Hay personas en nuestro mundo que prácticamente consiguen todo lo que se proponen alcanzar, mientras que otras hay que andan tras la consecución de un objetivo año tras año y nunca logran los resultados apetecidos, nos hallamos sin duda ante un problema de éxito y eficacia en los propósitos y objetivos que tenemos, mientras que unos siguen una línea que les ofrece los mejores resultados, otros no terminan de acertar en sus decisiones.
Hay algunos aspectos que no podemos pasar por alto si queremos alcanzar con eficacia nuestros objetivos. El primero puede ser tener bien claro lo que queremos conseguir. Para poder volcar nuestras energías y todos nuestros recursos sin malgastar fuerzas y tiempo es preciso que establezcamos ciertas prioridades y preferencias, según sean nuestros propósitos e ideales. Así podremos trazar el camino a seguir y elaborar una estrategia que nos permita llevar a cabo el mejor plan para lograr con el menor esfuerzo y lo antes posible nuestros objetivos.
Si a ese fin no tenemos las ideas claras es fundamental que hagamos primero un examen de conciencia para adquirir la seguridad de que eso y no aquello es lo que nos interesa, como también recurrir al consejo y ayuda de aquellas personas que por su trayectoria comprendamos que nos puedan ayudar en ese objeto.
Para ello es importante que seamos objetivos, es decir que pongamos los pies en el suelo para saber establecer la realidad que vivimos, hemos de ser francos y sinceros con nosotros mismos, saber discernir de toda la confusión y desequilibrio que rodea nuestra verdad y de ese modo apartar de nuestra mente y corazón aquello que nos lleve al autoengaño o a un camino fácil que en verdad no es el que nos interesa. Hemos de aprender a ver las cosas tal como son, con objetividad, hemos de saber aceptar la realidad de nuestro entorno, de nuestro auténtico yo y aprender a percibir lo que nuestra conciencia y nuestro espíritu nos dicta, como fiel juez y severo de los pasos que damos cada día de nuestra vida. Si no somos capaces de aceptar esta realidad, ignorándola, difícilmente vamos a encontrarnos bien y a sacarle buen partido a las experiencias que vivimos, ya que estamos engañándonos a nosotros mismos. En ese caso hay que resaltar que son muchas las personas que viven a espaldas de lo que les dice su razón y su corazón y sólo se dejan llevar por sus gustos, es decir por su egoísmo y otros defectos no logrando progresar nunca en el apartado espiritual que es el que a nosotros nos interesa.
Otro aspecto a resaltar es aprender del camino que otros llevan ya adelantado, de su ejemplo, de sus consejos, del diálogo que surge espontáneamente entre amigos y en el que se muestran los aciertos y errores que unos y otros han tenido, diálogo en el que se comentan las vivencias del día a día, los problemas, las alegrías, los proyectos, es decir todo, es como un filtro en donde volcamos nuestros hechos y entre unos y otros sacamos las mejores conclusiones. En este apartado hay que hacer justicia y resaltar lo mucho que se puede aprender de los demás, y el gran salto que podemos dar si sabemos sacar lo mejor de cuanto puede enseñarnos la experiencia ajena para llevarla a la práctica y conseguir ir con paso más seguro en pos de nuestros objetivos.
En este sentido es bueno recordar una frase antigua de la cual desconozco su autoría: “Sólo el necio necesita aprender de sus propias experiencias”. Ampliando así la frase Bernabé Tierno, “El que tiene vocación de sabio, el verdaderamente inteligente, aprende de la experiencia de los demás”. Es cierto ¡cuánto más se puede aprender si tenemos en cuenta las experiencias de los demás! Así es la vida, quienes se empeñan en ir solos sin aprender de los demás, creyendo que saben más que nadie, están labrándose una vida de dificultades, de sinsabores y desde luego una vida abocada al fracaso y al desaliento en la mayoría de los casos.
Ahora bien, en ese sentido hay un escollo muy difícil de saltar para muchos, el propio orgullo y la falta de humildad hacen que creamos que no podemos equivocarnos, que somos más listos que los demás y que no tenemos por qué reconocer los aciertos de nuestros semejantes, porque eso nos dejaría en evidencia y es algo a lo que el orgulloso no puede enfrentarse.
En términos espirituales la eficacia está probada cuando se trabaja en equipo, cuando se está abierto al diálogo y cuando sobre todo se parte de una base de humildad, afirmando como Sócrates que no sabemos nada, y que necesitamos de contrastar ideas y opiniones sin el afán de que las nuestras sean las mejores. Lo que para uno puede ser harto difícil de lograr o de hallarle explicación, según el caso, para un equipo no hay barrera que no se pueda superar.
Después de estar seguros de que no estamos solos en el camino y estar rodeados de buena gente que comparte nuestros objetivos y que está dispuesta a ayudarnos al igual que nosotros lo estamos hacia ellos, hay otro punto clave, me refiero a la perseverancia que hemos de poner en el día a día, sabiendo que no todo nos va a salir a pedir de boca, que habrán días en los que no nos salgan las cosas bien, pero que no importa ya que estamos dispuestos a mantener una actitud mental positiva y a luchar mañana para superar los errores y aprender de las equivocaciones que sin duda vamos a cometer “Roma no se hizo en un día” y nosotros lo que no podamos hacer en un día pondremos nuestro empeño en el siguiente, esperando que Dios nos ayude y nos permita ver las cosas poco a poco con más claridad. La convicción y la perseverancia serán nuestros aliados en el devenir de nuestros días unido a la armonía de nuestro círculo familiar y de amigos que sin duda sabrán sobreponernos en los momentos de bajones de moral que podamos tener en un punto del camino en el que no sepamos por donde echar.
Fermín Hernández Hernández