«En la Casa de mi Padre
hay muchas moradas»,
dice el Maestro Jesús
en una de sus parábolas.
¿Qué quiso decir Jesús
con éstas sabias palabras
a los hombres de su tiempo,
que atónitos le escuchaban?
viene a ser de Dios la Casa,
y los mundos habitados
las celestiales moradas.
Donde otras humanidades,
en su infinita escalada
en pos de la Perfección
luchan, progresan y aman.
Pues la Energía Divina
en vida manifestada,
vibra en todo el Universo
y anima cuerpos y almas.
Hoy la ciencia nos confirma
lo que Jesús anunciara:
que otros mundos y otros soles
conforman nuestra galaxia.
Que la Tierra es una gota
microscópica de agua
ante el mar del Universo,
con el Cosmos comparada.
Y que puede que la Vida
no sea primicia humana
y pueda desarrollarse
también en otras galaxias.
Dios es el Gran Estratega
a quien nada se le escapa,
y para todos sus hijos
tiene un lugar en Su Casa.
Para el bueno en las alturas,
porque ha sabido alcanzarlas
por la práctica del bien
y las virtudes cristianas.
Y para el malo en los mundos
de vida animalizada,
para que se abra camino
y perfeccione su alma.
No tiene desheredados
porque a todos quiere y ama,
más cada cual por su cuenta
luchará por su morada.
Los unos por merecerla,
los otros por mejorarla,
de la Estrategia Divina
ajustándose al programa.
Esta es la Ley de la Vida,
nada se nos da por gracia,
sino por merecimiento
de las obras que se hagan.
Quien no lucha por sí mismo,
quien por su bien no se afana,
de la Justicia Divina
¿Qué puede esperar mañana?
Recogerá lo que siembre,
bien en trigo o en cizaña
pues en la misma moneda
la Vida siempre nos paga.
No nos da ciento por uno
cuando se pierde o se gana,
sino el valor ajustado
al bien o al mal que se haga.
Pues la Ley de Consecuencia
a su función ajustada,
nos demuestra con holgura
que no hay efecto sin causa.
JOSÉ MARTÍNEZ