REENCARNACIÓN

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(Continua del anterior)

Necesario es reconocer que no todos los humanos tenemos las mismas capacidades. Pero, triunfar tampoco significa alcanzar todos una misma meta.

No obstante, quien se proponga firmemente triunfar en la vida y hacer el esfuerzo necesario, jamás fracasará. No llegará tan alto como otros con mayor capacidad intelectiva y volitiva; pero, jamás fracasará.


Y este fundamento psicológico es aplicable en todos los campos de la actividad humana, inclusive en la superación de las imperfecciones del carácter.

Más de uno de los lectores argüir. que, esta tesis no concuerda con la expuesta al tratar la Ley de Consecuencias o de causa y efecto. Juzgado así. a la ligera, quizá. Pero, si meditamos y profundizamos, veremos que concuerda plenamente.

Veamos.

La mente, es un foco de energía. Y el pensamiento —producto de la mente—es una fuerza creadora que, por ley de afinidad, atrae fuerzas de la misma naturaleza. Y estas fuerzas mentales bien dirigidas, puestas en acción al servicio de un objetivo, realizan prodigios.

Necesario es conocer que, diariamente, con nuestros sentimientos y pensamientos (que nos llevan a las actuaciones) estamos modificando nuestro destino, para mejor o para peor. Y lo expuesto va dirigido especialmente hacia aquellos que, por falta de esfuerzo, arrastran una vida penosa.

Sostendremos esta tesis, con el siguiente ejemplo:

Dos jóvenes adolescentes con la misma preparación escolar, comienzan a trabajar en una factoría como obreros aprendices.

El uno, al terminar su trabajo diario, asiste a alguna de las muchas clases nocturnas que hoy existen o toma alguno de los cursos por correspondencia, si viviere fuera del alcance de estos centros de enseñanza. Y en unos años, puede graduarse en alguna de las ramas técnicas, con lo que se capacita para puestos de mayor responsabilidad y remuneración a la vez que ascender de categoría en su empresa u otras.

El otro, al terminar el trabajo se va a la tasca a tomar unas copas con alguno de sus compañeros, o al «café» con otros, a charlar sobre aquel gol del último partido, o hablar tonterías, o echar una partida de… algo, etc.; con lo
cual se’ embrutece más cada día.

Al cabo de diez años, la posición de estos dos jóvenes, será la misma?

Ciertamente, no. El uno, hizo el esfuerzo; el otro, no Ambos modificaron su destino; cierto. El uno para mejor, el otro para peor.

No obstante, necesario es reconocer que todos venimos a la vida con un objetivo, con un destino, con un programa a realizar, si bien éste pueda ser modificado para mejor o para peor. Aun cuando, generalmente desconocemos nuestro destino, podemos descubrirlo mediante la introspección, el autoanálisis, por medio del cual nuestro Ego nos
guiará.

La Ley, que es Amor, concede al Espíritu el tiempo necesario (siglos y milenios) para que, voluntariamente y a través de las vidas sucesivas, rectifique sus errores y pague sus deudas por medio de la práctica del bien y del amor fraterno.

O sea que, la Ley da a cada ser espiritual múltiples oportunidades (según su grado de evolución) para rectificar rumbos y voluntariamente saldar deudas contraídas. Pero, en vez de esto, el individuo, generalmente, continúa en sus errores, desoyendo el llamado del Ego interno que, por medio de sensaciones que denominamos la voz de la Conciencia, le indica el verdadero camino a seguir.

Entonces, la Ley que es Amor (aunque incomprendida por muchos) proporciona al ser espiritual una vida de dolor, depurador del magnetismo deletéreo, de los fluidos groseros que impregnan su alma y no le dejan ascender en la escala del progreso. El dolor, purificación suprema, cual horno que derrite los elementos impuros: envidias, deseos de maldad, orgullo, egoísmo, sensualismo, etc.; prepara al alma para su ascensión.


SEBASTIAN DE ARAUCO

Publicado: Amor paz y caridad. Nº 26 – Septiembre – 1984

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