AIRE LIMPIO

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Aire limpio

En la trayectoria de nuestro espíritu inmortal en vidas milenarias nuestro inconsciente profundo automatiza hábitos, formas de pensar, de sentir y de actuar. Este acervo de experiencias milenarias logra automatizar instintos, impulsos y reflejos, unos condicionados y otros no tanto. 

Este hecho es difícil de transformar si no se es consciente de aquello que queremos modificar para alcanzar una vida más plena, más dichosa y menos sujeta a los errores y equivocaciones a las que nuestras deficiencias morales nos impulsan.

Conocer cómo somos, el famoso nosce te ipsum de los antiguos griegos, es el primer paso para querer cambiar nuestro interior mejorándolo, y de esta forma consiguiendo un mayor progreso y evolución de nuestra alma.

Pero esto no es tan fácil como pueda parecer; son muchos los fallos cometidos, las persistencias en los mismos errores vida tras vida, y esto condiciona fuertemente nuestros impulsos internos a la hora de tratar de cambiarlos por otros más acertados. 

Los hábitos buenos o malos arraigan de la misma forma en nuestro interior, y se retro-alimentan cuando en las reencarnaciones nuevamente se nos presentan las pruebas que necesitamos superar, y debido a las fuertes inclinaciones automatizadas en nuestro inconsciente volvemos a actuar mediante reflejos condicionados sin reflexionar, ni siquiera pensar en lo adecuado de actuar de tal forma o de otra.

Así pues, lo primero es conocernos a nosotros mismos; lo segundo, percatarnos de la necesidad imperiosa que tenemos de mejorar debido a los perjuicios que nuestro propio carácter -reforzado interiormente durante siglos- ha automatizado. Y en tercer lugar, favorecer la reflexión y el análisis antes de actuar, para evaluar con arreglo a nuestra conciencia si es correcto actuar de la forma en que nuestra mente y emociones nos impulsan a hacerlo.

El darse cuenta de esta realidad significa tomar las riendas de nuestra vida de forma consciente, sin dejarnos llevar por pensamientos o emociones perturbadoras, que a veces son patrimonio nuestro y en otras muchas ocasiones son inducidas por otras mentes u otras conciencias que sintonizan con nuestros instintos más primarios procurando alimentarlos o reforzarlos.

Después de la reflexión es cuando podemos asegurar que el “aire limpio de nuestra auténtica conciencia” viene a barrer los ambientes contaminados y los humos nefastos de nuestra naturaleza interior. Cuando hablamos de auténtica conciencia nos referimos a aquella que forma parte de nuestra esencia inmortal desde que somos creados por Dios. Es aquella estrella limpia, esclarecida y certera que constituye la esencia de nuestro espíritu inmortal, donde el Creador ha dejado su huella impresa, la huella de sus leyes inmutables y perfectas.

Cuando somos capaces de alcanzar esa guía es como el aire limpio que viene a airear la contaminación acumulada tras siglos de errores, equivocaciones y tropiezos en el camino de la evolución y del progreso.

Es una guía que se encuentra en el interior de cada uno de nosotros, y para alcanzarla hemos de poner en marcha la fuerza más poderosa del ser humano: La Voluntad. Cuando somos capaces de poner esta última al servicio de nuestro progreso y mejoramiento moral, el camino es el correcto, y con ello comenzamos a limpiar aquellas sombras, aquellos aires contaminados que nuestras pasiones y vicios han automatizado en nuestro interior en vidas y vidas de dolor y sufrimiento.

Aquellos que son capaces de dejar entrar en sus vidas el aire limpio que supone el conocimiento de las leyes transcendentes de la vida, comienzan a abrir su conciencia a nuevas perspectivas de limpieza, rectificación y corrección. No debemos olvidar que el mundo y las experiencias de la vida están siempre en continua transformación, y que todo cambia.

Tanto es así que en una sola existencia un mismo hombre puede alcanzar diversas identidades o personalidades, mejorándose constantemente. Lo único que no podrá cambiar es su individualidad, pero su personalidad puede modificarse siempre hacia mejor; de hecho, en las diversas etapas de la vida solemos cambiar de formas de pensar y de sentir, así como también de priorizar unas cosas u otras como los aspectos más importantes de la vida.

 En el momento en que hacemos esto nuestra personalidad cambia, nuestros objetivos también, y con ello, si acertamos en la dirección correcta, somos capaces de mejorar notablemente nuestra personalidad, alcanzando de esta forma una mayor conciencia de la realidad de nuestra esencia inmortal y de la tarea que hemos venido a realizar.

La invitación a dejar entrar el aire limpio en nuestro interior es la manera de ir debilitando las oscuridades del pasado, transmutándolas por luces en el presente y estrellas luminosas en nuestro mañana. La estrella de nuestra propia conciencia libre de impurezas, de vicios y pasiones esclavizantes que nos sumergen en vidas de dolor y de rescates sufrientes que la ley de causalidad nos devuelve como retorno de los actos equivocados del pasado.

Imaginemos una tela de lino, blanca y resplandeciente (nuestra conciencia sencilla, tabla rasa sin experiencias y creada por Dios), y sobre ella vamos dejando las marcas de nuestras acciones, pensamientos y sentimientos. Cuando estos son repetidos y de baja condición, la suciedad se acumula, el lino se mancha y cada vez que repetimos estos actos a lo largo de las reencarnaciones la naturaleza de la mancha se hace cada vez más fuerte, más difícil de limpiar. Si por un momento somos capaces de invertir esta tendencia y corregimos el hábito pernicioso, por el contrario, el producto de limpieza (nuestra voluntad puesta al servicio del bien y el cumplimiento de las leyes divinas) no sólo consigue diluir la suciedad, sino que permite que las obras de bien que somos capaces de realizar ahora brillen y destaquen en el lino blanco. 

Con ello, nuestra conciencia retoma su pureza original, pero ahora ampliada y abrillantada con las experiencias positivas que le permitirán abandonar la suciedad y el ambiente mórbido y deletéreo que el aire contaminado de nuestros vicios y pasiones nos produce creando un poso malsano de polución en el interior de nuestra alma.

Estos ejemplos no son más que una alegoría para comprender que nuestro espíritu inmortal está en continuo proceso de transformación y cambio hacia el progreso, y que si somos capaces de airear nuestra conciencia de esa polución malsana sedimentada en nuestro interior y que pugna con salir y perjudicar nuestro avance evolutivo en el camino hacia la perfección, estaremos dando el impulso necesario hacia la dicha y la felicidad presente y futura.

Propongámonos hacerlo, pues la ley de causalidad nos devolverá ciento por uno en paz interior, armonía, dicha y plenitud, al propio tiempo que iremos consolidando en la profundidad de nuestro inconsciente milenario los hábitos del bien y del amor que necesitamos para alcanzar la lucidez mediante la fuerza de nuestra voluntad y la confianza en Dios, cuya impronta y semejanza para identificarnos con ÉL, dejó en nosotros al darnos la conciencia brillante, limpia y clara.

Aire limpio por: Benet De Canfield

Psicografiado por Antonio Lledó

2023 © Amor, Paz y Caridad

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