PALINGENESIA

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  Adolescencia.- La adolescencia es la siguiente fase de la nueva vida del Espíritu encarnado, y en la cual comienza ya a dar los primeros pasos por el mismo, siendo este período muy delicado, por el despertar de las fuerzas psicogenésicas, el surgir de la pubertad con el desarrollo del sexo y sus impulsos. 
 
  Y es aquí cuando se acentúan las tendencias atávicas de sus vidas anteriores que, si en la infancia fueron bien orien­tadas, comienza la manifestación de la nueva personalidad. Entonces es, cuando los padres deben ir adoptando una posición de consejeros amigos, y ganar su confianza, a fin de que mejor puedan librar a sus hijos de los peligros propios de esa edad. La educación sexual, debe comenzar en la niñez, inicián­doles con la reproducción de las plantas, y después de los animales, así como el concepto elevado del sexo, a fin de que puedan defen­derse de las modalidades malsanas y desvia­ciones perjudiciales que dolorosamente existen. 
 
  En la adolescencia se completa la educa­ción; pero, necesario es tener presente que, es en la infancia cuando se forjan o deben forjarse los buenos hábitos y extirpar los malos. Las malas tendencias son como las malas hierbas, fáciles de arrancar cuando son tiernas; pero, en la adolescencia tienen ya fuertes raíces; y por ende, los hijos son ya más resistentes a la labor de la educación. 
 
  Juventud.- Es la edad del vigor físico, de los impulsos irreflexivos en sus comienzos. Es la edad en la que, dado ya su autonomía, suelen cometerse más errores, salvo aquellos espíritus más maduros por sus múltiples experiencias. Aquí influye también la educación doméstica. Y si en la infancia se les ha inculcado el concepto del objeto de la vida y la ley de consecuencias, muchos errores podrán ser evitados. Es ésta la edad de lucha por la conquista de lo material, en sus modalidades: económica, intelectual, etc. 
 
  Madurez.- Es en la madurez cuando el Espíritu llega a la plenitud de la manifes­tación que su personalidad le permite y mayor él sentimiento de responsabilidad. Y es entonces cuando siente con mayor intensidad los llamados de la Conciencia, hacia la ejecución del programa trazado y compromisos hechos en su vida espiritual, antes de encarnar. Y cuando no puede identificar bien esos llamados del Ego superior, siente en su vida humana una insatisfacción que le hace buscar por diversas partes, algo que no sabe lo que es, y que la ciencia espiritual identifica como ansiedad del Espíritu por encontrar el camino para la realización de su destino. Y esa sensación, esa ansiedad, es percibida también en la adolescencia y juventud, que es la edad del despertar del espíritu; pero, sólo en aquellos espíritus de mayor evolución. 
 
  Por desventura, nuestro mundo está tan materializado, que no resulta fácil encontrar el camino para la realización del programa o destino a realizar. 
 
  Vejez.- La vejez, la que a ¡tantos! de­sagrada, es una bendición, considerada desde un punto de vista transcendente, espiritual. Y es desagradable, cuando se mira o se vive la vida para los placeres de los sentidos, por considerar la vida humana como el todo. Cuando se vive una vida de frivolidades, de vanas apariencias, de ambiciones materiales, no nos permite ver el verdadero objeto de la vida. Y de ahí el temor a la vejez. Sin embargo, la vejez es la culminación de las experiencias, es la edad en la que se tiene un conocimiento más real de la vida. 
 
  ¿Cuándo comienza la vejez? No hay edad fija, varía mucho en cada individuo. Mientras algunas personas envejecen a los 40 ó 50 años, otros se mantienen en plena madurez a los 70 años o más. En esto, influye grande­mente la modalidad de vida que haya llevado. 
 
  La gereología, ciencia que estudia los diversos aspectos de la vejez, enseña que, la primera condición requerida para la longe­vidad, es una vida sana y activa. 
 
  Y para mantenerse en la plenitud de la madurez, aún habiendo alcanzado la edad de la vejez cronológica, es imprescindible conti­nuar manteniendo una actividad mental cons­tructiva, realizadora; pues de lo contrario, pronto sobreviene el derrumbe. 
 
(continuará) 
 
SEBASTIAN DE ARAUCO


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