REALIDAD Y CIENCIA 2

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Realidad y ciencia 2

UN NUEVO ENFOQUE

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«Si a la ciencia de la vida se le permitiera sustituir el pensamiento que la ha regido hasta ahora (analítico y divisorio); por uno sintético y cohesionador; de la antigua biología del miedo surgiría la biología futura del amor»

Gerald Huther – Neurobiólogo

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El entendimiento de algunos de estos enfoques, va construyendo el camino que la ciencia humana deberá afrontar en los próximos años; y hasta que esta evolución no se produzca, el hombre de ciencia seguirá enclaustrado en su cortedad de miras; en su permanentemente visión materialista; sin levantar la vista; sin elevar su pensamiento; sin comprender la magnitud, preponderancia, omnisciencia y omnipresencia del creador, causa primera de todo lo que existe.

Cuando la ciencia levante la vista y ponga su atención y esfuerzo en lo que existe por encima del hombre; iniciará el camino de la comprensión última de la realidad; algo que muchos científicos añoran, pero de lo que están muy lejos, debido a que su objeto de investigación se centra en lo concreto, en lo material, en lo fragmentado, en lo que suponen separado de lo demás.

Es precisamente justo al contrario; cuando la ciencia ponga el foco de investigación en lo universal, en lo que cohesiona el universo físico y espiritual, en el campo energético que, como una matriz, contiene y mantiene interconectado toda la materia que conocemos, se empezarán a dar los pasos para entender que no existe la separación, ni la división.

Se comprenderán entonces las fuerzas que integran esa interacción; y como la mente y la conciencia humana juegan un papel preponderante (esto ya lo ha demostrado hace algunas décadas la física cuántica mediante el fenomeno de la «interacción no local» de las partículas sub-atómicas). Será a partir de todas estas confirmaciones, (que ya son una realidad en la ciencia más avanzada,) cuando los científicos verdaderamente buscadores de la realidad tendrán acceso a parte de la verdad que añoran.

Mientras tanto los otros; aquellos que en su orgullo y arrogancia intelectual se mantienen inmóviles, sin percatarse del cambio de paradigma, negándose a investigar las nuevas realidades que llegan a la ciencia, seguirán en el lodo de su escasa visión y amplitud de miras.

Hacia este paradigma se encamina la evolución de la ciencia en este comienzo del siglo XXI; aquellos hombres y mujeres de ciencia que sepan reconocerlo y detectarlo, avanzarán enormemente en sus descubrimientos.

Aquellos otros que permanezcan atrapados en las «verdades a medias» que los sentidos físicos -imperfectos en la percepción íntegra de las cosas- presentan en la comprensión de la realidad; quedarán obstaculizados en su avance por su propia actitud; incapaces de comprender la vida, el hombre y a Dios; así como la realidad última que nos circunda.

Vivimos un tiempo dónde la tecnología permite una aldea global de interconexión total al instante, mientras que por otro lado, la pérdida de valores, principios y conexiones emocionales entre los individuos se hace cada vez más patente, fomentando la fragmentación, la separación, el egotismo y la soledad que de ello se deriva.

La actitud del hombre ante las relaciones con sus semejantes, es clave para entender algunos aspectos que están determinando el estado alienado de la sociedad en que vivimos. Una sociedad egoísta, que en vez de fomentar los valores de solidaridad, igualdad, altruismo y vinculación entre sus componentes se dedica a fomentar el más absoluto dominio del materialismo, el egoísmo y el hedonismo, está detrás de la plaga de alienación mental que se sufre en todo el planeta; donde la depresión, el estrés, la ansiedad y las enfermedades psicológicas son la primera causa de infelicidad y frustración existencial.

La actitud de rechazo a encontrar en el prójimo, en la familia, en la socialización, la clave de la convivencia y la salud mental y emocional, está justo en contra de la propia evolución de la especie humana. El hombre es un ser creado y pensado para convivir en sociedad, para la interacción con sus semejantes, para relacionarse con ellos mediante los vínculos del afecto, la seguridad y el sentimiento de protección de unos para con otros.

Todo lo contrario va en el sentido opuesto a la naturaleza humana, como ya demuestran algunos científicos y biólogos evolutivos, que han superado la etapa darwiniana en la que la selección natural de preponderancia genética y la competitividad, eran considerados los únicos elementos de mantenimiento de la especie. Es precisamente el afecto, el vínculo de la madre con el recién nacido, la seguridad y la protección que este necesita y la transmisión de este vínculo al padre posteriormente, lo que permite al nuevo ser que viene a la tierra desarrollarse, crecer y estabilizar sus emociones de forma sana y coherente.

La ciencia viene en apoyo de la espiritualidad bajo sus propias normas, desterrando la competitividad y sustituyéndola por lazos del afecto; por la evolución del amor como base necesaria del desarrollo de la especie humana, incluso en el sentido biológico del término. Son estos lazos los que cohesionan el núcleo principal de la sociedad que es la familia, y a partir de ahí, permiten la socialización del indivíduo de forma natural.

Esto es apenas un ejemplo; pues si en la base de la biología y la evolución de la especie humana ya se nos afirma el amor como el vínculo poderoso de desarrollo de la especie, que no decir de la psicología y de los avances en el campo de las emociones y de la conciencia. Esta última, la gran desconocida y apenas estudiada, es la base del principio espiritual; es en ella donde se encuentran escritas las leyes de Dios; y precisamente por ello era la gran desconocida de la ciencia hasta hace apenas unas décadas.

Ahora ya, con los últimos avances de la psicología transpersonal de Groff y las experiencias e investigaciones de algunos renombrados neurocientíficos como Eben Alexander, o como Richard Davidson y David Goleman acerca de la influencia de las emociones en el cambio de nuestra estructura biológica cerebral, se está demostrando y reclamando a la vez a la comunidad científica la necesidad de investigar, profundizar y revisar los conceptos científicos acerca del alma, la mente y la conciencia.

Es el camino hacia la comprensión de la realidad última y de la relación del hombre con el universo; es definitivamente la búsqueda de la realidad y la confirmación del principio espiritual en el hombre. En este campo, algunas filosofías, principios y sabidurías de épocas pretéritas están esperando.

Esperando una confirmación que no se necesita únicamente más que para la ciencia; pues ya se sabe por la razón, por la intuición, por la autoridad moral de quienes lo explicaron, por las religiones orientales y occidentales del pasado y por una filosofía extraordinaria como la codificación de Allan Kardec que el espíritu, el alma o la conciencia, como queramos llamarlo, es una realidad tan incuestionable como el universo, las galaxias o el aire que respiramos. Sólo falta la sanción del tiempo, breve por otra parte, para que se cumpla la acertada frase del filósofo inglés Sir Francis Bacon:

«La verdad es hija del tiempo, no de la autoridad»

Realidad y ciencia 2 por:   Redacción

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