UNA BÚSQUEDA SUPERIOR

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Una búsqueda superior

“Pedid y se os dará” “Buscad y hallaréis”.

El ser humano en su recorrido evolutivo, tanto encarnado como desencarnado, tiene necesidades de todo tipo, carencias, dudas a resolver. Son las circunstancias propias del camino. Siempre estamos necesitados de algo y con el concurso del trabajo personal, del esfuerzo, de las pruebas, estas circunstancias se pueden ir supliendo con la ayuda permanente de lo Alto.

Como nos indica el propio Allan Kardec: (*) “En la infancia de la Humanidad, el hombre solo aplica su inteligencia para buscar el alimento y los medios de preservarse de la intemperie y defenderse de sus enemigos; pero Dios le ha dado más que al animal; el deseo incesante de mejorar”

Esa incesante búsqueda es la que le ha llevado al progreso en casi todas las facetas humanas; en el aspecto científico, tecnológico, filosófico; sin embargo, todavía no lo ha sido apenas, en el aspecto moral y espiritual. Es por ello que la búsqueda y la solicitud de ayuda es algo consustancial al propio ser. Es imposible caminar solos porque estamos destinados y preparados para vivir y compartir en sociedad.

A través de la oración sincera, no mecánica, de corazón, podremos sintonizar con los planos que se encargan de ejecutar la Voluntad de Dios, una voluntad sabia, misericordiosa; llena de amor hacia todos sus hijos. De tal modo que, aquello que podamos solicitar nos vendrá del modo más adecuado a nuestras necesidades evolutivas, no siempre, del modo en que nos gustaría, puesto que la Sabiduría Divina conoce mejor que nosotros aquello que necesitamos en cada momento. Podremos pensar con la posible respuesta, varias opciones según los resultados:

La primera: ¡Se ha resuelto felizmente!

Segunda: La ayuda es insuficiente para las expectativas que teníamos puestas.

Tercera: Parece que no nos han hecho caso, el problema o necesidad no se resuelve.

En cualquier caso y escenario, la ayuda nos va a llegar. El problema se encuentra en la estrechez de miras, en nuestra incapacidad material para entender los procesos a los que estamos sometidos, en base a nuestras necesidades evolutivas del momento.

Hay que valorar que no se nos pueden retirar siempre lo que consideramos como “males”. A todos nos gustaría gozar de perfecta salud, de poseer muchos bienes que nos aportasen tranquilidad, de un buen trabajo, una buena familia sin conflictos y que nos quiera incondicionalmente, etc., etc. Es posible que se tenga todo, o parte, o quizás nada; pero esto es consecuencia de muchos factores evolutivos, espirituales, que hay que aceptar serenamente, tratando de encontrar el mensaje, la propuesta de trabajo espiritual que lleva implícito nuestra situación actual. No existe el acaso, la suerte, tampoco un determinismo ciego y absoluto. Todo tiene una motivación, un porqué para trabajar espiritualmente con los elementos que la vida nos presenta.

Si es con una enfermedad, para luchar para aceptarla y superarla; si es con la carestía material, para trabajar la paciencia, la fe, esforzarse más sin revelarse ni venirse abajo; si es por compañeros, familiares o conocidos conflictivos que nos hacen la vida difícil, para que sepamos perdonar, ser tolerantes; usar la inteligencia para analizar la forma de revertir la situación si fuera posible. Movilizar en definitiva, los recursos morales adecuados para actuar con sabiduría.

Si por el contrario, se nos ha dado todo; una vida sin necesidades y en un ambiente confortable y privilegiado,  no es para uso y disfrute exclusivo de uno mismo, sino también para actuar con sentido de la responsabilidad, sabiendo usar bien aquel legado que se nos concede para administrarlo con sabiduría, buscando el bien general y el usufructo adecuado, ya que se trata de una concesión provisoria que algún día tendremos que dejar aquí, en este plano físico, y del que tendremos que dar cuentas a quien se lo debemos todo. No es una prueba fácil puesto que muchos se dejan seducir por las pasiones, dejándose arrastrar por las tendencias materiales, cayendo en el abuso egoísta, pasando de “poseedores” a “poseídos” por esos mismos bienes.

Por todo ello y tal como nos enseña la ley de la reencarnación; traemos al mundo un programa de realizaciones, de experiencias que necesitamos vivir. Conocemos dicho programa antes de encarnar y nos preparamos para ello; normalmente es el que nos aconsejan los guías espirituales para un mayor y pronto progreso. Lo cual no significa que no podamos pedir ayuda, esclarecimiento, fuerza espiritual, luz a nuestro entendimiento para comprender y poder aceptar las vicisitudes, los retos que la vida nos propone, o para que nos sean suavizados.

Todo es absolutamente transitorio, tenemos las herramientas del conocimiento espiritual, del legado moral que el Maestro Jesús nos confirió para aplicarlo en nuestras vidas, como guía indispensable para orientarse adecuadamente y de ese modo cometer los menores errores posibles; aplicando en nuestras vidas  la ley universal del amor y  la reforma interior fruto del autoconocimiento.

Tenemos el discernimiento, la inteligencia pero también hemos de desarrollar la fe y la humildad para valorar y “buscar” las respuestas a los interrogantes que nos pueda plantear la vida, buscando su auténtico sentido. La vida en sí, es un desafío maravilloso. Si somos capaces de encontrarle su significado profundo y podemos encontrar las respuestas a lo que somos, cual es el camino y el papel que nos toca jugar en este escenario evolutivo, podremos alcanzar la plenitud, la felicidad (relativa), para caminar seguros hacia la meta que nos propongamos.

Tampoco se nos puede eximir del trabajo, del esfuerzo personal. No existe progreso, avance significativo si no viene secundado por la propia voluntad, por un deseo verdadero y un esfuerzo constante por mejorar.

Por lo tanto, no estamos solos nunca ni desamparados, es por ello que el Maestro nos propone  “buscar para encontrar y pedir para que se nos pueda dar.”

 

Una búsqueda superior por:   José M. Meseguer

© 2016, Amor, Paz y Caridad

 

(*) El Evangelio según el Espiritismo; Capítulo XXV; 2.

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