Aunque no nos lo parezca, somos personas muy condicionadas por el qué dirán, la educación, la familia y los distintos estamentos sociales, pero nuestros mayores condicionantes vienen definidos por lo que hemos experimentado y vivido en nuestro pasado. Y es por ello que vamos a dirigir la atención hacia nuestros propios actos para comprender qué son los hábitos de nuestro comportamiento, cómo nos afectan y la forma de cambiarlos para beneficiarnos de ellos.
Es normal que, en determinados periodos de tiempo, nos dominen más esos condicionantes de nuestro pasado que las decisiones de cambio que hemos tomado con determinación e ilusión para mejorar algún aspecto, ya que tienen más fuerza que nuestras intenciones. Modificar o eliminar alguno de nuestros hábitos conlleva más dificultades de las que imaginamos en un principio, pero vamos a analizar por qué sucede esto, con la intención de comprenderlo mejor y utilizarlo en un sentido positivo.
A pesar de las dificultades nunca debemos desanimarnos, porque esta sensación no ayuda en nada y es bastante perjudicial. Aunque no lo parezca se van consiguiendo avances, y siempre hay que seguir con la ilusión de alcanzar nuestros objetivos, manteniendo la comprensión y la consciencia de aquellos actos que deseamos modificar. Todo logro requiere esfuerzo y tiempo, pero nosotros estamos decididos e ilusionados en mejorar esos aspectos que pongan paz y satisfacción en nuestros días.
¿Qué es un hábito adquirido?
Los pensamientos, sentimientos y deseos diarios crean nuestra conducta, y esta se ve fortalecida y alimentada por los mismos. A medida que vamos viviendo diversas experiencias hay actos que se repiten sucesivamente. Esta repetición sostenida en el tiempo de algo concreto termina creando esos hábitos de los que hablamos. Estos pueden ser útiles y positivos o muy perjudiciales para nosotros, porque son determinantes en el desarrollo de nuestra vida y, por ende, en los resultados que podamos obtener.
Es normal que de vez en cuando tome un café, pero si todos los días al levantarme voy derecho a consumirlo habré creado una costumbre, de tal modo que lo primero que me pide el cuerpo es ese café. Esa acción reiterada muchas veces termina creándome una necesidad, de tal forma que si no lo tomo, la demanda por parte de mi deseo será más fuerte, impulsándome a hacerlo.
De igual forma se crean los hábitos de nuestro comportamiento, que es en los que nos vamos a centrar porque son los que mayores consecuencias tienen en nuestra vida. Cuando se lleva a cabo un mismo comportamiento una y otra vez, hasta convertirlo en rutinario, se termina asentando en nuestra personalidad de tal forma que creamos un patrón de conducta. Se denomina así, ya que terminamos pensando, sintiendo o actuando de forma inconsciente porque se han introducido tanto en nuestra forma de hacer que pasa a formar parte de nosotros mismos. Es por ello que nuestro pasado nos condiciona muchísimo, porque esas actitudes supeditan nuestra forma de pensar y sentir actuales. Soy el resultado en cantidad y en calidad de lo que ejercito.
¿Por qué cambiar los patrones de conducta?
Como hemos visto, al ejecutarse de forma automática tienen gran fuerza e incidencia sobre nuestro proceder. Por un lado, tenemos la parte positiva en todos aquellos que nos benefician, y por otro, la negativa en aquellos que nos perjudican. Por tanto, se trata de cambiar aquellos que nos están lastimando o están dificultando de alguna forma la consecución de nuestros mejores logros. Nuestro desarrollo personal depende de que seamos capaces de conseguirlo o no.
Si somos unas personas pesimistas, todo lo que nos sucede será visto con ese pesimismo. Cualquier acontecimiento pone en marcha los pensamientos que argumentan lo negativo que es lo sucedido, y se pone en marcha esa conversación mental que baja nuestra vibración emocional, haciendo que pensamiento y sentimiento estén en esa continua sintonía que solo vislumbra la parte triste y apesadumbrada de lo ocurrido. ¿Es conveniente cambiar este patrón de pesimismo? Más bien debemos decir que es necesario para disfrutar de una vida más sana, mental y emocionalmente.
Con las connotaciones derivadas y definidas de cada comportamiento determinado, esto mismo le ocurre a la persona que ha creado el hábito de la comodidad. Cada vez que tiene que realizar un esfuerzo automáticamente surgen las justificaciones mentales para no hacerlo, los síntomas de falta de energía y el deseo de mantenerse en su acomodamiento. No hay dudas de que esta forma de hacer crea numerosas dificultades y problemas en la vida de la persona, por cuestiones obvias. ¿Necesita ir modificando este patrón de conducta para ir disminuyendo su comodidad y con ello sus dificultades? Sin lugar a dudas.
