RELIGIONES Y ESPIRITUALIDAD

0
137

La idea innata sobre algo que trasciende al ser humano, y la necesidad de relacionarse con ese Algo Superior para vivir en consonancia y armonía con la vida, ha sido una constante en el devenir de la historia del hombre.

Los Grandes Avatares de la humanidad trajeron un mensaje revelador, un empujón divino que ayudara en su progreso espiritual a las conciencias desviadas o dormidas, y que les marcara un rumbo cierto, facilitándoles su recorrido por la existencia física. Estos Mensajeros Divinos, en su mayoría, no fueron comprendidos y en algunos casos sufrieron el rechazo y la persecución. Con sus ejemplos que denotaban superioridad moral y espiritual, marcaron a sus sociedades en el contexto de la época en que vivieron. Posteriormente, sus seguidores más entusiastas, quisieron de buena fe, interpretar y trasladar ese mensaje para la generalidad, no obstante, casi nunca se ajustaba a la realidad ni mucho menos a su sentido profundo. Pese a su buena voluntad les faltaba preparación moral y experiencia. El paso del tiempo, y la implicación progresiva de un número mayor de personas con sus interpretaciones sesgadas, unidas a otros intereses más mundanos, generó una pérdida de calidad del mensaje original.

Este es, sin ninguna duda, la historia general de la mayoría de las religiones que existen en la actualidad en el mundo; sin desmerecerlas puesto que cumplen una labor importante, llevando el mensaje de sus precursores a todos los rincones; ni tampoco menospreciar a sus seguidores, a esa ingente cantidad de personas sinceras y nobles que trabajan con la intención de vivir la espiritualidad.

Si nos remontamos al origen, etimológicamente la palabra religión procede del vocablo latino “religare”. “Re”, que significa intensidad; y “ligare” cuyo significado es ligar o amarrar. Acción y efecto de ligar fuertemente (con Dios). Según Sebastián de Arauco, autor del “Temario de Conocimiento Espiritual” y de “3 Enfoques sobre la Reencarnación”: La religión es un sentimiento que tiene el ser espiritual de acercarse a su Creador, sentimiento sublime cuyas exteriorizaciones son el amor en sus múltiples manifestaciones.

Invariablemente, con el paso del tiempo, y con los cambios sociales y de mentalidad que se han ido efectuando en la sociedad en las últimas décadas, asistimos a un cambio de percepción en cuanto a la religiosidad y la espiritualidad. Muchas personas no consiguen llenar ese espacio interior con las religiones y optan por buscar soluciones fuera, a veces, de un modo autodidacta, estudiando, analizando otras posibilidades espirituales que le convenzan y le inspiren en su diario caminar.

Efectivamente, la percepción por parte de muchísimas personas es de que las religiones obedecen a unos patrones estáticos, con unas estructuras casi siempre muy rígidas, que no permiten la libertad de pensamiento y el desarrollo de la creatividad, así como la búsqueda de nuevas ideas, lo cual redunda en la idea bastante común de que ya no satisfacen plenamente las necesidades espirituales del hombre. Sin embargo, esto no significa que se deba renunciar por ello a esa búsqueda superior, satisfacer esa necesidad íntima de la que, cada vez, le resulta más difícil prescindir ante los crecientes y complejos desafíos que la vida le presenta. Bien es cierto que en otras épocas el hombre bastante tenía con trabajar muy duro durante muchas horas al día para llevar el sustento a su casa, así como también las constantes guerras que diezmaban y provocaban tragedias continuas en los pueblos. En dichas circunstancias el ser humano apenas tenía tiempo para pensar en otra cosa que no fuera la supervivencia, de tal modo que las necesidades espirituales se delegaban a los administradores de las formulas y rituales religiosos. No obstante, hoy día asistimos a un escenario, por lo general, completamente distinto. El ser humano dispone de más tiempo para reflexionar, para indagar, estudiar y analizar cualquier conocimiento espiritual y religioso.

