LA VIDA EN EL MUNDO ESPIRITUAL IV

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Pocas, poquísimas son las almas que tienen acceso inmediato y definitivo a los planos superiores. Hay generalmente, un previo condicionamiento según los casos.
 

Así como la gran mayoría de los desencarnados siguen con las mismas necesidades, deseos y sensaciones que tenían como humanos, los más evolucionados quedan libres de toda sensación dolorosa, así como de las necesidades del cuerpo, tales como alimentación, sueño, atracciones materiales y preocupaciones humanas. Pero, los seres inferiores llevan consigo, más allá de la tumba, sus dolencias, necesidades, preocupaciones materiales y costumbres, por lo que quedan deambulando por el mismo ambiente en que habían vivido como humanos, y vuelven a querer participar de la actividad de los humanos en sus diversos aspectos. Sus tendencias, apetitos y pasiones, siempre despiertos, y su imposibilidad de satisfacerlos, por carencia de cuerpo carnal, son motivo de sufrimiento en unos casos y de tortura en otros.

El encuentro o no con los seres espirituales queridos, depende de varios factores, como son: el grado de evolución, ya que cada cual pasará a la esfera vibratoria o hábitat que le correspondiere, y el deseo que haya de las partes en reunirse, o impedimento, como en los casos de suicidio. Aquéllos que llevan una vida social vegetativa, etc., se verán privados de ello por mucho tiempo. Sus percepciones se verán restringidas al ambiente en que han estado viviendo como humanos o zonas de penumbra.
 
Hay una gama amplísima que varía en cada caso. En la mayoría de los desencarnados llega un momento (que puede ser pronto o más tarde) en el que ven descorrer en cuadros fluídicos, como en un cinema, los principales actos de su vida finita -buenos y malos-, lo que les proporciona gozo o motivo de sufrimiento.
 
Múltiples y diferentes son las situaciones de los seres que pasan al mundo espiritual, como múltiples y variadas son las condiciones y causas que cada cual ha elaborado por sí mismo. Dicho de otro modo, todo ser llega al mundo espiritual con los mismos sentimientos, pensamientos, deseos, tendencias y pasiones que tenía en la vida humana. Y cuando esos estados afectivos y mentales han sido persistentemente malos, las formas mentales creadas en esos casos, pueden ser terribles, pueden tomar formas de entidades fantasmagóricas revoloteando en torno suyo, y reaccionando sobre ese ser hasta que la energía que en ellas imprimió se haya agotado, lo cual puede durar años o siglos.
 
Si una persona, durante su vida terrestre ha permitido que un fuerte deseo le haya dominado, si por ejemplo, se ha hecho esclavo de un vicio tal como el sensualismo, alcohol, tabaco, etc., o dejándose dominar por el odio, etc., habrá acumulado sobre sí muchos sufrimientos después de su desencarnación; puesto que, al dejar el cuerpo carnal, en modo alguno deja tras sí esas pasiones y deseos, sino que, por el contrario, persisten tan fuertes como antes y aún más. Lo que se pierde con el cuerpo carnal, es el poder de saciar esos vicios y pasiones, que persisten más activos, así como los deseos no satisfechos o no superados. Ha creado para sí misma el monstruo con el cual tiene ahora que luchar. Y sea cual fuere la fuerza que posea ahora su enemigo (las pasiones y deseos inferiores), era la misma que como persona le ha dado; siendo, por consiguiente que su destino en el astral no ha sido impuesto por ninguna mano extraña, sino que es debido a sus propias creaciones. Y los que las pasan peor de todos son los malvados de toda índole. Aquellos que, desoyendo la «voz» de la conciencia, hayan abusado, estafado, ultrajado o matado, etc., porque, por ley de atracción caen en ambientes tenebrosos y de depuración dolorosa, que difícil resulta imaginar.
 
Y por el sufrimiento habrán de redimirse, habrán de extinguir esos deseos y pasiones inferiores, pues ésa es la ley. E impulsados por la ley de la evolución volverán a encarnar, pero, no habiendo adquirido aún la fortaleza, subsistiendo todavía en ellos la debilidad, pueden caer nuevamente. No obstante por intuición, harán esfuerzos en las siguientes encarnaciones para dominar sus bajas tendencias. Y así una tras otra encarnación irán fortaleciéndose en la lucha hasta la liberación. Y cuando merezcan nacer con padres buenos, éstos les ayudarán en su esfuerzo. Aquéllos que, como nosotros, adquirimos un conocimiento del mundo espiritual, nos damos cuenta al pasar de ésta a la otra vida, por lo que nos es fácil adaptarnos. Mientras aquellos poco o medianamente evolucionados, que no tenemos conocimiento, aun siendo buenos, necesitamos un período de descanso para prepararnos bien nuestra situación. Es como el recién nacido (aunque más rápido) que tiene que ir acostumbrándose a la nueva vida. Pero, los casos más difíciles, son: los prejuicios equivocados, los de superstición, etc., que no preparan al individuo para la nueva vida. Si bien hay seres en misión de servicio fraterno que ayudan a los desencarnados, especialmente a los seres buenos y medianamente buenos pero poco evolucionados intelectualmente, a los que hayan tenido una vida de sufrimientos, etc. Y al igual que en nuestro mundo, allí hay clínicas, sanatorios y lugares de descanso para atender a los que desencarnan por accidente (no todos, pues depende de las causas), así como por larga enfermedad, etc.
 
Aquellos que creen que cuando mueren todo termina, son los que más tardan en adaptarse; pues, como siguen pensando y sintiendo en el «Más Allá», creen que no han desencarnado. El tiempo en darse cuenta de la nueva vida, dependerá del grado de evolución y de las ayudas que puedan recibir. Ramatís, en su obra psicografiada «La supervivencia del Espíritu», dice: «Aquí, nosotros tenemos una gran conmiseración a los científicos, filósofos y sabios terrenales, que afirman enfáticamente que nada existe después de la muerte del cuerpo. Ellos consideran que la vida real es solamente aquella que se nota en las formas pasajeras del mundo terrenal. Pero cuando ellos retornan a nuestro mundo espiritual, muy grande es su humillación al comprender la falsedad de sus conceptos» .
 
Necesario es conocer también que, los seres poco evolucionados continúan con las mismas creencias que tenían en la vida humana, lo que influye grandemente en la inadaptación a la nueva vida. Y aun cuando en el mundo espiritual no existen religiones, esos seres continúan con las mismas creencias y prácticas religiosas a las que estaban acostumbrados. Naturalmente que, llega un momento en todo ser que la luz espiritual penetra en su mente, y prosiguen el camino de su evolución.
 
Por lo expuesto, puede apreciarse que nuestro despertar feliz o doloroso al término de la actual existencia humana, depende de nosotros mismos. Por ello es importante meditar sobre lo expuesto.
 
SEBASTIÁN DE ARAUCO
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