NO SE PUEDE SERVIR A DIOS Y A LAS RIQUEZAS

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No se puede servir a Dios y la riqueza
Fotografía de Jeremy Schultz

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En el capítulo XVI del libro “El Evangelio según el Espiritismo”; en el apartado 7: Utilidad providencial de la fortuna. El insigne codificador afirma: “La riqueza es, sin duda, una prueba muy difícil, más peligrosa que la miseria por sus consecuencias, por las tentaciones que da y la fascinación que ejerce; es el supremo excitante del orgullo, del egoísmo y de la vida sensual; es el lazo más poderoso que une al hombre a la Tierra y desvía sus pensamientos del cielo; produce tal vértigo, que se ve muchas veces que el que pasa de la miseria a la fortuna olvida muy pronto su primera posición, a los que la compartían y a los que le han ayudado, volviéndose insensible, egoísta y vano.”

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La riqueza no es un problema en sí, puede ser muy beneficiosa por cuanto se puede hacer mucho bien con ella. El problema está, como explica Allan Kardec más arriba, en el individuo, en el espíritu en evolución que ha de calibrar sus fuerzas para someterse a las pruebas que esté capacitado y no perder más el tiempo. Las posesiones pueden provocar una fascinación, una desviación de los objetivos nobles que se traen a la vida, un alejamiento de los compromisos adquiridos antes de encarnar; ahí está el principal escollo, pero no sólo eso, sino que además, dejar de hacer todo el bien que previamente, había prometido. Cumplir con el deber de ayudar, casi siempre a personas que se perjudicaron en el pasado; compensando, equilibrando y rescatando deudas del ayer. Sin embargo, la falta de claridad y el materialismo que nos invita al consumismo, a no pensar, nos traslada la falsa idea de que al mundo venimos para disfrutar, alejarnos de los problemas y pensar sólo en nosotros mismos.

Conseguir una materia, un cuerpo físico para reencarnar no es nada fácil, el mundo espiritual se encuentra lleno de espíritus a la espera de una nueva oportunidad, tan sólo los méritos y las necesidades sabiamente valoradas por Dios, son las que determinan el momento exacto de su vuelta. El espíritu espera con recelo, con ansias muchas veces, pues allí ve con bastante claridad las cosas, los errores cometidos, aquello que le falta para ascender espiritualmente y desprenderse de remordimientos, sensaciones negativas por fracasos pretéritos. Mira hacia arriba y puede ver a los espíritus felices, libres de los pesados fardos de la inferioridad, triunfadores en el control de sus imperfecciones, en sus sacrificios; del éxito conseguido con el trabajo espiritual desarrollado sobre la tierra con una materia física; y la consecuencia, el motivo por el que están disfrutando actualmente de una libertad feliz, sin barreras. Todo ello provoca un estímulo en el espíritu endeudado y exclama: “¡Lo puedo conseguir!” A partir de ahí estudia su pasado, analiza, se deja aconsejar por espíritus amigos, seres de cierta elevación que vienen a transmitirle lo que los planos superiores le demandan.

Se vislumbra una nueva oportunidad hasta que ese momento, más pronto o más tarde llega. A partir de ahí empieza toda la responsabilidad para el reencarnante. A medida que avanza su vida los peligros, las pruebas comienzan a aparecer. Y el alma del encarnado examina su conciencia que es donde lleva escrito su pasado y el programa actual a realizar, y empieza a decidir; o bien seguir los dictados de su yo interior o dejarse llevar por la corriente, rebelarse, acomodarse, en definitiva, a decantarse por unas opciones u otras.

Los defectos si no se trabajan, nos persiguen como sombras. Las diversas situaciones, temporales o permanentes que la vida nos plantea, son exámenes para valorar el esfuerzo que realizamos, el desarrollo de la inteligencia, la paciencia, la resignación y todos aquellos valores que nos elevan. Las pruebas a las que nos somete la vida son siempre las que más necesitamos, no son producto de la casualidad o del azar.

Por tanto, cuando aparece la prueba de la riqueza, bien sea de cuna o conseguida a lo largo de la vida es una gran responsabilidad. Evita un tipo de problemas, pero con la intención de que trabajemos con la máxima libertad en otros, algunos aspectos que necesitamos incidir para liberarnos de pesadas cargas del pasado.

El dinero, los bienes materiales son herramientas pasajeras, no nos vamos a llevar nada material al otro mundo. Como bien indica el mismo capítulo del Evangelio según el Espiritismo, en el apartado: La Verdadera Propiedad: “Cuando un hombre va a un país lejano, arregla su equipaje con los objetos que pueda usar en el país; pero no se carga con aquellos que le serían inútiles.” Lo mismo ocurre con la vida física. Somos depositarios y nunca propietarios de nada material, por mucho que nos empeñemos en lo contrario.

Bien es cierto que no se puede considerar reprobable aquello que se consigue con el esfuerzo y el trabajo. Aquel que se esfuerza merece recompensa, el que es previsor, que piensa en su familia, en el futuro, tiene ciertos derechos que hay que respetar. Como en todas las cosas, y como vamos viendo a lo largo de este artículo, el problema reside en el abuso, en la falta de moderación, de equilibrio para administrarse.

Por desgracia muchos se acomodan, para los egoístas la riqueza es la excusa perfecta para la autocomplacencia, para la ociosidad, para el disfrute sin pensar en los demás. La falta de conocimiento espiritual y el poco interés en adquirirlo, aunque la conciencia le pueda hacer llamadas de atención, les lleva a una vida improductiva, insulsa, hueca, desprovista de un entusiasmo natural que nace del interior, compensado por la incesante búsqueda de satisfacciones como son viajes, compras, etc. Como afirmaba el escritor Noel Clarasó: “Es curioso que la vida, cuanto más vacía, más pesa”.

Son existencias vacacionales, cuyo retorno, una vez dejado el cuerpo físico, traen amarguras al comprobar que nada útil se ha hecho por uno mismo ni por los demás. Debiendo reprogramar una nueva existencia, pero en condiciones más penosas.

Por todo ello, el aprovechamiento del tiempo es fundamental. Vivimos una época de cambios profundos en la humanidad, en todos los sentidos. La ciencia y la tecnología nos proporcionan, por regla general, los medios para que la existencia no sea tan dura como antaño, disponiendo de más tiempo para dedicarlo a otras cosas. Esto último, sin duda, no es una casualidad, es la antesala de un futuro con otros valores, otros proyectos de vida; mientras tanto, aquellos que estamos viviendo en el momento presente hemos de aprovechar las oportunidades que la vida nos concede. Venimos para ser felices pero aprovechando los recursos que la vida nos proporciona con sabiduría. Atrás queda la época en que se vivía casi exclusivamente para trabajar, en condiciones muy duras, apenas sin ocio, sin tiempo para otras cosas.

En definitiva, la desigualdad de riquezas no es consecuencia del capricho divino. Como afirma el insigne codificador espirita: (*) “La pobreza es para unos la prueba de la paciencia y de la resignación; la riqueza es para otros la prueba de la caridad y de la abnegación.”

Sea cual sea la posición que nos toque vivir, abracemos con sentimiento de gratitud las pruebas transitorias, pues son otras tantas puertas, si sabemos cumplir la tarea, que se nos abren para asegurarnos un futuro feliz en la que es la auténtica vida, la espiritual.

    José M. Meseguer

©2015, Amor, paz y caridad

 

(*) Evangelio según el Espiritismo; Capítulo XVI – No se puede servir a Dios y a las riquezas; apartado; “Desigualdad de las riquezas”.

 

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