MADUREZ Y RESPONSABILIDAD

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Madurez y responsabilidad

Madurez y responsabilidad

 

“La madurez es la escalada hacia la verdad y hacia el bien”

Doménico Cieri

En muchos ámbitos de la vida, una persona madura psicológicamente es una persona responsable. Este sentido de la responsabilidad viene dado por el sentido del deber que adquiere al ser consciente de sus obligaciones y de los compromisos que debe asumir en el área, disciplina o empeño de que se trate.

El infantilismo, el narcisismo, la indisciplina (revestida de exigencia de todos los derechos y ninguna obligación) y el individualismo que la sociedad actual impulsa como modelo, llevan a la mayoría a rehuir compromisos de todo tipo, que exigen un esfuerzo y un sentido del deber necesario para alcanzar objetivos superiores que merezcan la pena.

La madurez personal consiste precisamente en lo contrario. Una persona madura psicológicamente tiene sentido del deber y de sus responsabilidades, se compromete, no rehúye el esfuerzo ni el trabajo, y cuando este se vuelve árido o difícil recurre a la disciplina personal para alcanzar sus objetivos.

Una persona madura psicológicamente está más preparada para enfrentar dificultades y retos que la vida diaria nos presenta que aquella otra que huye de la responsabilidad y tiene miedo a comprometerse, o ni siquiera lo hace por miedo al fracaso.

“El hombre no puede permanecer eternamente niño; tiene que salir algún día a la vida”.

Sigmund Freud – Psiquiatra

La escasa tolerancia a la frustración que las sociedades acomodadas actuales inculcan en la educación de los jóvenes, al proveerles de todo lo que piden y al instante, genera sin duda una mínima capacidad de resiliencia ante las dificultades cuando se encuentran ante el reto de enfrentar en solitario los problemas que la vida presenta a todos.

Al llegar este momento la frustración se abre paso de manera irresistible, y el no poder conseguir lo que anhelan en el preciso momento que lo desean lleva a muchos a la depresión o las fugas psicológicas espectaculares donde se refugian de esa frustración.

Esas fugas suelen ser las drogas, alcohol, vicios sociales y adicciones de todo tipo, con las que pretenden enmascarar sus fracasos mediante instantes rápidos y efímeros de placer que compensen la frustración que sienten al no conseguir sus anhelos principales. Y cuando esta frustración genera patologías mentales o emocionales graves y persistentes en el tiempo (depresión, falta de autoestima, hastío, crisis existenciales, etc.), suelen tener gravísimas consecuencias, llevando en la mayoría de los casos al intento de suicidio.

Madurez es igual a responsabilidad, y esta última distingue a las personas sensatas y adelantadas en todos los ámbitos de la vida. La confianza depositada en personas insensatas por su falta de responsabilidad o compromiso es un viaje al fracaso, mientras que, cuando delegamos en personas trabajadoras, responsables y con sentido del deber, es mucho más fácil que podamos alcanzar aquello que pretendemos. El trabajo y la disciplina son minusvalorados en las sociedades hedonistas que incentivan maximizar el placer instantáneo, la ociosidad y la consecución inmediata de recompensas y adquisición de bienes materiales.

«Lo que con mucho trabajo se adquiere, más se ama».

Aristóteles

Por consiguiente, el ser responsable y maduro es aquel que cumple con sus deberes y compromisos, y que responde por sus propios actos o por los de otros. Y cuando esta actitud se toma defendiendo valores éticos o de la propia vida, sin duda adquiere un carácter moral que dignifica a la persona y la configura como un ser maduro psicológicamente, alcanzando mayores cotas de libertad.

La rigidez o falta de flexibilidad en las responsabilidades que se adquieren puede ser un obstáculo en el progreso del individuo si no atiende a la comprensión de los hechos y se limita exclusivamente al límite de lo establecido; prejuzgando los hechos ateniéndose únicamente a la letra y no al espíritu de la misma.

En el mínimo respeto debido a los demás, a las criaturas y a la vida misma, no podemos ignorar nuestros deberes. Y tampoco debemos ni podemos consentir que nuestro sentido de la responsabilidad sea laxo o débil respecto a la delincuencia, intentando blanquearla o justificarla.

“La libertad supone responsabilidad. Por eso la mayor parte de los hombres la temen tanto”.

George Bernard Shaw

Cuando la responsabilidad es consecuencia de la madurez psicológica adquirida mediante la vivencia de las experiencias humanas, el sentido del deber se armoniza con la comprensión de las necesidades de los demás. Cuando comprendemos a los demás surge la empatía.

Si realizamos el enfoque espiritual bajo la premisa de la inmortalidad del alma, es todavía mayor la importancia de la madurez y la responsabilidad, pues esta no solamente es personal, sino que parte de un compromiso previo que hemos aceptado y que nos viene otorgado desde el plano espiritual y nos permite comprender cuál es nuestra responsabilidad en el mundo con un cuerpo físico. Y el cumplir ese compromiso adquirido requiere esfuerzo, disciplina y trabajo. Con ello fortalecemos nuestros recursos internos, nos preparamos para retos más altos que vendrán en el futuro y conseguimos el adelanto intelectual y moral que necesitamos.

Ser maduros y conscientes de nuestras obligaciones espirituales supone tener presentes en todo momento los valores eternos del espíritu, a fin de que los incorporemos a nuestra vida diaria, los podamos integrar en nuestra personalidad y nos ayuden a superar esa visión cortoplacista, efímera y limitada de la vida en la Tierra, sustituyéndola por la amplitud de la verdadera vida: “la vida del espíritu inmortal”, aquella que continúa con mayor expresión y desarrollo después de la muerte.

“La responsabilidad nos hace hacer las cosas bien, pero el amor nos hace hacerlas bellamente”.

Zig Ziglar

Bajo este último enfoque, la vida en la Tierra se nos presenta como un breve periodo de aprendizaje dentro del recorrido de las vidas milenarias que ya llevamos y que nos queda por realizar. Y cuando esta visión es incorporada a nuestra conciencia y forma de pensar y actuar, al sentido de la responsabilidad sumamos las contribuciones del amor.

Esta última característica nos permite discernir con claridad cuando podemos y debemos actuar. Esto es la responsabilidad consciente. E incluso también la luz del amor nos ilumina para no precipitarnos en la toma de decisiones cuando debemos y no podemos o cuando podemos y no debemos. Esto es la responsabilidad inconsciente.

Sea como fuere, el espíritu adelantado y en camino de su propia dicha y felicidad futura deberá esforzarse por madurar psicológicamente y ser responsable ante sí mismo en primer lugar, y posteriormente ante los demás por los actos realizados.

Siendo así que las leyes de Dios, de las que nadie puede escapar al estar esculpidas en la conciencia de cada uno, serán las que determinarán el grado de cumplimiento del deber de los compromisos asumidos antes de encarnar en la Tierra.

“Existir es cambiar, cambiar es madurar, madurar es creación sin fin”.

Henri Bergson

 

Madurez y responsabilidad por: Redacción

©2023, Amor, Paz y Caridad

Madurez y responsabilidad es un artículo original creado para Amor, paz y caridad.

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