«Vigila tus pensamientos; se convierten en palabras.
Vigila tus palabras; se convierten en acciones.
Vigila tus acciones; se convierten en hábitos.
Vigila tus hábitos; se convierten en carácter.
Vigila tu carácter; se convierte en tu destino.”
Proverbio Árabe
Los hábitos y su importancia
Han sido muchos los sabios de la antigüedad que nos han hablado de los hábitos y su importancia. Una de las frases más conocidas del filósofo Aristóteles al respecto de este tema es la siguiente:
“Los buenos hábitos que se forman en la juventud marcan la diferencia”
Entre las muchas definiciones de la palabra «educación» encontramos aquella que hace referencia al hecho de que “educar es formar en hábitos positivos”. Hoy, la moderna psicopedagogía reafirma estos principios como la base del aprendizaje de los seres humanos. Pero mucho antes, hace ahora casi 2400 años, hubo sabios como Platón que afirmaba: “aprender es recordar lo que ya se sabe”.
Vemos aquí dos axiomas para el aprendizaje y la educación; por un lado, se destaca la importancia de formar hábitos positivos en la vida educativa de los niños y jóvenes; y por otro, el gran filósofo hace referencia al aprendizaje del alma, a la parte inconsciente aprendida mediante las experiencias de vidas anteriores y que, como un archivo, nuestro yo profundo guarda celosamente hasta que aflora en determinados momentos de la vida bajo un impulso o reflejo condicionado que la trae al momento presente como una reminiscencia, habilidad o recuerdo de lo que ya sabemos sin ser capaces de concretar su origen.
Los filósofos estoicos (Epícteto, Séneca, Marco Aurelio, etc.) afirmaban que la clave de la felicidad se encuentra en la virtud, entendida no solo como la adquisición de cualidades ético-morales, sino como la superación personal, a fin de alcanzar la mejor versión de nosotros mismos en cualquier área de nuestra vida donde nos desempeñemos. Y entre sus principios destacaban, además de la sabiduría (conocimiento de uno mismo), el coraje (valor para enfrentar la adversidad), la justicia (tratar a los demás como a nosotros mismos) y la disciplina (fuerza de voluntad y autocontrol).
Pero confirmaban que la sabiduría sin la acción no sirve, es preciso desarrollar la disciplina, la templanza y la moderación, actuando con coraje a pesar de los errores.
”Admira a quien lo intenta, aunque fracase”. Séneca, filósofo Hispano romano, s. I
Nadie puede cambiar las cosas externas que no están bajo su control, pero sí podemos cambiar nuestro interior para tener un mejor enfoque de la realidad que nos circunda, y con ello trabajar nuestros hábitos orientándolos en la dirección adecuada que nos proporcionen felicidad y paz.
Los hábitos aprendidos en esta existencia o innatos, provenientes de vidas anteriores, son los que definen nuestras reacciones impulsivas e instantáneas, que no siempre son acertadas, pues existen emociones y pensamientos que de forma automática condicionan nuestro comportamiento y se producen sin que seamos conscientes de ello hasta que ha ocurrido. Esto no lo podemos evitar ni suprimir, pero sí podemos moderarlo y atenuarlo, detectándolo a tiempo y modificando poco a poco nuestras reacciones, prestando atención a nuestros pensamientos y emociones. Centrándonos en el presente nos volvemos más conscientes de la realidad y sus efectos, pudiendo entonces adoptar los hábitos adecuados para corregir aquello que nos perjudica o nos hace actuar irracionalmente, o mediante emociones descontroladas, como la ira o la soberbia.
Trabajar los hábitos positivos para construir un carácter es una de las tareas más importantes que podemos llevar a efecto para mejorar nuestro interior, ser más dueños de nuestras decisiones, acciones y comportamientos, y en definitiva ser más libres, al tomar el mando sobre aquello que podemos influir y controlar, y no sobre aquello que está fuera de nosotros y que de ninguna manera debemos dejar que nos afecte.
