La razón no es sólo una de las facultades del ser humano que nos ayudan a comprender el porqué de las cosas, sino que ha de ser una actitud interior de cómo enfocar nuestra vida, es decir que razón y razonabilidad han de ir unidas.
La razón no es una situación límite en donde apenas se tienen dos opciones, tener la razón o dejar de tenerla, sino que es algo mucho más amplio como que nos ha de hacer entender lo que es justo, de lo que no lo es.
El llegar a ser una persona razonable, es algo que aglutina diferentes aspectos en nuestra personalidad, como por ejemplo es el no dejarse llevar por las apariencias, saber llegar al fondo de las cuestiones, tener en cuenta más que los hechos las intenciones, ser paciente para poder observar y estudiar las cuestiones en toda su amplitud y sobre todo estar imbuidos por un sentimiento de comprensión y de estimación de las personas.
Para llegar a ser razonables no es preciso dejarse llevar sólo por la razón, hay que ir un poquito más allá, por encima de todos los razonamientos posibles están los sentimientos, están el amor y la caridad y el deber de todo ser humano de servir de ayuda y de consuelo a sus semejantes. Si no nos ponemos en el lugar de nuestros semejantes difícilmente vamos a poder saber qué es lo que necesita y en la manera y forma que debemos ayudarles.
Ser razonable implica como digo ser paciente, estar más dispuesto a escuchar que a hablar, y algo muy importante “saber ceder”, el que sabe ceder a tiempo y dejar su razón a un lado demuestra que más que sus intereses le importan los de los demás, y con esa actitud está demostrando tener la razón de su lado y estar espiritualmente muy por encima de quienes no son capaces de adoptar esta postura.
La persona razonable gusta de la comunicación y el intercambio de criterios, asegurándose así que está en buen camino respecto de sus pensamientos y razonamientos, no le importa discutir y poner a examen sus criterios porque lo que en realidad le interesa es llegar a la verdad de las cosas, aclarando así sus convicciones y contribuyendo al esclarecimiento en general de las ideas de cuantos conviven y participan en sus relaciones personales, familiares, etc.
Quien no es razonable, y sólo le interesa “su” razón, no está dispuesto a dar su brazo a torcer, se encierra en sus ideas y sólo busca para comunicarlas a aquellos que comprende que pueden estar en su misma sintonía o que por su debilidad puede convencerles fácilmente para que comulguen con él y así verse fortalecido en sus creencias. Cuando no le interesan otros argumentos que van en contra de los suyos, se irrita y se ofende, mostrándose aún más obstinado y sacando entonces las cosas de contexto, todo menos admitir cualquier razonamiento que le haga variar su posición.
Esta postura ni es noble ni va en pos de la verdad, se escuda en su egoísmo y en su ceguera espiritual no ve más allá de lo superficial de las cosas no pudiendo llegar a entender el trasfondo de las cuestiones y por lo tanto tampoco puede llegar a comprender a todos aquellos que en su afán de esclarecer las cosas van más allá de los hechos materiales.
Para ser razonable hay que estar abierto a las ideas y opiniones de los demás, sabiendo dejar aparcadas las nuestras a un lado para poder analizar lo que otros piensan, sólo así podremos ampliar nuestros horizontes e ir aprendiendo de las vivencias que la vida nos va aportando. Estar abierto es dejar entrar en nuestra razón y corazón esas experiencias que otras personas ya han vivido, personas que por su autoridad moral y por su equidad y rectitud en su comportamiento nos merecen toda la confianza, entonces podemos mediante nuestro razonamiento llegar a asimilar esas enseñanzas, basadas en la experiencia y el conocimiento de otros, y adelantar un buen tramo del camino en nuestro progreso.
Pero para poder llegar a hacer esto hace falta que sepamos despojarnos de la capa de intereses particulares creados que tenemos, que son los que en muchas ocasiones nos impiden aceptar otros criterios y formas de hacer. Si somos capaces de dejar a un lado nuestra visión particular y limitada de las cosas, entramos en el camino de la predisposición para admitir nuevas posturas e ideas, comenzamos a tener la posibilidad de ver otros enfoques y soluciones a las cosas y somos capaces de llegar a ponernos de acuerdo con otras personas con las que al principio era difícil, ya que cada cual tiene sus ideas personales y casarlas con las de los demás es a veces tarea ardua.
En este sentido hemos de partir de un principio básico, que si no se tienen principios espirituales y deseos de progreso es muy difícil de adoptar, y este es el siguiente: “muchas veces se tienen que hacer las cosas de una forma muy distinta a la que a nosotros nos gustaría o quisiéramos que se haga”.
Ser razonables por: Fermín Hernández
© 1998, Amor, paz y caridad