«No creáis a todo espíritu; probad antes si viene de Dios».
Jesús de Nazaret, Evangelio según San Juan.
Resulta habitual en los grupos espiritas llevar a cabo trabajos mediúmnicos sí disponen de los médiums apropiados. Dichos trabajos de mediumnidad tienen, por lo general, dos diferentes enfoques: El primero de ellos tiene por misión dar luz a espíritus sufrientes, haciéndoles comprender que ya abandonaron su cuerpo físico y que deben incorporarse a la vida espiritual para proseguir su camino de evolución en el plano que les corresponde.
La segunda y no menos importante es: Recibir las instrucciones y consejos necesarios para que el grupo de trabajo espírita no se estanque en su progreso y camine la senda correcta para la consecución de sus objetivos y compromisos espirituales.
Para ello, resulta conveniente poner en tela de juicio, siempre, las diferentes comunicaciones obtenidas, sometiéndolas al crisol de la razón y el sentido común, para así, no dar por válidos aquellos mensajes de aspecto frívolo o, meramente formales, pero que carecen de enriquecimiento que nos sirva como futuras pautas de conducta para nuestro desarrollo como grupo. Ello, siempre en función de las circunstancias que esté atravesando el grupo en ese momento.
Los Espíritus formales no todos tienen igual ilustración. Hay muchas cosas que ellos ignoran y sobre las cuales pueden engañarse de buena fe; por eso los Espíritus verdaderamente superiores nos aconsejan, sin cesar, que sometamos todas las comunicaciones al examen de la razón y de la más severa lógica. (Allan Kardec, Libro de los Médiums, Cap. X, Naturaleza de las comunicaciones).
Vemos cómo el codificador incide en este punto, resaltando en todo momento que los espíritus verdaderamente superiores: Aconsejan constantemente someter todas las comunicaciones recibidas al examen de la razón. Todas, sin excepción; dándonos a entender que no debemos bajar la guardia y aceptar por buenos los comunicados recibidos, sin más. Si de hecho resulta difícil juzgar las intenciones humanas, cuanto más las espirituales.
Dada la infinita escala de evolución de los espíritus, resulta normal y absolutamente lógico que desconozcamos el tipo de entidad de la que procede el mensaje, si previamente no sometemos su contenido al análisis de la razón y la lógica.
¿Qué está sucediendo constantemente en los grupos de trabajo? Simplemente que después de un mensaje se suele comentar lo indicado por las entidades espirituales, dando por sentado que esa comunicación viene necesariamente de un espíritu superior, sea de un espíritu evolucionado, familiar, amigo o guía del grupo, pero damos siempre por sentado que la comunicación es válida y el comunicante digno de confianza.
¡¡Craso error!! Con ello estamos manifestando nuestra ignorancia sobre las pautas marcadas por las entidades superiores, que nos enseñan en todo momento y con todo lujo de detalles, cuál debe ser el modo de proceder en las comunicaciones, su desarrollo, los diferentes tipos de espíritus comunicantes, las variadas formas de calificar los mensajes, etc., Todo un tratado de sabiduría mediúmnica, que tristemente no empleamos ni en su más mínima expresión.
Se trata de un asunto de especial gravedad. No en balde Allan Kardec y un sinnúmero de espíritus superiores le conceden una importancia extrema al análisis y estudio de los comunicados para saber extraer de ellos, únicamente, las informaciones útiles.
¡¡Es mejor rechazar 99 verdades antes que aceptar una sola mentira!! (Allan Kardec)
Aseveraba el maestro de Lyon, dándonos a entender la acuciante necesidad de impedir que pasen por nuestros centros espíritus inferiores con la intención de hacernos perder el tiempo.
Este hecho, cobra especial relevancia cuando se ha perdido por completo la facultad de analizar al espíritu comunicante y su mensaje. Con ello estamos dejando las puertas abiertas para que espíritus de baja condición se hagan con el control del trabajo mediúmnico, e influyan en el comportamiento y actitudes futuras de sus componentes; quienes, de forma inconsciente estarán siguiendo sus pautas, que tienen como único fin desestabilizar y destruir el trabajo no sólo de mediumnidad, sino también frenándoles, entorpeciéndoles, y desviando la atención de sus verdaderos objetivos y compromisos como grupo de índole espiritual.
