Cuando nos planteamos la posibilidad de aplicar en nuestra vida diaria los conceptos espirituales que vamos conociendo, o que como ideales propios ya mantenemos, surgen, inevitablemente, las dificultades al comprobar que hemos de adecuar los mismos al
ambiente en el cual nos desenvolvemos, a las necesidades y perspectivas actuales que nuestro mundo de hoy día plantea.
ambiente en el cual nos desenvolvemos, a las necesidades y perspectivas actuales que nuestro mundo de hoy día plantea.
El ser humano de nuestros días con conocimientos espirituales de su porqué y para qué en la vida, consciente de su realidad como espíritu que transciende más allá de la materia y de la responsabilidad para con sus semejantes, no puede ni debe estancarse en el tiempo, anquilosar sus conocimientos enclaustrándolos en el ayer, ha de renovarse y poner en orden sus objetivos sin que por ello pierdan en absoluto su trasfondo espiritual.
A veces, todavía hoy día, se piensa que espiritualidad es sinónimo de misticismo, de aislamiento de la sociedad, y eso no es así, al contrario, mantener hoy día unas ideas de índole espiritual supone una gran responsabilidad por cuanto de nuestro modo de enfocarlas, y sobre todo de transmitirlas, depende que otras personas puedan respetarnos y, por qué no, admitir como válidos esos conceptos ideológicos.
Esa idea entraña que nuestra preparación no ha de ser exclusivamente teórica o filosófica encaminándola a la divulgación, en ocasiones tediosa o incomprensible para muchos de nuestros semejantes, sino que hemos de saber aplicar en nuestra vida diaria esas mismas ideas que defendemos dialécticamente, de una forma viva y real, perfectamente palpable y visible en nuestro comportamiento, como prueba más que irrefutable de que vivimos, sentimos, pensamos, realizamos, y sobre todo compartimos, aquellos ideales altruistas que se profesan, relegando a un segundo lugar nuestros gustos y egoísmos particulares.
La pregunta que a cada instante debemos de formularnos es la siguiente: ¿estoy haciendo todo lo que puedo por los que me rodean o más bien estoy anteponiendo mi comodidad conformándome con aparentar ser altruista y no serlo?
¿Qué significa ser altruista? Podemos creer que consiste en renunciar a parte de nuestro bienestar económico por los demás; hasta cierto punto si, pero eso solamente seria un aspecto de ese altruismo, porque significa algo más, quiere decir ofrecimiento y entrega, pero no solamente de aspectos externos sino de nuestros sentimientos más positivos, aquellos que nos incentivan a compartir, a colocarnos en el lugar del prójimo cuando atraviesa dificultades, a comprenderle, valorarle y sobre todo a respetarle en su total integridad.
El aspecto del trato humano y de la convivencia fraternal ha de ser fomentado con mayor hincapié por todo aquel que desee vivir conforme a lo que piensa, es preciso pasar la prueba de la práctica para que se conviertan en reales los principios espirituales que mantenemos, es el reto de la renovación el que hoy hemos de aceptar para saber valorar qué es lo más necesario y aplicarlo.
REDACCIÓN