Culturas, personajes, estadísticas y citas
Para terminar esta amplia sección de veinticuatro artículos dedicados a la ley de las vidas sucesivas, también conocida como reencarnación, nos proponemos como conclusión un resumen breve de la presencia histórica de esta ley en diferentes sociedades y personajes. Al tratarse de un principio universal, la reencarnación ha sido conocida desde antiguo por la mayoría de las culturas y los pueblos de la Tierra. Han sido muchos los personajes que la han explicado, defendido y divulgado.
Debíamos terminar haciendo referencia, aunque sea sucintamente, a muchos de estos pensadores y guías de la humanidad y a la importancia que tuvieron en el conocimiento de sus pueblos, en el desarrollo espiritual de los mismos y en la cosmovisión que desde el punto de vista espiritual alcanzaron al comprender, cada cual con sus características y particularidades, al respecto de la importancia de esta ley.
Comencemos pues un breve repaso histórico de algunos de los pueblos de la Tierra que han tenido la reencarnación en la base de sus doctrinas espirituales, religiosas o culturales. Como bien es sabido, los códigos civiles y leyes de los pueblos antiguos iban íntimamente unidos a los códigos religiosos que mantenían, de aquí que la división entre códigos de derecho y religiosos apenas existía; la religión ocupaba un lugar principal y regía las costumbres y la mayoría de los códigos civiles.
De aquí se deduce que las implicaciones de las doctrinas espirituales de los pueblos de la Tierra tenían un reflejo importante en el comportamiento social y cívico de cada sociedad, y por ello, los cultos, rituales y creencias religiosas eran aceptados como norma social y cívica de comportamiento superior.
De lo anterior se derivaron muchas de las actitudes psico-sociológicas de muchos pueblos antiguos ante la vida, ya que la creencia en la inmortalidad del alma y la vuelta a la vida mediante la reencarnación impregnaba a los pueblos que la sustentaban de una actitud ante la vida muy diferente a la de aquellas otras civilizaciones que no contemplaban la continuidad de la vida después de la muerte y su regreso al mundo físico. Muchos de estos pueblos desarrollaron actitudes de resiliencia y aceptación ante las dificultades, entendiendo que sus aflicciones podían ser una expiación por faltas cometidas con anterioridad (en otras vidas), y que la actitud ante las mismas debía de ser de fortaleza, abnegación y resignación, lejana a la rebeldía, pues de lo contrario la próxima vida les sería infeliz e incluso sufriente al no haber solucionado sus débitos con la ley del karma o de causa y efecto.
La creencia en la metempsicosis (vuelta a la vida en cuerpos de animales), errónea por otra parte y derivada de una distorsión en la concepción de la reencarnación para calmar las actitudes belicosas y violentas de sociedades primitivas, contribuyó enormemente a esta concepción. Y así se afirmaba erróneamente que, si se actuaba mal en una vida, la ley del karma se encargaría de que en la próxima venida a la Tierra el alma podría reencarnar en el cuerpo de un perro, una vaca, un tigre o cualquier otro animal. Con ello se amedrentaba en cierta forma al pueblo y con ello invitaban a llevar una vida digna, alejada de la violencia y las pasiones descontroladas. Era este un método de controlar los impulsos salvajes y violentos de sociedades primitivas, tal y como en occidente también aconteció con la doctrina de las penas eternas y el miedo al infierno que todavía hoy sustentan algunas religiones como dogma.
La escuela pitagórica creada en la magna Grecia por el gran filósofo y matemático Pitágoras, s. VI a.C., que recogió tradiciones religiosas del oriente, enseñaba la metempsicosis al vulgo. Mientras tanto, a los iniciados se les explicaba con claridad la ley de las vidas sucesivas, desmitificando el concepto de la metempsicosis y anulando sus consecuencias respecto al futuro del hombre que, una vez reencarnado como tal, nunca más volvería a tomar ningún cuerpo de animal, continuando siempre su progreso en reencarnaciones con forma humana hasta la total liberación del alma del proceso reencarnatorio, cuando se hubieran superado las pruebas y expiaciones que el alma necesita solventar en los mundos físicos.
Mucho antes de Pitágoras, los magos caldeos, los hierofantes egipcios y los sacerdotes induístas, budistas y de distintas religiones orientales en China y Japón ya conocían y aplicaban las consecuencias de esta ley en sus códigos civiles y religiosos.
Posteriormente a Pitágoras, la Grecia clásica de Pericles con los grandes filósofos como Sócrates, Platón, Aristóteles, y antes de ellos algunos pre-socráticos como Anaxágoras, Parménides, Heráclito y otros muchos, ya contemplaban la ley de las vidas sucesivas como un hecho evidente de la justicia de los Dioses para con el hombre, aunque la mayoría de la sociedad, ignorante, analfabeta e inculta, no estuviera en condiciones de entender su elevado significado y profundidad para el desarrollo y evolución del alma humana.