Conceptos fundamentales para el hombre como son: Dios, la moral, el amor, la fe, etc., han sido vinculados históricamente a las interpretaciones de las religiones dogmáticas, con su presencia e influencia cultural y social muy fuerte en los distintos pueblos, provocando el rechazo de librepensadores y de todos aquellos que no aceptan estereotipos, imposiciones, respuestas anacrónicas o superficiales. Lo cual ha llevado a que un sector de la sociedad se haya movido en dirección opuesta, hacia un materialismo escéptico, llegando a la conclusión, en muchos casos, de que hablar de religiosidad es propio de niños, ancianos o de personas muy necesitadas o ingenuas.

Los resultados los podemos comprobar hoy día. El proyecto de vida para el hombre se reduce hacia la búsqueda de la intelectualidad, el prestigio de conseguir títulos académicos, muchas veces sin verdadera vocación, simplemente pensando en el futuro económico y posición social. Vivir la vida material y perseguir un objetivo fundamental, es decir, ganar mucho dinero, y si es posible, en un espacio corto de tiempo. Según esto la moral es relativa, y cada cual se ha de preocupar por “ganarse la vida”, “hay que prepararse mucho porque la competencia es muy dura”. Nos dejamos llevar por distracciones fútiles para suplir las carencias interiores, para evadirnos de los problemas reales del ser y vivir intensamente la sociedad de consumo. No nos importa dejar un legado, un trabajo digno que sirva de provecho para la humanidad, de lo que se trata es de “disfrutar de la vida que son cuatro días”.

Al mismo tiempo, la familia, así como el matrimonio, ha perdido el sentido original pasando a ser un trámite legal fácilmente disoluble por la falta de entendimiento, tolerancia, comprensión, etc. La necesaria empatía entre los seres humanos, ha dado paso a la individualidad y a la falta de responsabilidad, de asumir compromisos nobles y llevarlos a cabo hasta sus últimas consecuencias, asumiendo errores y con predisposición al cambio.

Por todo ello, es necesario recuperar el sentido espiritual del hombre. Una educación en valores a los jóvenes que nos enseñe a solidarizarnos con el medio ambiente y sobre todo con nuestros semejantes, imprescindible para que la sociedad crezca con un mínimo de garantías de salud ética y moral. Que promueva el desarrollo de las aptitudes naturales de cada individuo, no ya buscando sólo el beneficio económico; sino la alegría de sentirse realizado, útil a los demás. Recuperar también esa espiritualidad que trasciende las religiones y que aporta paz interior, armonía y equilibrio. Que comulga con la ciencia, cada vez más próxima a la confirmación de la vida espiritual, por sus descubrimientos en el terreno de la física cuántica, la psicología transpersonal y la biogenética, entre otras disciplinas.

Y por último, hemos de buscar respuestas, apoyarnos en filosofías nobles que nos dejen libertad para pensar y razonar, y adoptar una actitud ante la vida positiva, de amor hacia uno mismo para poder proyectarlo a los demás. Sólo así podremos construirnos un futuro mejor, lleno de esperanza y de realizaciones plenas.

José M. Meseguer
2015 © Amor,paz y caridad

[infobox]

Si la religión, adecuada en sus comienzos a los limitados conocimientos humanos, hubiese seguido el progreso constante del Espíritu humano, no existirían hoy incrédulos, porque la necesidad de creer es inherente a la naturaleza humana. El hombre creerá si se le brinda el alimento espiritual que armonice con sus necesidades intelectuales. Quiere saber de dónde viene y hacia dónde va, más si la meta que se le señala no responde a sus aspiraciones ni a la idea que tiene de Dios, si ella contradice los descubrimientos científicos y si, además, se le imponen condiciones ilógicas para alcanzarla, negará todo.

ALLAN KARDEC

[/infobox]
Publicidad solidaria gratuita