EL APRECIO

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El aprecio

El aprecio por nuestros semejantes es una forma en que se manifiesta el amor que sentimos hacia ellos. El amor se expresa en forma de sentimientos como lo son el reconocimiento, el respeto, la confianza y por supuesto la estima y el afecto que de una forma natural y por simpatía sentimos hacia unas personas más que hacia otras.

El hecho de compartir ideas, proyectos y sobre todo aquellas realizaciones en las que no media el interés económico, el afán de ambición u otros aspectos de carácter materialista, hace que se cree algo especial entre un núcleo de personas, lo que a su vez genera entre ellos un círculo de amistad, de compañerismo y de solidaridad que va más allá incluso de los lazos que por motivos familiares pudieran unirnos.

Sin embargo, a pesar de que por ley natural las personas se unen por esos sentimientos que surgen de forma espontánea y recíproca, fruto de encontrarse en esa misma sintonía de pensamientos y sentimientos, no quita el que tengamos ese deber de apreciar a todas las personas puesto que todos tenemos unos u otros valores positivos, y por supuesto todos hemos venido a la tierra con una misión a cumplir.

Es por ello que enfoco este tema, “el aprecio”, como una norma de conducta que debe acompañarnos siempre para que seamos capaces de ayudar a todas las personas que nos rodean; en su vida diaria, transmitiendoles un mensaje de confianza y de valoración de su trabajo y de sus aptitudes.

Hay particularmente personas que padecen a lo largo de su vida una falta de personalidad, inseguridad, desconfianza en sí mismos, y cosas parecidas, capítulo especial son en este sentido los niños, que necesitan más que nadie encauzar sus pasos y aprender del mundo que les rodea, sentirse estimulados y queridos por los padres, profesores, o hermanos mayores, para que aprendan desde niños a confiar en sí mismos, a sentirse queridos y respetados, y a que sea esa misma norma de conducta la pauta que ellos han de seguir.

Si bien es cierto que “somos lo que pensamos” o que según sentimos y pensamos así obramos, también es cierto que, como decíamos anteriormente, hay personas que debido a su carácter se dejan influir fácilmente por aquellos otros que ven por encima de ellos, o también por lo que creen que los demás piensan de ellos, es decir que el margen de confianza en sí mismos y su autovaloración depende en parte de lo que captan del entorno en el que se desenvuelven. Es por esta razón que cobra gran importancia que sepamos dar esperanza, confianza y animar a que cada persona pueda desarrollar sus capacidades y su personalidad en un entorno de libertad, de posibilidades, que le ofrezca en definitiva la oportunidad de conocerse y de conocer a sus semejantes en un intercambio mutuo de experiencias, sobre las que se vayan perfilando los valores a desarrollar y profundizar, y en el que también se vayan descartando aquellos otros comportamientos que se va viendo que no son positivos y que han de ir superándose día a día.

Para que seamos capaces de amar, de querer y sentir cariño auténtico, para que nos abramos de corazón a una buena amistad, es necesario que nos valoremos y respetemos, que sintamos una autoestima personal pues en la medida en que nos valoremos empezaremos a valorar y sentir aprecio por los demás.

Es por eso que saber tener aprecio por  los demás en lo que valen, ayudarles a que confíen en sí mismos, servirles de apoyo y darles el estímulo necesario para que crean que son capaces de conseguir todo aquello que se propongan, es algo fundamental en la realización que como espíritus encarnados hemos venido a cumplir en la tierra. Transmitir un mensaje de que cuentan con nuestra confianza, saber compartir responsabilidades, hacer sentir nuestra estima y valoración a los demás, son una semilla que hemos de arrojar constantemente hacia todos aquellos con los que convivimos, pues ello además de hacer más fácil y armónica la convivencia, ayuda sobremanera a nuestro desarrollo como seres humanos.

Todos nosotros tenemos imperfecciones morales, una buena amistad consiste en enseñar a descubrir a nuestros amigos sus buenas cualidades y lo mejor de su personalidad, para que aquellos defectos que puedan tener queden eclipsados y por inanición vayan debilitándose y transmutándose por cualidades positivas.

También es importante para esto, por supuesto, señalar los defectos, porque suele ocurrir que por uno mismo es difícil a veces detectarlos, o tomar la resolución de que no nos van a entorpecer en nuestro camino. Pero si nos mantenemos en una buena relación de amistad, apartando de nuestro entorno la envidia, el egoísmo, el afán de protagonismo, y aprendemos a valoramos, a estimularnos y no dejamos que la comodidad se apodere de nosotros, entonces ha de surgir por fuerza ese afecto y estima que se convierten en una fuerza poderosa que hace que no dejen de venirnos ideas y ganas de hacer cosas por los demás. El amor, la amistad espiritual es el mayor impulso que pueda existir para que podamos consagrar nuestra existencia en aras de una labor de altruismo y de servicio al semejante, siendo nosotros los que mayormente salimos beneficiados debido a la gran necesidad de progreso que tenemos.

El aprecio por:  Fermín Hernández Hernández
© 1999 Amor, paz y caridad

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