¿Existe relación entre el suicidio y la reencarnación? ¿Hay tendencias suicidas procedentes de vidas anteriores? ¿Cómo influye y condiciona el suicidio en las vidas posteriores? ¿Las vidas truncadas por el suicidio se retoman en el futuro?
Son muchos los interrogantes que podemos plantear respecto a la influencia del acto suicida en la evolución del alma. Y este es un aspecto que trasciende la vida física, prolongándose sus efectos en vidas posteriores. Por ello, hemos planteado arriba algunas preguntas que intentaremos aclarar, sabiendo ciertamente, que otras muchas quedarán sin respuesta por falta de espacio a la hora de abordarlas.
La vida es la constante principal del Universo que fluye en toda manifestación o realidad que podamos contemplar, sea animada o inanimada. Todo es vida, traducida en energía e información según las últimas investigaciones de la física cuántica, y derivada de la sustancia primigenia universal que Allán Kardec denominó como Fluido Cósmico Universal (FCU). De aquí; de esta única sustancia creada por Dios, se derivan las diferentes manifestaciones de vida, unas ponderables y otras imponderables, unas visibles y otras invisibles, unas materiales y otras espirituales.
El ser humano, como espíritu encarnado, es energía purísima e infinita desde que es creado por Dios. Y como tal, trasciende las vidas físicas para perpetuarse en el tiempo y en el espacio, acompañando su propia evolución bajo su libre albedrío. La reencarnación no es más que la herramienta de la que precisa en sus primeras etapas evolutivas para evolucionar y alcanzar las experiencias que necesita superar para pasar del primitivismo ancestral de sus primeras encarnaciones a los mundos de luz y felicidad que le esperan, cuando se dispone a mejorarse moral e intelectualmente mediante su esfuerzo en el bien y en la superación de las pruebas que lo forjan y lo preparan para la dicha y la plenitud.
Así pues, todo entorpecimiento, retraso, obstáculo o acción equivocada que retrasa su proceso evolutivo lleva aparejado la consecuente tasa de rectificación que a veces supone sufrimiento o perturbación. El suicidio es sin duda uno de los mayores entorpecimientos en la evolución del espíritu; porque ello supone, no solo la negación de la vida creada por Dios, sino el mayor atentado que podamos realizar contra nosotros mismos comprometiendo nuestro futuro inmediato durante bastante tiempo y exigiéndonos la ley de causa y efecto una cuota de reparación, arrepentimiento y expiación dolorosa y frustrante, proporcional a las consecuencias de la falta cometida.
Es pues muy evidente la relación entre suicido y reencarnación cuando el primero supone el obstáculo mayor para el progreso adecuado del alma a través de las experiencias de la carne. El suicida se ve frustrado al descubrir que no ha acabado con su vida sino que esta continúa en el mundo espiritual; comprobando que las consecuencias de su acto le van a suponer un retraso evolutivo y un estancamiento impregnado de dolor moral, frustración y sufrimiento físico en nuevas reencarnaciones que le sirvan de rectificación.
Contestando la segunda pregunta de la introducción avanzaremos que, efectivamente, hay espíritus que se suicidaron, y ante una nueva reencarnación en la que vienen a superar la prueba que les indujo al suicidio, vuelven a caer en la misma situación debido a las tendencias suicidas que albergan en su interior. Esta circunstancia vuelve a colocarlos en difíciles débitos morales ante las leyes de Dios, y nuevamente volverán en vidas posteriores en condiciones mucho más difíciles, donde no tengan oportunidad de suicidarse por su propia mano, reencarnando en cuerpos deformes o deficientes de los que no puedan valerse por sí mismos a la hora de quitarse la vida.
Es la solución que la providencia divina coloca para los reincidentes; ante la imposibilidad de quitarse la vida por sí mismos, viven una nueva reencarnación de sufrimiento y dolor en la que rescatan deudas del pasado y al mismo tiempo no tienen la oportunidad de reincidir en la falta cometida.
A veces, esta reencarnación es casi inmediata a la anterior en la que se quitó la vida. Reencarnando casi automáticamente, y guiado por espíritus de bien que le facilitan la nueva llegada a la carne en la que se sumerge sin saber apenas qué le acontece, pierde la conciencia de su etapa anterior y queda a expensas de las circunstancias previstas de antemano por los mentores que le ayudan, sin que él lo sepa.
Otras veces, después del sufrimiento aparejado que comporta el suicidio en el plano espiritual, y cuando ya ha sido consciente de su situación y se prepara debidamente durante mucho tiempo, intenta volver a reencarnar plenamente concienciado del valor de la vida, a fin de que, cuando la prueba se le presente, pueda resistir la tentación que le llevó a quitarse la vida y superar esta circunstancia.
Por otro lado, la influencia del suicidio en vidas posteriores es enorme. No solo condiciona las características físicas, biológicas o de salud del nuevo ser que reencarna, sino que también afecta a las relaciones con los espíritus a los que perjudicó cuando se quitó la vida en una existencia anterior.
Por ejemplo: el padre que se suicidó y abandonó a sus hijos, condenándolos a la miseria o el hambre, tendrá una deuda que saldar con esos espíritus a los que perjudicó. Si los hijos son espíritus con capacidad de perdón podrán ayudar a este espíritu, brindándole la oportunidad de un nuevo hogar donde entre todos le ayuden a valorar la inmensa oportunidad que supone una existencia en la carne para la evolución del alma, retomando y fortificando lazos de afecto entre ellos.
