RESPONSABILIDAD III

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Nuestra escuela, al igual que las antiguas escuelas iniciáticas, señala claramente que, la finalidad que debe perseguir el estudiante, es la de adquirir el conocimiento necesario para su autorrealización y preparación espiritual, que le capacite para avanzar más rápido en el camino del progreso espiritual, de su evolución, que es el verdadero objeto de la vida y vidas humanas; y que constituye la principal responsabilidad de su vida, como espíritu encarnado.

Y esa capacitación puede ser adquirida, mediante la superación de las imperfecciones o aspectos negativos que, como lastre, arrastramos de nuestras vidas pasadas. Condición esa indispensable para poder formar parte de los colaboradores del Cristo en su obra en redención de la humanidad.

Colaboradores del Cristo, son todos aquellos que se esfuerzan en su autorrealización interna y externa, de la que hemos hablado, con la realización interna y la práctica del amor en toda oportunidad, que puede realizarse mediante la asimilación del conocimiento que vamos adquiriendo; nos capacitará para cumplir más con nuestro destino y misión de colaboradores del Cristo, a lo que estamos llamados.

Para ello, necesario es vivir de acuerdo con el conocimiento expuesto en las enseñanzas que venimos recibiendo en esta escuela, las cuales están dentro de la lógica y de las enseñanzas del Mesías, y de todos los grandes enviados; lo que significaría para nosotros, responder a la responsabilidad del conocimiento adquirido.

Desde lo superior, con gran bondad y sabiduría, se nos insiste en la necesidad imperiosa de realizar ciertas superaciones mínimas y practicar el servicio fraterno.

Todos nosotros estamos llamados a cooperar en la obra redentora del Cristo, cada uno dentro de su capacidad que es grandemente mayor que la que nosotros conocemos como humanos.

Realizar, es obligación ineludible de todo estudiante de la ciencia espiritual.

Y responderá a esa obligación, a esa responsabilidad, cuando ponga en práctica diaria los conocimientos adquiridos anteriormente y los que vaya adquiriendo. Responsabilidad que, inútil es pretender eludir o ignorar, ya que la Ley todo lo «registra».

Muchos son los que, en su deseo de saber más, quieren avanzar muy aprisa en el campo del conocimiento espiritual, por ignorar la gran responsabilidad que adquieren.

Penetrar con prisas en el campo del conocimiento, o tratar de adquirir más conocimiento espiritual con el solo objeto de saber para sí, sin hacer el esfuerzo ni logrado las realizaciones personales indispensables; va en perjuicio del propio progreso espiritual. Además, obstaculiza la labor de conjunto que debe efectuarse en el grupo, y cuya responsabilidad puede resultar dolorosa.

Como reza un viejo refrán: «no por mucho correr se llega primero». Pues a medida que se penetra en el estudio de la ciencia espiritual, se intensifica la necesidad de las superaciones y del servicio fraterno, por una mayor absorción de la vibración del amor divino. Siendo pues, más prudente y ventajoso afianzar bien un conocimiento, tantas veces como necesario sea, a fin de lograr la asimilación plena de las enseñanzas, antes de acumular responsabilidades ante la Ley y obstaculizar el trabajo del grupo al cual pudiera ingresarse antes de estar debidamente preparado.

La fase en que cada uno de nosotros se halla en su evolución, la principal responsabilidad que como persona tiene para su realización espiritual, es el perfeccionamiento; comenzando por superar las imperfecciones que, cual lastre, arrastra de las precedentes vidas. Pues, es ese lastre, son esas taras las que impiden la manifestación plena de las fuerzas espirituales que existe en toda persona, en mayor o menor grado y que por desconocimiento de las mismas y por falta de ejercicio, permanecen adormecidas.

¿Conocen las personas sus recursos internos?

¿Conocen, por ventura, la energía, la fuerza que su espíritu contiene?

¿Conoce alguien de lo que es capaz, si con firme determinación se propone?

No. Porque, salvo excepciones loables, generalmente se rehuye la responsabilidad en las realizaciones, por la tendencia al comodismo, al que el ego inferior arrastra a los espíritus débiles. La gran mayoria de las personas prefieren la posición cómoda del menor esfuerzo, de la vida fácil; y con esa actitud, desperdician magníficas oportunidades de progreso. Y esto acontece, no tan sólo en el aspecto espiritual sino con más frecuencia en el aspecto del progreso material humano.

De aquí, puede apreciarse la gran porción de fracasados en todos los aspectos.

Hemos de admitir, que no es tarea fácil. Y ése es el escollo con que tropiezan aquellos que les amarga hacer el esfuerzo necesario para la ascensión.

SEBASTIÁN DE ARAUCO

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