Nuestro objetivo es incorporar nuevos hábitos en nuestra rutina diaria que sean más saludables, tratando de eliminar aquellos otros que perjudican nuestra salud y bienestar, lo que no nos gusta, lo que nos crea insatisfacción o nos es perjudicial. No es que sea posible cambiarlos, que lo es, sino que vamos a vivir momentos en los que va a resultar necesario. Si lo conseguimos nuestra vida dará un giro espectacular, aportándonos estados de paz y satisfacción hasta ahora desconocidos.
¿Por qué cuesta tanto cambiarlos?
No es fácil cambiar los patrones de conducta porque son hábitos, actitudes y deseos que hemos venido desarrollando durante largo tiempo, y nos hemos acostumbrado tanto a ellos que han quedado enraizados con tal fuerza que surgen de forma espontánea. No requieren ningún esfuerzo ni atención por nuestra parte, porque es una acción automática que se ejecuta cada vez que las circunstancias o el ambiente son propicios para su manifestación. Esto significa que, para cambiarlos, es necesario realizar un esfuerzo contrapuesto y de la misma dimensión que la conducta que queremos modificar.
Este obstáculo choca con nuestra habitual huida ante el esfuerzo, sin darnos cuenta que lo que hoy es difícil mañana puede serlo más todavía. Cuanto más se repite una tendencia más se alimenta y más se afianza e nosotros.
Otra de las dificultades añadida es la falta de consciencia o comprensión que tenemos ante las necesidades reales que tenemos de cambiar determinados comportamientos. ¿Cómo voy a dedicar tiempo y esfuerzo a hacer algo diferente a lo que estoy haciendo si doy por bueno todo lo que hago?
¿Cómo podemos conseguirlo?
Para contrarrestar o cambiar una tendencia dañina o perjudicial debo cultivar su opuesta, repitiendo una y otra vez aquello que se le contrapone, para ir modificándola poco a poco. A la avaricia debo anteponer el altruismo, a la maldad la bondad, al odio el amor.
En el ejemplo que hemos puesto de la persona pesimista, ¿cuál es su contrario? El optimismo. En este caso se trata de pensar de forma optimista y sentirlo al máximo. Cada vez que se tenga un pensamiento pesimista, se rechaza en seguida para tenerlo en sentido contrario. Pensar en el optimismo y sus beneficios, visualizarse como una persona alegre, animada, entusiasta, pensar cómo se sentiría viviendo así y disfrutando de ello y cómo cambiaría también la percepción de las personas con quien convive. Así estamos ejercitando el optimismo, y con la continua repetición de acciones encaminadas en esa dirección, el pesimismo se va debilitando (no lo estamos alimentando) y el optimismo se fortalece (lo estamos estimulando).
Estos cambios requieren mayor atención y esfuerzo en sus inicios porque es cuando más resistencias vamos a encontrar. Todos los pasos encaminados en esa dirección son positivos, pero la continuidad es la clave para conseguirlo. No conviene olvidar que el pesimismo, al igual que cualquier otra cualidad, tendencia, etcétera, tiene distintos grados o niveles. En este caso, para contrarrestar el pesimismo con el optimismo es necesario llegar a esa misma profundidad o nivel en que está introducido en nuestra personalidad. Una pequeña tendencia hacia la ira está poco introducida en nuestra forma de ser, pero una actitud de ira continua se encuentra muy enraizada en el carácter de la persona, luego el esfuerzo de paz que se tiene que hacer en el primer caso será menor que en el segundo. Cuanto más marcado y acentuado sea ese patrón de conducta que queremos modificar o eliminar, más esfuerzo va a requerir porque va a oponer más resistencia hacia el cambio. Este aspecto lo vamos a ver con más detalle cuando hablemos de las capacidades del inconsciente.
Cuando hablamos de hábitos de conducta fuertemente arraigados, entendiendo lo que estos suponen y representan, nuestro pensamiento suele ir dirigido hacia las experiencias de esta vida, remontándonos como mucho hasta nuestra niñez. Pero, como podremos comprender fácilmente, hay tendencias y comportamientos que tienen tanta fuerza sobre nosotros que son inexplicables sin aceptar y entender que se remontan mucho más allá de nuestro nacimiento, pues en una sola vida no ha habido tiempo, ni experiencias, ni reacciones suficientes como para dominarnos de tal forma. Sencillamente es imposible.
Aquí es la reencarnación, las sucesivas vidas del alma humana, la clave a desentrañar porque es la única explicación capaz de poner luz a unos patrones de conducta tan enraizados que son capaces de dominar con tanta fuerza nuestros actos conscientes, especialmente cuando observamos conductas fuertemente afianzadas en los niños. Unos manifiestan una sensibilidad y dulzura extraordinarias junto a otros que expresan egoísmo y rencor. Ni la genética, porque no influye tanto en nuestro comportamiento como algunos creen, ni el ambiente o la educación, porque incluso dos gemelos que viven y experimentan el mismo ambiente y la misma educación, tienen comportamientos antagónicos a veces, son capaces de darnos unas respuestas razonables.
Por qué y cómo cambiar nuestros hábitos por: Antonio Gómez Sánchez
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Puede escuchar al autor en su podcast: Aprendiendo a vivir mejor
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