Como vemos, la libertad de la persona tiene que ver también con no ser esclavo de sus hábitos perniciosos del pasado ni del presente; por ello, cada reencarnación en la Tierra supone una nueva oportunidad para corregirnos, actuando con moderación al respecto de los placeres que la vida nos presenta, y no confundiendo placer con felicidad. Normalmente, cuando se abusa del placer, este va acompañado con el dolor posterior, pues siempre queremos más y cada vez es más costoso alcanzarlo, lo que genera frustración. El dolor posterior muchas veces no compensa lo efímero que resulta la sensación placentera.
A nivel de comportamiento y psicológico, poco a poco nos vamos convirtiendo en aquello que repetimos una y otra vez. Lo que vamos construyendo depende muchas veces de la insistencia que tengamos en ello y por eso, cuando se busca la serenidad, la paz o la armonía, no basta con encerrarse en uno mismo o intentar llegar a la auto-realización creyendo que así se solucionarán todos los problemas. La vida presentará otros nuevos que sustituirán a los anteriores, que serán nuevas oportunidades de progreso. Porque lo importante no es eliminar los problemas, sino actuar correctamente ante ellos manteniendo el equilibrio y la serenidad mental a pesar de los mismos. Con esta actitud los minimizamos y dejan de ser preocupaciones, al tiempo que nos vamos mejorando, perfeccionándonos y llegando al desarrollo de lo mejor de nosotros mismos mediante el hábito.
«Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto, sino un hábito». Will Duran – Filósofo y Escritor
El conocimiento espiritual complementa las informaciones anteriores y cierra el círculo del aprovechamiento del tiempo y de las oportunidades que la vida nos presenta. Sabemos que venimos a la Tierra con un programa de mejora, que en muchos casos contempla pruebas duras y expiaciones difíciles, por eso es tan importante emplear nuestras energías en aquello que podemos cambiar o mejorar y no en otras cosas que vienen dadas, y que es imposible de modificar o tener control sobre ellas. Nuestro interior es nuestro campo de trabajo, y la perspectiva que tengamos respecto al exterior, a las pruebas y expiaciones que nos agobian, dependerá de nuestro trabajo en la construcción de hábitos que nos fortalecen y nos protegen.
Ya no hablamos únicamente de educación, estamos hablando de acción, de aceptación sin resignación de las dificultades, pues debemos aceptar aquello que no podemos modificar; pero eso no nos impide trabajar para mejorar la perspectiva del hecho y la manera en cómo lo afrontamos.
Los hábitos que tienen que ver con los valores superiores del alma humana son los más adecuados para nuestro recorrido por la vida. Pues no solo el sentido de la vida es el progreso espiritual, sino que se nos ofrece la oportunidad de la reencarnación para ir modificando los hábitos perniciosos del pasado por otros positivos que sustituyan a los anteriores, y nos coloquen alineados con las leyes superiores que rigen la vida y nos acercan al bien y a la verdad.
Es por ello que deberíamos aceptar que somos dueños de modificar nuestro destino, trabajando nuestros hábitos más perjudiciales por otros más positivos que nos llenarán de serenidad y armonía interior. El reducto de nuestra alma inmortal sobre el que sí tenemos control, si queremos ejercerlo.
Es, pues, necesario el trabajo y el coraje, pues a pesar del miedo al cambio, debemos intentar esa transformación moral, aunque caigamos una y otra vez. En esas experiencias creceremos enormemente y ampliaremos nuestro grado de discernimiento entre el bien y el mal; esto último nos permitirá acertar en las decisiones que nuestra alma necesita, cumpliendo así con el compromiso asumido antes de encarnar.
Es así como forjaremos nuestro destino futuro más dichoso, al haber construido un nuevo carácter basado en los hábitos positivos incorporados a nuestra alma y que nos acompañarán siempre, desde ese momento en adelante.
Los hábitos y su importancia por: Redacción
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“Señor, concédeme serenidad para aceptar aquello que no puedo cambiar, coraje para cambiar lo que sí puedo, y sabiduría para discernir la diferencia”