Se ha dicho que detrás de un gran hombre hay siempre una gran mujer, y es verdad. Cuánto puede ayudar una esposa a su marido, y viceversa, pero para ello, ambos han de estar dispuestos a renunciar a su egoísmo. ¿Qué objeto tiene sino el matrimonio, si entre los dos cónyuges no existe nada que compartir?
Hemos de comprender, que el matrimonio es algo más que la unión de dos personas en una existencia en la Tierra, sino que supone el cumplimiento de un compromiso espiritual entre dos espíritus que se ha establecido en el plano espiritual antes de encarnar, pero este tema lo desarrollaremos más ampliamente el próximo mes.
El matrimonio debe ir fortaleciéndose paulatinamente a través de la comunicación, pero para que exista comunicación deben existir también tareas o actividades que sean compartidas, en las que los dos estén comprendidos y participen de algún modo. No quiere decir que los miembros de la pareja actúen de modo activo en la misma realización pero se puede actuar también de modo pasivo, mostrando interés por conocer la labor del otro, tratando de cooperar mediante una opinión, un estímulo, dar ánimos para que no abandone sin haber cumplido con su propósito, etc…, hay muchas formas de ayudar al otro miembro de la pareja en su realización personal, profesional, etc…, pero si existe la posibilidad de emprender un proyecto común en el que ambos tengan parte de responsabilidad, entonces estaremos creando un medio de robustecer los lazos de afecto y de unión con la pareja a prueba de todas las crisis posibles.
Si por el contrario la pareja no está unida por ningún proyecto común, sino que se tienen intereses dispares, cada uno actuará en función de su propio interés, tratando de realizar aquello que a él le satisface, dando esto lugar en muchas ocasiones a discrepancias, discusiones, enfrentamientos y todo tipo de conflictos que resquebrajan la unidad del matrimonio, haciendo peligrar su integridad.
Formar un matrimonio no consiste en vivir juntos bajo el mismo techo, sino que se vivan bajo las mismas ilusiones y objetivos que traen el dinamismo y el deseo de vivir, de luchar y de compartir la felicidad que supone el ver como se van consiguiendo las metas que se propusieron. La monotonía es una gran lacra de nuestra sociedad que ha llegado también al matrimonio, destruyendo muchos hogares. El no manifestarse interés el uno por el otro, el no compartir algo juntos llega a enfriar seriamente las relaciones del matrimonio y hace que cada uno busque la felicidad y su dicha por otro camino, que redunda indefectiblemente en desunir más al matrimonio y hacerlo fracasar.
El matrimonio es la situación ideal para incentivar entre dos personas su afecto, su respeto, la comprensión y un sin número de valores humanos, pero para ello es necesario vigilar que no existan intereses particulares hasta el punto que se pueda disgregar la unidad no sólo del matrimonio sino de la familia en su conjunto. Esto facilita un aspecto vital como es el hecho de que la pareja a lo largo del tiempo, vaya progresando al mismo nivel, asimilando las experiencias y actualizándose en el día a día, con lo cual se evita que conforme transcurren los años se vaya produciendo un alejamiento de la pareja, una frialdad e incomprensión ya que entre ambos son pocas las cosas en común, y mientras que uno se va abriendo paso en la vida, comprendiendo nuevas ideas y conceptos y va incorporando a su vida nuevas pautas, por el otro lado puede estar produciéndose todo lo contrario un retraimiento hacia sí mismo, una atracción por las cosas materiales y una comodidad a la hora de prestar atención y pensar en el mejor modo de actuar.
Esa lejanía entre la pareja, que podemos expresar como: “tenemos tan poco de que hablar”, es responsable aquél que se quedó estancado, no queriendo estar a la altura de las circunstancias y alcanzando el nivel del otro. Es entonces cuando aparece el mal ambiente en el hogar y se da lugar a que puedan ocurrir las desavenencias que en otras circunstancias no se producirían.
Es importante tener esto en cuenta, el matrimonio supone un esfuerzo por parte de los dos cónyuges, máxime en los grupos que pretenden progresar espiritualmente, estamos obligados a progresar y a ayudar en el progreso de nuestra pareja, participando e interesándonos por estar al mismo nivel, en lugar de entorpecer, poner pegas o tratar de desviar al compañero o compañera del trabajo que está realizando por intentar que todos los miembros de su familia pongan en práctica los conocimientos espirituales y dediquen su vida a ayudar a sus semejantes.
En general, cuando se produce ese alejamiento y dejan de existir entre la pareja cosas en común, suele existir en uno de los cónyuges un estado de rebeldía interior, causa ésta que le impide reconocer los méritos de su pareja, bloqueándole sus recursos espirituales y tratando de llamar la atención de forma que parezca que nadie se preocupa de él o ella.
Qué triste es ver un matrimonio desunido, enfrentado por causas inexistentes, y en el que se ha producido ese distanciamiento por no haber puesto los dos de su parte y haber intentado caminar al mismo ritmo, asimilando experiencias conjuntamente manteniendo una renovada ilusión al ver crecer su hogar y la proyección de este con el curso de los años.
Fermín Hernández Hernández
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