Después de Grecia llegó Roma, donde poetas como Ennio, Virgilio, Ovidio y otros muchos como el abogado y filósofo Cicerón, mantuvieron viva la concepción de la vuelta a la vida en muchos cuerpos. Y entre todos ellos, diferentes corrientes anteriores (órficos y pitagóricos) y posteriores al cristianismo, como los neoplatónicos, los gnósticos, etc., también fueron defensores a ultranza de esta ley universal que era conocida en algunos casos por el pueblo llano y en otros se les negaba ese conocimiento, quedando únicamente en manos de los sacerdotes o iniciados.
Esto último aconteció con el desarrollo del cristianismo hasta el siglo IV, donde por la visión política de Constantino, emperador de Roma, la Iglesia se unificó con el imperio romano, perdiendo muchas de las cualidades y esencias del mensaje de Jesús en beneficio de intereses políticos y espurios de los hombres que la dirigían.
Sin embargo, hasta ese siglo IV, grandes filósofos, sacerdotes, obispos y padres de la iglesia primitiva mantenían en sus escritos el mensaje del Maestro de Galilea sobre la reencarnación. Clemente y Orígenes de Alejandría, entre otros, allá por los siglos II y III d.C. fueron notables en la defensa de la pureza del cristianismo primitivo que tenía en la reencarnación la clave de la justicia divina y del mensaje consolador del Maestro ante las aflicciones y los sufrimientos de la vida presente y futura.
No debemos ni podemos extendernos más en este impreciso, escueto y sencillo resumen de la presencia de la reencarnación en las diferentes culturas, pueblos y sociedades de la historia de la Tierra.
Y sabiendo con certeza que somos los mismos que fuimos ayer, en otras vidas, animando diferentes personalidades a lo largo del tiempo, no debería de extrañarnos que hoy, en pleno siglo XXI, la idea de la reencarnación es un concepto transversal que se encuentra en la mayoría de los pensamientos y creencias de los habitantes de la Tierra, entre muchos que profesan religiones distintas o que se declaran agnósticos.
Esto nos confirma que somos los mismos que fuimos, evidencia la realidad del inconsciente colectivo en el interior del alma humana, y de cómo distintos arquetipos (uno de ellos la reencarnación) sobreviven fuertes y pujantes en nuestro interior como herencia del pasado, sea cual sea nuestra militancia ante la religión, la espiritualidad o el ateísmo.
Los últimos estudios estadísticos sobre el tema así lo confirman. Hace apenas veinte años, la empresa Gallup en Estados Unidos realizó un estudio preciso y profundo en el que casi un 70% de los norteamericanos creían en la reencarnación, independientemente de su religión o ateísmo. En Europa se realizaron estudios similares algunos años después, llegando a la conclusión de porcentajes similares. Estamos hablando de la parte del mundo donde la religión judeocristiana apenas menciona este concepto en sus teologías.
Extrapolando estas conclusiones al oriente, donde la reencarnación siempre ha formado parte de la herencia religioso-cultural de la mayoría de los pueblos de Asia, obtenemos el resultado de que la mayoría de la población de la Tierra conoce al menos en qué consiste esta ley, con sus distorsiones o diferencias, y lo que es más importante, hay más población mundial que acepta la reencarnación que aquellos otros que la rechazan o la niegan.
Confirmando las explicaciones dadas, y para cerrar definitivamente este trabajo, detallamos a continuación algunas de las citas más relevantes en torno a las vidas sucesivas explicadas a lo largo de la historia por grandes maestros de la espiritualidad y guías de la humanidad que, en las distintas culturas y con dispares pensamientos y teologías, sin apenas relación entre ellos, vislumbraron parte de esa verdad una que la ley de la reencarnación contiene, al ser parte de la verdad de las leyes de Dios que, de forma ordenada y armónica, dirigen la evolución del alma humana hacia su destino final: la plenitud y la dicha permanente colaborando con el pensamiento divino en la propia creación y construcción de la vida y el universo.
«El Alma humana aparece muchas veces en el escenario de la vida física, en cuerpos diferentes. Es una de las grandes verdades de la Ley Eterna». Jesús de Nazaret
«La única diferencia entre vosotros y yo, es que yo recuerdo mis vidas anteriores». Buda (Sidharta Gautama)
«Después de la muerte, el daimon (espíritu-guía) que nos ha sido destinado durante nuestra vida, nos conduce a un lugar donde se reúnen los que han de ser juzgados. Las almas, después de haber permanecido en el Hades (mundo del espíritu) el tiempo necesario, vuelven a ser conducidas a esta vida en la Tierra en numerosos y largos periodos». Sócrates
«A la mayoría de las personas les recordaba la vida pasada que su alma había experimentado antaño, antes de vincularse al cuerpo que tenían. Además, conocía su propia alma, cuál había sido su cuerpo en vidas anteriores y ofrecía pruebas evidentes de ellas». Porfirio sobre Pitágoras
«Así como el alma residente en el cuerpo material pasa por las etapas de infancia, juventud, virilidad y vejez, así a su debido tiempo, pasa a otro cuerpo y en otras encarnaciones volverá a vivir y desempeñar una nueva misión en la Tierra». Krisna, en diálogo con Arjuna en el Bhagavad-Gita
Conclusión por: Antonio Lledó Flor
©2022, Amor, Paz y Caridad
Con este artículo Conclusión terminamos esta sección Vidas sucesivas.