errores en su vida terrena y que actuaron sin maldad; a quienes se equivocaron por pura ignorancia y egoísmo y qué, constatando sus errores, se arrepienten y desean rectificar.
No son espíritus malos o perversos, pero todavía no están preparados para permanecer en el plano espiritual donde puedan gozar de una mínima y relativa felicidad.
Su nivel de conciencia es muy diferente a la de aquellos que obran con maldad consciente, sin importarles el daño que causan a sus semejantes y preocupándose únicamente por sí mismos.
Estos últimos, comenten todo tipo de injusticias y daños sin remordimiento alguno, se rebelan contra toda norma y justifican siempre su mala conducta y acciones. No conformes con el destino que les marca la Ley, intentan además tomarse la justicia por su mano.
A estos espíritus resulta muy difícil ayudarles pues, sus defectos e imperfecciones se convierten en sus propias trabas. Será el tiempo y el sufrimiento quienes les vayan desgastando en su rebeldía hasta qué, desquiciados y arrepentidos, les llegue la oportunidad de comprender y rectificar.
Los espíritus egoístas, orgullosos, materialistas, cómodos, perezosos, malvados, ruines, sin corazón, vengativos, viciosos, avaros y con afán de dominio y poder, que no sienten ningún respeto hacia el dolor y las necesidades ajenas, todos y cada uno de ellos, tienen su lugar en las fangosas regiones de los planos inferiores, hasta tanto su conciencia se vaya sensibilizando y comiencen a sentir la necesidad de rectificar y buscar los planos de Luz y Felicidad.
Para llegar a cada plano espiritual resulta prioritario el grado de conciencia alcanzado: A mayor conciencia mayor responsabilidad. Todos aquellos que obraron contra su conciencia, siendo conscientes de sus errores y haciendo oídos sordos al daño causado, pensando que podían eludir a la justicia humana; todos ellos, sin excepción, encontrarán siempre el fruto de sus actos y, por magnetismo llegarán a esas regiones tenebrosas donde impera la maldad y donde habrán de convivir con entidades de su propia calaña.
Así, el Umbral –como su propio nombre indica-, sería una zona intermedia cercana al plano material, a la que se llega después de la desencarnación. Allí no moran espíritus malvados, sino aquellos que no aprovecharon adecuadamente su tiempo en la Tierra. Habrán de permanecer entre penumbras y dolor, hasta tanto su alma se sensibilice y su conciencia les permita ascender al plano donde comenzarán a progresar y descubrir conscientemente el nuevo mundo que les rodea. Entonces, comenzarán a preparar una nueva vida, encarnados, en la que poder ir rectificando los errores y posturas equivocadas, fruto de la ignorancia y los defectos adquiridos.
En esa zona denominada “El Umbral”, se siente la desesperación del destierro. El espíritu, desheredado, no comprende cómo, ni porqué, ha llegado allí, no sabe como salir y no entiende los procesos que le envuelven. Se encuentra sólo y siente más agudizadas las necesidades que tenía cuando poseía un cuerpo físico. Sí falleció enfermo, crecen sus dolores; percibe llantos, gritos y burlas y siente que le están persiguiendo en todo momento. Todo se convierte en una permanente pesadilla de la que le resulta imposible escapar. Ansía constantemente despertar hasta qué, finalmente, le llega el momento de proseguir con su evolución. Es a partir de ese momento, cuando aquellos que le estiman, acuden a su rescate.
Este sería el primer escenario que nos podremos encontrar una vez el espíritu abandona el cuerpo. Posiblemente sea el lugar más agradable del astral inferior, pues se trata de una zona de paso, en tanto la conciencia va despertando a la Vida Espiritual.
A medida que la conciencia se va enlodando, más y más, en estados profundos de maldad y rebeldía, el ser espiritual se va degradando moralmente hasta niveles insospechados de animalidad. Desciende a los planos de vida más oscuros y tenebrosos, en los que imperan el terror, el miedo y el despotismo, todo tipo de bajezas ligadas al mal, acrecentándose sus padecimientos y penurias.
