PALINGENESIA

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  Palingenesia, vocablo usado para denominar la ley de renacimientos múltiples o renovación constante de las diversas manifestaciones de vida en el plano físico.
 
 La Palingenesia, es uno de los aspectos de la ley cósmica de la evolución, que determina un constante progreso en toda vida manifestada en los mundos físicos del vasto universo.
 
  Toda la creación, todos los mundos están regidos por las mismas leyes, emanadas de esa grandiosidad cósmica desconocida, en cuya energía estamos inmersos.
 
  Así como los diversos aspectos de vida manifestada: vegetal, animal y hominal, tienen su nacimiento, infancia, adolescencia, juventud y madurez; así el Espíritu, pasa por las mismas fases desde su génesis o nacimiento, al comenzar sus primeras fases de vida humana en los mundos primitivos, donde va adquiriendo conciencia de su existencia y realiza su infancia espiritual en el correr de los milenios, a través de múltiples vidas humanas primitivas.
 
  Una y otra vez, presionado por la ley de la evolución, en su función palingenésica, vuelve el Espíritu a la vida física. Nace y renace múltiples veces como humano, en un proceso evolutivo siempre ascendente, y va saliendo de la infancia espiritual hacia una juventud, como la que una buena parte de nuestra humanidad se halla, en donde va madurando y capacitándose para las grandes realizaciones que habrá de efectuar al llegar a la madurez espiritual.
 
  Todos los grandes. genios que han encarnado en nuestro mundo, esos seres de quienes nos habla la historia por su gran sabiduría y sus grandes realizaciones, han tenido un mismo comienzo que cada uno de nosotros, y han ido desarrollando sus facultades mentales y sensibilizando su alma. Y de vida en vida, enriqueciendo su Conciencia hasta alcanzar el estado actual de sabiduría y poder en que se hallan; pero que no es el definitivo, ya que la evolución es siempre ascendente e ilimitada.
 
  La escala de ascensión del Espíritu es infinita. Inmerso como está en el seno de la Omnipotencia Divina, siente en sí (el Espíritu) la fuerza impulsora que le impele a evolucionar’, a avanzar hacia su meta, que en sus primeras Tases desconoce.
 
  Y esa fuerza, le induce a la vida física, donde a través  las múltiples vicisitudes y pruebas, va adquiriendo las experiencias, desarrollando las facultades, de vida en vida, de siglo en siglo, enriqueciéndose en sabiduría, fortaleza y amor.
 
La vida del Espíritu es una sola y eterna, pero múltiples son sus aspectos: ya en el plano etéreo, ya en el plano físico.
 
En las primeras fases, su vida en el espacio es dentro de la zona de influencia magnética del planeta que le toca vivir (astral) y en las condiciones que su grado de adelanto le concede, hasta que pueda alcanzar el grado evolutivo que le permita liberarse de esa atracción magnética; pasando a la siguiente dimensión sideral que le permite ir y venir de otros mundos, tomar parte activa en ellos, así como encarnar en mundos de mayor categoría.
 
  Y su vida en el plano físico, es a través de las vidas en la carne o manifestaciones humanas, también en concordancia con el grado de evolución alcanzado y ansia de progreso. Y como la meta a alcanzar por el Espíritu es la perfección, en la cual están implícitas: la sabiduría, la fortaleza, la pureza y el amor; las reencarnaciones se suceden a intervalos que varían en cada caso. Los más evolucionados suelen pasar siglos antes de encarnar de nuevo; pero, participando en una vida activa en el mundo espiritual, con lo cual también progresan. Y los menos evolucionados, suelen encarnar con más frecuencia.
Necesario es fijar bien en la mente, que el número de reencarnaciones no está fijado por la ley. Pues, mientras unos espíritus más ansiosos de progreso se esfuerzan en evolucionar más rápido, otros no hacen el esfuerzo requerido o se dejan arrastrar por las atracciones de la vida fácil, o por las pasiones y vicios perturbadores, con lo que necesario es un mayor número de vidas para deshacer las impurezas creadas en esas vidas de error. El número mayor o menor de vidas humanas, depende de nosotros mismos, de nuestra conducta.
 

(continuará)

SEBASTIAN DE ARAUCO
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