“Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y mostrarán grandes señales y prodigios, para así engañar, a ser posible, aun a los escogidos.” (Mateo; 24: 24)
La palabra profeta ha tenido una evolución a lo largo de los siglos. En la antigüedad era considerado un enviado de Dios, un revelador de las verdades divinas, un paranormal capaz de recibir e interpretar los mensajes venidos de lo Alto para transmitirlos al pueblo. No necesariamente implicaba ser un adivino del porvenir, o un, lo que denominaríamos actualmente, futurólogo.
No obstante, esta frase del evangelio de San Mateo nos habla de una época concreta, “que había de venir”. El final de los tiempos, el juicio final, con sus innumerables matices.
Afortunadamente y una vez más, el Espiritismo aborda el tema con una claridad meridiana. Situando su verdadero significado a la luz de los conocimientos de que dispone transmitidos por los espíritus, y que en muchos casos coinciden con informaciones y referencias de otras tradiciones religiosas, que nos hablan de las diferentes etapas de la evolución en los planetas, los límites del libre albedrío así como los plazos para ir adaptándose a los cambios morales y espirituales que dicha evolución requieren.
En el ínterin de dichos cambios se deben de producir ciertas señales precursoras que demuestren la cercanía de los mismos. A ello se refiere el Maestro cuando habla de los falsos cristos y los falsos profetas. La época de transición planetaria que señala el final del periodo evolutivo: “Expiación y Prueba”; para pasar a la siguiente etapa llamada: “Regenerativa o de Regeneración”.
Por las informaciones que nos llegan, la agitación en el mundo espiritual es grande. Están siendo desalojados de determinadas zonas del astral, a ciertos espíritus rebeldes, de gran inferioridad y fuertemente comprometidos con la ley, por los atropellos y barbaridades que cometieron en el pasado, para ofrecerles oportunidades de progreso, reencarnando en este periodo decisivo, en el que estamos inmersos desde hace bastantes décadas, como última oportunidad para engancharse al progreso previsto para esta humanidad, de lo contrario, tendrán que emigrar a otro mundo, también de expiación y prueba pero en sus comienzos.
Bien sabemos que lo vivido en la Tierra, en el plano físico es un pálido reflejo de lo que se está gestando en el astral, en la psicoesfera terrestre. Por lo tanto, las informaciones que se están recibiendo desde hace tiempo y por diferentes fuentes de todo el mundo, confirman el hecho de esa Gran Transición. Los síntomas de toda índole, tanto físicos como espirituales se multiplican por doquier. Como indicó Hermes Trismegisto hace muchos siglos: “Como es arriba es abajo”.
Un signo característico de ese cambio global inevitable, es la gran confusión de ideas que existen hoy día. Por un lado, las religiones decadentes, ya no satisfacen las necesidades de una mayoría; dejándose llevar las masas por el materialismo que la sociedad consumista nos sugiere, en el inmediatismo de los objetivos y placeres materiales, como un escape para no afrontar los verdaderos problemas existenciales. Y por otro, aquellos que buscan respuestas a las perturbaciones espirituales y a los fenómenos que les están sucediendo y no saben el origen ni el sentido que tienen. De tal modo que, tanto dentro como fuera del espiritismo, existe una abundancia de manifestaciones mediúmnicas, también anunciada por el Maestro como signo de los tiempos: “Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán. Vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños” (Hechos; 2, 17)
En ese marco global y ante las necesidades que van surgiendo, aparecen los falsos profetas, o lo que es lo mismo, médiums, conscientes o no de su mediumnidad, con un mensaje que puede ser bastante cuestionable. Haciéndose muy recomendable seguir los consejos de San Juan cuando nos dice: “Amados míos, no creáis a todos los Espíritus, más probad si los Espíritus son de Dios” (San Juan, Primera Epístola, cap. IV, v.1)
Algunos médiums de todas las condiciones y culturas se encuentran fascinados, ante la falta de conocimientos y sobre todo ante la falta de vigilancia y moralidad, caen presos de las sugestiones de falsos guías espirituales que los seducen, los llegan a inducir sin darse apenas cuenta, a un misticismo fanático, y les hacen creer que poseen una misión superior. Lo cual les empujan a adoctrinar a las gentes, a publicar libros, a desarrollar charlas, conferencias, con su interpretación muy particular de las cosas espirituales.
Algunos de ellos no es que hayan recibido falsas comunicaciones, el problema reside en que, en lugar de tomárselas con humildad para ellos mismos, para estudiarlas, meditarlas y cotejarlas con otras personas, separando la paja del grano, tomándose un tiempo de maduración personal y de trabajo interior, por el contrario, se lanzan a divulgarlas, programándose una actividad intensa de cara al exterior.
No están maduros para una labor que les sobrepasa, carecen de preparación en todos los aspectos y dan una imagen negativa del verdadero sentido espiritual. Dicho de otro modo, sus actos no coinciden con sus prédicas. Son un mal ejemplo, que en lugar de atraer, lo que hacen es disuadir y desinformar generando todavía mayor confusión. Como nos podemos imaginar, la responsabilidad en esos casos es muy grave. Como recoge el evangelio de San Mateo; 15:13. “Pero respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada.”
Por desgracia, esto no ocurre solamente fuera del espiritismo, sino que dentro del mismo, hay médiums que no han aprovechado las enseñanzas que tienen al alcance de la mano, y unas veces por falta de estudio riguroso, de preparación moral, y otras por la fascinación espiritual de la que hablábamos al principio, usan los centros espiritas para, en lugar de orientar y aclarar a quienes acuden en busca de ayuda, lo que consiguen sin querer es todo lo contrario, confundiendo más y desviando del verdadero objeto que tiene la doctrina codificada por Allan Kardec. Esto, por desgracia es lamentable. Ser, en definitiva, juguete de las entidades engañosas que seducen tanto, en los trabajos mediúmnicos presentándose como espíritus elevados, respetables, como en las sugestiones que provocan en las reuniones de aprendizaje, atraídos por sintonía y por falta de vigilancia, provocando unos resultados, todo lo contrario a los esperados.
Tanto unos como en los otros casos, se convierten, sin darse cuenta, en falsos profetas. Por ello es fundamental, la prudencia, la vigilancia interior, el estudio y análisis de los amplios conocimientos que la doctrina nos ofrece, dialogar con otras personas, con otros grupos, pues no lo sabemos todo. El error y la equivocación se pueden instalar en nuestras vidas durante mucho tiempo sin darnos cuenta. Si amamos la verdad debemos de tener el coraje de enfrentarnos con determinación a nuestras imperfecciones y a aquellos errores que nos pudieran entorpecer. “No hay árbol bueno que pueda dar fruto malo, ni árbol malo que pueda dar fruto bueno” (Lucas 6:43). No nos podemos convertir en ciegos que conducen a otros ciegos, porque al final, todos caeríamos contrayendo una grave responsabilidad ante la ley.
José Manuel Meseguer
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