Este plano es el fiel reflejo de los relatos y leyendas que nos han venido contando y que nos descubren los estados purgatoriales e infernales. El infierno, tal como nos lo describen las diferentes creencias, no existe, ni tiene un lugar concreto. Tampoco existe la figura del diablo creada por Dios. Son los propios espíritus quienes crean esos estados o planos de conciencia, verdadero infierno para quienes se instalan allí. Por el peso de su conciencia, magnetismo y situación moral, les resulta imposible escapar de esas zonas.
Es tal el grado de degradación alcanzado qué, como gárgolas, toman las formas grotescas de los animales a cuya condición se asemejan. De ahí esas monstruosas y demoníacas alegorías.
La vida y su manifestación en los planos astrales inferiores son: La fealdad, la repugnancia y el terror, consecuencia de los pensamientos, sentimientos y emociones que emanan de los seres que pueblan esas oscuras regiones.
En esos planos de oscuridad e infelicidad, todos los depravados que usaron la vida en beneficio propio, olvidando los deberes y obligaciones que como hijos del Creador compartían, se encontrarán con el dolor y el crujir de dientes. Son zonas abismales donde impera la ley del más fuerte, pero no la fuerza física, sino la mental e intelectual. Existen seres provistos de gran orgullo y egoísmo, auténticos dictadores que, dotados de un elevado grado de inteligencia y poder mental, los utilizan para dominar y esclavizar a los débiles que son atraídos a esas zonas y que caen en la red de esas organizaciones malignas que los utilizan para conseguir sus fines.
Se convierten en esclavos de esas entidades perversas, que los dominan, explotan y convierten en títeres de sus bajas intenciones; se encuentran inmersos en un plano de vida oscuro, sucio y desagradable. En ese plano de existencia, todo, incluida la vegetación y fauna, se ajusta a los bajos y deprimentes sentimientos de sus moradores. Recordemos las figuras gárgoleas, carentes de luz y belleza que nos muestra Dante Alighieri en su Divina Comedia.
También existen planos del bajo astral en los que se aglutinan espíritus trastornados y enloquecidos que desencarnaron presas del materialismo, avaricia y egoísmo sin límites; que se apartaron del camino del Amor y que ahora se encuentran en ese plano astral, vacíos y sin nada a que aferrarse, añorando sus antiguas posesiones. Como no pueden alcanzar nada de aquello que poseían en la materia, sufren constantemente.
Únicamente a través de una nueva reencarnación podrán encontrar el alivio; cuando, arrepentidos, regresen a la vida física para reparar el mal causado y corregir aquellas imperfecciones que propiciaron su caída.
También encontraréis a aquellos seres que ocuparon en su vida física cargos y puestos de relevancia, política, religiosa o militar; muchos de ellos convencidos de continuar en esos puestos honoríficos después de la tumba. Creían comprar una parcela de cielo donando sus bienes a la iglesia o comprando indulgencias pero, dejando de lado la caridad y la ayuda a los necesitados. Cuando abandonan el cuerpo físico no encuentran su cielo y el status que creían merecer. Comprueban la miserable situación que se han labrado y sufren. Entonces se rebelan, niegan a Dios, y pasan a engrosar las filas de los espíritus rebeldes que luchan contra las Leyes Divinas y todo lo que represente evolución espiritual y moral para los seres encarnados, convirtiéndose en los mayores opositores al progreso espiritual.
Todo en los planos inferiores es lúgubre, carente de luz y belleza. No es por carencia de luz física, sino de luz espiritual. La luminosidad de cada plano está acorde a la vibración de sus propios habitantes. (Sebastián de Arauco).
No obstante, los espíritus elevados, seres de gran luz y amor, nunca les olvidan. Sienten hacia ellos gran ternura y amor y, por haberlo vivido antes, comprenden que el sufrimiento finalmente les rescatará de las zonas inferiores para conducirles a la senda de la regeneración.
Establecen programas y actuaciones para ellos, visitándoles con frecuencia en esas zonas tenebrosas, para dialogar y hacerles conscientes del largo y duro camino que les queda por recorrer.
Estos espíritus generosos se preparan metódicamente, pues saben que nunca son bien recibidos y que se enfrentan a hermanos dotados de gran inteligencia y poder mental, que se sienten dueños y señores de esas zonas inferiores y que están convencidos de que esos Hermanos de Luz son intrusos que nada tienen que ver, ni hacer, en lo que consideran sus dominios.
El astral inferior por: Fermín Hernández Hernández
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