«Al hombre le mata el hombre,
pero al poeta nadie»,
y la Verdad permanece
por más que se la difame.
No hay fuerza que la destruya,
por más que se la deforme
y se le cambie de cara,
prostituyendo su nombre.
Es la esencia de la Vida
y luz de la Eternidad,
franquicia del Universo
y la vida espiritual.
Por ella nos liberamos
de nuestras imperfecciones,
y alcanzamos para el alma
las moradas superiores.
Avanzamos en la Vida
en pos de la Perfección,
y nos sentimos más cerca,
más vinculados a Dios.
Él es la Eterna Verdad
que alumbra nuestros caminos,
y de la mano del Bien
nos conduce al Infinito.
Cuando amamos la Verdad
a Dios estamos amando
y nos sentimos más fuertes,
más justos y más humanos.
Liberamos nuestras almas
de las tinieblas del mundo,
y en medio de la tormenta
nos sentimos más seguros.
Caminamos al encuentro
de las Leyes de la Vida
combatiendo la ignorancia,
el engaño y la mentira.
Pues nada puede apartarnos
de la senda del Amor
si caminamos seguros
de la Verdad y de Dios.
De que somos hijos suyos
y a los dos pertenecemos
para servirles y amarles
y a la vez engrandecernos.
Es la Verdad quien nos une,
es la Verdad quien nos guia
y nos hace responsables
de la Causa espiritista.
De la senda de Kardec
ha trazado para todos
los amantes de la luz
y la exploración del Cosmos.
De todos los caminantes
del Amor y la Verdad
que luchan por la conquista
de la vida espiritual.
«Al hombre le mata el hombre,
pero al poeta nadie»,
y la Verdad permanece
por más que se la difame.
Porque Dios es la Verdad,
y Sus principios eternos
no pueden ser derogados
por otros perecederos.
JOSÉ MARTÍNEZ FERNÁNDEZ