Amor a un ideal, parte del amor que anida en nosotros sale hacia afuera en forma de arraigo hacia algún tipo de cosas, por ejemplo, nos gusta un deporte, la música, participamos de un ideal en el que buscamos llenar algo más nuestra vida, en definitiva somos aficionados hacia algo y en eso volcamos nuestro sentimiento, fuerza e ilusión.
Si tenemos aspiraciones de lograr alguna meta u objetivo, esto es también una manera de amar, porque los seres humanos necesitamos amar, no solo a las personas, también podemos amar otras cosas, incluso las ideas. Así como necesitamos que nos amen, sentir el cariño y que no estamos solos en el mundo sino que alguien cercano nos quiere, nos comprende y siente en cierto modo lo mismo que nosotros, en este sentido cobran mucha importancia los ideales y deseos de mejorar en la medida que podamos, no solo nuestra vida, sino también la de los demás.
El amor es una expresión del espíritu, y éste a medida que va elevándose, a medida que va sutilizándose, va sintiendo cada vez un amor más grande hacia todos los aspectos de la vida así como hacia todas las expresiones de la naturaleza.
Una de las mayores expresiones del amor es la autorrealización, la libertad, sentirse dueño de sí mismo y experimentar la grandeza de poder ser partícipe de algo, de compartir con el resto de la humanidad la propia cooperación, contribuyendo así al beneficio y bienestar de la sociedad.
El espíritu humano poco a poco va rompiendo ese cascarón de egoísmo y de enclaustramiento en el que se ha sumergido por las propias imperfecciones y va descubriendo la grandeza del universo, de ser uno con el todo, y siente el deseo de servir, de ser útil, tiene ansiedad por saber cuánto vale, hasta dónde puede llegar y de qué forma puede contribuir en la escala de valores de la sociedad, que es la suma de todos nosotros.
Así muchos espíritus piden desde el espacio venir a la tierra en su próxima encarnación como parte de un conjunto de personas comprometidas a dar un impulso a la sociedad de la que forman parte, en cualquiera de las facetas que se necesita en ese momento.
Para el propio espíritu es una misión que se le encomienda con un doble objetivo, primero y principal su propio progreso, pues el ser partícipe de un grupo de personas con una meta común; sin duda le obliga al desarrollo de la fuerza de voluntad, de la responsabilidad y de otros valores sin los cuales no se puede mantener dentro de dichas agrupaciones. En segundo lugar, es una prueba para sí mismo que le va a servir para que pueda medir su propia escala de valores y hasta qué punto es capaz de sacrificarse y darse a los demás, método infalible para adquirir un grado más de progreso dentro de lo mucho que nos queda por alcanzar.
Así muchos espíritus se han probado a lo largo de la historia, encarnando a personajes que han tenido una relevancia histórica, habiendo pasado a la posteridad como grandes hacedores en muchos de los campos del saber y de la ciencia. Muchos de ellos tuvieron que sufrir la incomprensión de la mayoría, porque venían adelantados a su tiempo, pero tenía que ser así, eran la punta de lanza que constituía el futuro del progreso. Junto a la incomprensión también sufrieron la persecución y la desaprobación total de sus teorías y nuevas enseñanzas, hasta incluso llegaron a ganarse la muerte por no renunciar a sus postulados; más tarde la historia les ha dado la razón.
Otros, sin embargo, no tuvieron la entereza y fuerza de voluntad necesarias, para poder afrontar todas las pruebas y vicisitudes que hay que superar para poder llegar al fin de las promesas hechas en el plano espiritual, porque nada se nos regala, y porque la materia, los prejuicios, el qué dirán y otras muchas circunstancias nos impiden vencer los obstáculos y declinamos el esfuerzo, en pos de la comodidad, y el miedo a equivocarnos o a ir contracorriente.
En este sentido son las propias debilidades los mayores enemigos, los que están dentro de nosotros, no los que nos acechan desde el exterior, estos nos pueden contrariar, nos pueden entorpecer, pero la decisión de abandonar la obra y dedicarnos a otra cosa, es una decisión interna y de cada uno de nosotros, no podemos achacar la responsabilidad a los demás.
Los ideales representan una experiencia extraordinaria para el espíritu encarnado, además de ser la manifestación de algo superior, empujan al espíritu a dar lo mejor de sí mismo, no para sí, sino para el conjunto de la humanidad, por medio de la renuncia a su propio yo, el trabajo tenaz, el sacrifico y la dedicación. Dedicarse a un ideal noble, con verdadera vocación, de manera altruista, no pensando en uno mismo, sino en el beneficio del conjunto, contribuye a que el espíritu desarrolle unos valores que le catapultan para adquirir una fuerza espiritual especial, y un grado de lucidez extraordinario, que de otra manera necesitaría de otras muchas encarnaciones para llegar al mismo extremo.
