La realidad de un nuevo orden social, distinto totalmente al que en la actualidad conocemos, puede ser difícil de imaginar por todos nosotros, pero con un poco de reflexión y análisis, y comprendiendo en profundidad las características que deben adornar al hombre del mañana, podemos empezar a imaginarnos cómo será esa sociedad del futuro.
Ante la amplitud de aspectos que podemos desarrollar en este sentido, comenzaremos por analizar cuál será el papel de cada individuo en esa sociedad y cómo podrá desenvolverse dentro de ella. Partiendo de la base de que todos los habitantes de esa humanidad poseerán, con certeza, una elevación moral que les permitirá tener acceso a ese nuevo mundo, por supuesto quedará eliminada la competencia, la lucha por el poder y los odios por alcanzar puestos de privilegio.
Ante este planteamiento, el nuevo orden social se regirá por multitud de personas que cumplirán cada una su función, de forma responsable y eficaz, nadie ambicionará el lugar de otro, puesto que cada cual será consciente de su labor, realizándola con el entusiasmo, la alegría y la colaboración mutua que se derivan de su progreso espiritual.
Nadie será más importante que nadie, sino que todos serán necesarios, responsables en su lugar y, al mismo tiempo, estarán satisfechos con la labor que realizan. Los de mayor conciencia espiritual serán los que ocupen puestos de mayor responsabilidad, en la dirección de todas las actividades que se precisen.
El trabajo a realizar será fundamentalmente una tarea de equipo, donde la convivencia estará presente en casi todos los momentos de la vida diaria, pero donde el núcleo familiar contará con su propia intimidad respetada por todos.
El progreso tecnológico será mucho mayor debido al gran avance científico que se habrá conseguido, que entre todos se potenciará para el mayor bienestar social y humano.
La colaboración mutua será la base del trabajo material, mientras que la fraternidad y la sinceridad constituirán los pilares de la relación entre todos los humanos de esta nueva tierra.
La aspiración en la Vida estará encaminada fundamentalmente al perfeccionamiento espiritual, disponiendo en este sentido de un mayor tiempo libre para el cultivo de las facultades de la mente y, sobre todo, para el desarrollo de las ciencias y las artes, que eleven al espíritu humano hacia grados de sensibilidad superior.
La no existencia de ejércitos ni armamento potenciará el desarrollo armónico de la convivencia en paz. La confianza mutua será la base de esta nueva relación humana, que impedirá los recelos y acabará con las suspicacias.
El hombre irá a la búsqueda del propio ser interno, a través de la total entrega al semejante, descubriendo la grandiosidad del Universo.
Se tendrá una mayor conciencia de la Vida, su porqué y su para qué. De esta forma, la comprensión de las leyes que rigen el Universo y la Vida misma será mucho mayor.
Entrando de lleno en esta comprensión, el hombre de la Nueva Humanidad se esforzará por estar permanentemente de acuerdo con esas leyes, evitando transgredirlas y cumpliendo con ellas lo mejor posible.
De esta actitud, se desprenderá el extraordinario beneficio que le reportará la ley de Causa y Efecto, al cumplir con ella y al recibir los frutos espirituales positivos, derivados de la correcta actuación en cada momento de su vida.
Con esto, se conseguirá un mayor grado de Amor, tolerancia y comprensión en el nuevo orden social que se establecerá en la Tierra.
Antonio Lledó Flor
© 2014 Amor, paz y caridad
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Estoy convencido de que todo ocurrirá así y que la Humanidad por fin se reconciliará con Dios y con ella misma.