Esta es la principal razón por la que muchos grupos espíritas se encuentran desorientados y confusos pues, al no descartar comunicaciones equívocas, están admitiendo como válido a cualquier comunicante. Finalmente lo que se consigue es poner al médium especialmente, y al grupo en general, bajo la tutela de espíritus mediocres y frívolos, falsos sabios que de manera muy inteligente van fijando sus ideas y falsos principios, alejándoles de su verdadera tarea, los compromisos espirituales adquiridos para la propagación del Espiritismo y la evolución personal y del grupo.
Un síntoma inequívoco de que se está produciendo un proceso de obsesión y de perturbación por parte de la parte espiritual negativa es cuando comienzan a producirse en los miembros del grupo divisiones y desencuentros que en otros momentos no se producían, es entonces cuando debemos observar la gravedad de la situación y tener la humildad suficiente para elevar nuestras oraciones y volver a la buena senda de la unión.
Debemos tener muy presente el grave peligro que para todos los grupos Espíritas supone esta circunstancia, pues, debido al acecho constante del plano inferior, con organizaciones destinadas a atacar y provocar la falta de unión y entendimiento en los grupos, se está poniendo en serio peligro su labor. Y suelen lograrlo con mucha facilidad si bajamos la guardia y no seguimos fielmente las pautas que los espíritus superiores nos marcan. De este modo conseguiremos estar bajo su amparo y protección y así, poder librarnos de los embates de estos hermanos oscurecidos que, en demasiadas ocasiones logran alcanzar sus propósitos.
Para los grupos, su prioridad será siempre cumplir las reglas que nos dejó el Maestro: La primera: “A mis discípulos se les reconocerá porque se aman” y, la segunda: “Convertirse en hombres de bien, alcanzando cada día un mayor grado de evolución espiritual”.
¡¡Sed pues perfectos como mi padre es perfecto!!
El Amor del que nos habla el Maestro trae consigo la armonía, la unión, el deseo de trabajar juntos, un ambiente de paz y confianza, serenidad y paz en el espíritu, haciendo que las críticas y las opiniones sean aceptadas de buen grado y con espíritu de análisis y reflexión. Y sobre todo alejan el personalismo y las pautas de comportamiento individualistas, que llevan a la creación en los grupos de diferentes facciones.
Muy lejos de estas premisas, entre muchos grupos espíritas se prioriza la notoriedad, la rivalidad, el egoísmo y todo tipo de iniciativas que impiden caminar todos juntos. Tal parece como si cada miembro del grupo tuviese su particular escuela. Al final, lo que se consigue es una falta de entendimiento y destrucción de los grupos, que es en definitiva, lo buscado por esos espíritus burlones y pseudo-sabios.
Este tipo de actitudes y comportamientos abren una profunda grieta en la formación y evolución de los grupos, propiciando que se infiltren esos espíritus embaucadores y malévolos, a quienes les abrimos las puertas y damos todo tipo de facilidades para conseguir sus propósitos.
¡Cuán pocas críticas se ven en los trabajos mediúmnicos! Qué poco se llevan a la práctica, el estudio y el análisis constructivo de los mensajes. Análisis que comienza por el propio médium, que debe ser el primero en realizar un examen íntimo: De las condiciones internas con las que llega al trabajo y finalmente, revisando el desarrollo de su trabajo en él. Él mejor que nadie, sabe cómo se siente y como ha llevado a término su labor. Debe poseer la suficiente humildad, educación moral y control de su facultad para impedir que cualquier espíritu burlón, engañoso y frívolo pueda pasar por él y comunicarse.
Pero esto, no es únicamente tarea suya, también recae en el director del trabajo y del resto de los asistentes quienes, deben participar activamente y someter también al buen criterio y al análisis, los mensajes recibidos. Nadie se deberá molestar por ello, muy al contrario, es su deber y obligación hacerlo. Si algún médium se siente ofendido por ello, estará demostrando su sometimiento a la voluntad de los falsos espíritus. Esta actitud le descalificaría como médium espírita.