Para mantenerse firme ante un ideal se necesita de una serie de cualidades que no es fácil de obtener. Para los espíritus muy adelantados la prueba es más fácil de superar, puesto que ya tienen asimilados los valores y virtudes que tienen que poner en práctica, sin importarles la opinión y el juicio de la mayoría, y los tropiezos que pudieran cometer, saben dónde tienen que llegar, tienen claro el objetivo y es difícil que se les aparte del camino, pero junto a esos espíritus fuertes y muy adelantados en el camino del progreso, vienen otros muchos a su lado, que están apostando por adquirir ese grado de sacrifico y de constancia en la tarea comprometida, y logrando así un grado de preparación espiritual que les ayude a conseguir que sus vidas futuras sean más provechosas.
Han venido a la Tierra a superar el amor propio, la pereza, la comodidad, y una serie de malas inclinaciones que son un freno para su evolución. Han venido a la Tierra a desarrollar la amistad, la solidaridad, a aprender a compartir, a formar parte de un equipo. Son tantos los valores y cualidades que se pueden adquirir en el desarrollo de un ideal, si este se acoge con auténtica fe y entrega, con verdadero espíritu de renuncia que basta solo con estudiar alguna de las biografías de los grandes hombres que han pasado por la Tierra y nos dejaron su legado.
No obstante, no son espíritus perfectos pero sí que se halla su personalidad engalanada de una serie de valores que muchos podemos envidiar de manera sana al comprobar que es mucho lo que nos falta para llegar a donde ellos han llegado.
Nos pueden servir de modelo personajes muy cercanos en el tiempo, como Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Nelson Mandela, seres que todos conocemos y que dieron su vida por un ideal, a los que no les importó incluso pagar con su vida o con su libertad, porque lo importante no eran ellos, sino la necesidad de cambio de la sociedad y para poder conseguirlo, el ideal estaba por encima de sus propias necesidades.
Estas personas, fueron seres humanos como nosotros, que han podido llegar a conseguir grandes realizaciones para toda la sociedad; han sido capaces además de movilizar masas de gente, porque se comprendía la justicia de sus aspiraciones y la necesidad común de conseguir aquello que perseguían.
¿Cuál es el coste que estamos dispuestos a pagar nosotros? Ese coste nos da la medida de lo imbuidos que estamos de ese ideal que abrazamos. Porque hemos de saber, que en el espacio, fuera de la materia antes de encarnar se ven las cosas con mucha claridad, pero una vez en la materia lo debemos demostrar. La materia y la sociedad en general, son un factor muy importante, del que hemos de saber elevarnos y estar por encima de las limitaciones que nos van a poner, que no van a ser pocas.
Nuestro grado de preparación, el espíritu de entrega y sacrificio se ponen a prueba y es donde demostramos de lo que somos capaces, y el amor que estamos dispuestos a ofrecer por el ideal que hasta entonces está en nuestra mente y corazón, pero que todavía no hemos consumado.
Son muchos los llamados, dice el Señor, pero pocos los escogidos, una vez más el plano espiritual nos pone sobre aviso, y nos toca revelar lo que llevamos dentro.
Muchos llegamos a descubrir el ideal que nos ha traído a la Tierra, y comenzamos a formar parte de un conjunto de personas afines, comprometidas igualmente a llevarlo a cabo. Entonces llega la hora de poner el trabajo, codo a codo, nos toca eliminar el personalismo, renunciar a tendencias individuales, nos toca ceder, en otras palabras, tenemos que sumar para llevar el barco a buen puerto, esto no todos lo consiguen. Sencillamente las pruebas les superan, o no quieren ser uno más, les falta capacidad de adaptación y de sacrificio.
Les falta el amor por ese ideal, un ideal que aún no llevan grabado en su fuero interno.
La actividad, el deseo de emprender, el querer hacer cosas, aportar ideas; es en este sentido una de las facetas que nos muestran a cada uno lo que estamos dispuestos a dar, y lo que amamos al ideal que está en nuestra mente, pero que debemos llevarlo a la práctica.
Estamos en el sitio que queremos estar, y … ¿ahora qué? ¿Qué hacemos?
Porque no se trata sólo de pensar igual, o casi igual, se trata sobre todo de transformar nuestro espíritu; para eso Dios nos ha dado la herramienta de los ideales. Los ideales nos ayudan a modelar nuestro espíritu, pensémoslo así.
Hay quienes saltan de un ideal a otro y no cumplen con ninguno ¿Por qué? siempre tienen excusas y justificaciones para argumentarlo, son como las abejas que van volando de flor en flor. No es el ideal el que falla, sino la persona.
Mejor pensemos que somos nosotros quienes necesitamos de los ideales para nuestro progreso, y no que los ideales necesitan de nosotros.
Amor a un ideal por: Fermín Hernández Hernández
©2016, Amor, Paz y Caridad
“El ideal está en ti; el obstáculo para su cumplimiento también.”
Thomas Carlyle (1795-1881) Historiador, pensador y ensayista inglés.