Si son espíritus de baja condición moral, podrán ejercer el papel de obsesores, intentando cobrarse mediante la venganza el daño que aquel les produjo, de forma que si están desencarnados lo buscarán para inducirle de nuevo al suicidio a fin de perjudicarle todo lo posible. Y si son espíritus reencarnados que pueden ofrecerle la oportunidad de venir en su familia, es muy probable que el rechazo y el odio que sienten por ese espíritu los lleve a practicar el aborto e impedir que goce de esa oportunidad de rectificación en la carne.
En el aspecto físico-psicológico, las huellas que el acto suicida deja impresas en el periespíritu acompañan al suicida después de la muerte y en la nueva reencarnación. No debemos olvidar que el periespíritu no muere y se marcha con el espíritu después de la muerte física. Esto supone que, cuando viene a reencarnar de nuevo, ese periespíritu que junto al cerebro se deformó y deterioró por el disparo en la sien (ej.) traerá múltiples malformaciones que se reflejarán en el área cerebral del cuerpo que vuelve a reencarnar, impregnando en las células cerebrales patologías y deficiencias cognitivas, parálisis, enfermedades degenerativas tempranas, síndrome variados y otros graves efectos que moldearán su cerebro afectando su capacidad cognitiva y salud mental.
Otro ejemplo. Si el espíritu reencarnante se quitó la vida por ahorcamiento, el periespíritu deformado en esa área imprimirá en la zona pulmonar, garganta y pecho los deterioros correspondientes, y la persona experimentará problemas respiratorios agudos, enfermedades pulmonares y de garganta, afecciones, patologías crónicas, incluso cánceres que eclosionarán en esa área tempranamente o más adelante con la edad.
Podríamos seguir dando ejemplos (*), pero es más que suficiente para comprender cómo son algunas consecuencias que conlleva el suicidio en las próximas reencarnaciones. Las influencias y condicionamientos de nuestros actos tienen su repercusión en nuestro propio futuro, y cuando nos referimos al hecho de que habrá que rectificar mediante el sufrimiento el atentado contra la vida, hacemos referencia a la dificultad de enfrentar las nuevas pruebas de la próxima reencarnación, bajo estos condicionantes más difíciles de los que tuvimos en aquella otra vida en la que nos suicidamos sin tener estas dificultades que ahora nos perjudican mucho más.
Y respecto a la última pregunta de la introducción afirmaremos con rotundidad que, como bien explica Allán Kardec «las vidas sucesivas son solidarias entre sí» y aquellas que se truncaron por suicidio pueden ser retomadas por los mismos espíritus en otros cuerpos en próximas reencarnaciones. Existe una continuidad, y en muchas ocasiones, espíritus que se vieron involucrados en actos suicidas vuelven a reencontrarse en otro ambiente, bajo otras circunstancias, asumiendo roles diferentes, pero todos ellos con la misma pretensión espiritual: rectificar el grave error cometido en su día al atentar contra la vida, inducir al suicidio, colaborar con ello, alentarlo, etc.
En el aspecto del progreso, muchos espíritus que tienen ya alguna evolución y son capaces de ayudarse mutuamente, bajan de nuevo, reencarnan junto a aquel que se quitó la vida para ayudarle en su experiencia dolorosa o traumática, apoyándolo en los momentos de crisis, donde su inconsciente corre el peligro de aflorar la tendencia suicida. Y allí están aquellos que lo aman, que saben orientarlo, darle ánimos y ayudarlo para solventar la durísima expiación que precisa superar, a fin de reorientar su progreso moral y su evolución de nuevo en los rumbos del equilibrio, el amor por la vida y la renuncia a la rebeldía y la amargura que supone el acto suicida.
Para terminar, y como hemos visto, la reencarnación es el lenitivo que permite al alma saldar sus deudas y seguir caminando rumbo hacia la luz, la dicha y la plenitud a la que estamos todos destinados. El tiempo es relativo; solo importa el esfuerzo que hacemos por mejorar, y cuando las pruebas y expiaciones vienen a visitarnos en una vida física, debemos dar gracias a Dios por permitirnos aceptarlas y sobrellevarlas con resignación dinámica, paciencia y fe. Pues nadie sufre nada que no merezca salvo el mal involuntario que proviene de otros, y que deberemos perdonar para no caer en las redes del odio y el resentimiento que nos conducen a nuevos episodios de aflicción.
Si somos capaces de sobrellevar con la actitud correcta el mal que nos alcanza, sin caer en venganzas ni odios, seremos privilegiados con la fortaleza interior, el equilibrio y la paciencia que nos servirá enormemente para liberarnos de cualquier tendencia suicida. Y si a ello le añadimos la confianza irrestricta en Dios, sabiendo que nada acontece sin un motivo superior, nuestro espíritu se verá iluminado con la serenidad y la dicha necesarias para afrontar cualquier dificultad, incluido el tránsito al otro lado de la vida al que todos estamos abocados.
Suicidio y reencarnación por: Antonio LLedó Flor
©2022, Amor, Paz y Caridad
“La calma y la resignación resultantes de considerar la vida terrestre y la fe en el porvenir, dan al espíritu una serenidad que es el mejor preservativo contra la locura y el suicidio”
A. Kardec, E.S.E., cap. V
(*) Los ejemplos detallados son de carácter genérico y no podemos atribuirlos a todos los casos. No siempre las consecuencias del suicidio tienen las mismas repercusiones. En cada caso es particular y la intención del acto y las circunstancias producen notables variaciones en la proporcionalidad de la reparación y la falta.