Debemos tener presente, que los médiums, generalmente denominados parlantes o de psicofonía, son completamente conscientes de los mensajes que transmiten y, al igual que el resto de intervinientes, oyen perfectamente sus propios comunicados. Por mucha buena voluntad que tengan y aun sin desearlo, acabarán interfiriendo en mayor o menor medida en los comunicados.
En el caso de los médiums mecánicos, la situación es completamente diferente, ya que no son conscientes de sus comunicados, resultándoles por tanto imposible interferir en lo que transmiten. Estos médiums, son “rara avis” (más bien raros), y podemos confiar plenamente en sus mensajes.
Si tomamos en consideración todo lo anterior, debemos tener muy claro que no debemos creer todo aquello que se diga en los trabajos mediúmnicos y menos, cuando se reitera algo que ya sabemos de antemano.
Debemos pues, retomar los trabajos espirituales con la gravedad que merecen, acudir a ellos con la adecuada higiene psíquica, con deseos de aprender y de llevar a buen término los trabajos mediúmnicos y perder el temor a la hora de descartar aquellas comunicaciones que carezcan de transcendencia. Debemos tomarlas como una parte del desarrollo del médium y un aprendizaje para todos.
El desarrollo de un médium digno de confianza es un proceso largo, que requiere mucha educación y estabilidad por su parte y, de la buena escuela que tenga el grupo que le cobija. La experiencia es un grado y esto no se consigue a corto plazo, especialmente, si nunca se han sometido las comunicaciones a la metodología del Libro de los Médiums.
Tampoco debemos caer en el error de la rutina, considerando que, por el hecho de llevar mucho tiempo realizando trabajos espirituales, ya estamos en las manos correctas y que podemos prescindir del estudio y análisis de los comunicados. Los médiums, al igual que la mayoría de los espíritas, somos personas de grandes defectos, sometidos a todo tipo de influencias. Podemos estar pasando períodos de pruebas y crisis y, en cualquier momento, estar expuestos a la influencia y sometimiento de los espíritus inferiores. Por tanto, no debemos confiarnos y utilizar siempre el discernimiento y el espíritu crítico. (Único medio de evitar errores e influencias de los planos inferiores).
Es el precio a pagar si queremos tener unas adecuadas comunicaciones en nuestros centros. Debemos por tanto: Cultivar el análisis, la sana crítica y la ausencia de miedo a la hora de despreciar cualquier comunicación sospechosa o que carezca de interés. Tengamos muy claro que los espíritus inferiores saben meter un grano en un montón de paja y no por ello la comunicación tiene validez.
A título de ejemplo, citar que el buen amigo Divaldo Pereira Franco, en una de sus conferencias durante un congreso en España, citó qué, después de 10 años de prácticas diarias en la facultad de psicografía y, habiendo guardado todas las comunicaciones recibidas en ese plazo de tiempo, le indicaron finalmente que las rompiera y tirara, que sólo habían sido parte de su desarrollo, siendo a partir de ese momento concreto que comenzaba su trabajo de médium de escritura.
Consideremos este ejemplo como modelo que nos permita valorar el tiempo necesario para el desarrollo y educación de una facultad de escritura, mucho más sencilla que la de psicofonía.
“Traemos estas consideraciones para todos aquellos que desean servir como instrumentos del plano espiritual”.
Fermín Hernández Hernández
©2016, Amor Paz y caridad
137/ Las comunicaciones instructivas son mensajes formales, que tienen por principal objeto alguna enseñanza dada por los Espíritus, sobre ciencias, moral, filosofía, etc. Son más o menos profundas, según el grado de elevación o de «desmaterialización» del Espíritu. Para obtener un fruto real de estas comunicaciones, es preciso que se regularicen y se continúen con perseverancia. Los Espíritus formales se interesan por aquellos que quieren instruirse y los secundan, mientras que dejan a Espíritus ligeros el cuidado de divertir a los que solo ven en estas manifestaciones una distracción pasajera. Por la regularidad y frecuencia de estas comunicaciones es como se puede apreciar el valor moral e intelectual de los Espíritus con los cuales uno se comunica, y el grado de confianza que merecen. Sí la experiencia es necesaria para juzgar a los hombres, mayor se necesita para juzgar a los Espíritus. (Allan Kardec, el libro de los médiums, CAP X, Naturaleza de las comunicaciones).