Cuando hablamos de la salud, casi siempre la identificamos con la que afecta a nuestro cuerpo, pero es una realidad mucho más amplia, ya que también afecta a nuestra mente, afectividad, energía y estado emocional. De hecho, la OMS (Organización Mundial de la Salud) la define como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.
No podemos negar que la salud es un elemento importante que influye mucho en la calidad de vida de cualquier persona, al condicionar nuestro bienestar. Si merece la pena o no dedicar una parte de nuestro tiempo, con mayor o menor prioridad, interés y esfuerzo, a mejorarla en todos sus aspectos, y por tanto nuestra vida, depende exclusivamente de nosotros.
Como es una cuestión más compleja de lo que parece, solemos olvidar aspectos muy importantes que no tenemos en cuenta. La salud mental y el equilibrio emocional son fundamentales, pues de ellos se derivan mucho de los males que nos están afectando en la actualidad, que son mucho más desconocidos porque no se les presta la atención debida ni se les dedica el tiempo necesario. Al igual que nuestro cuerpo se ve perjudicado por el ataque de diversos virus y bacterias, también nuestra mente y nuestro psiquismo son atacados por pensamientos y emociones, dañinos y perjudiciales. Como el sistema psicológico y emocional, que tiene que ver mucho con cómo percibimos el mundo que nos rodea y cómo nos relacionamos con él, están ligados a la salud física, cuando uno de ellos se desequilibra los otros se ven afectados.
Si tenemos una dolencia física, como por ejemplo un fuerte dolor de estómago, enseguida acudimos al médico, pero si estamos sufriendo angustia a causa de temores injustificados sobre nuestro futuro, no solemos darle tanta importancia y lo mantenemos guardado en silencio. No obstante, ese temor que nos atenaza puede llegar a convertirse en un problema patológico, que termine creándonos mucho más sufrimiento que aquel pasajero dolor de estómago. De igual forma, cuando tenemos conflictos internos con otras personas, en la familia o el trabajo, si el mal genio nos mantiene crispados y enojados durante la mayor parte del día, si mantenemos nuestros pensamientos descontrolados en conversaciones mentales que nos turban y ofuscan, o nuestras emociones nos afectan continuamente, pasando de estados de euforia a estados de aflicción y desánimo, como si de una montaña rusa de sentimientos se tratara, raramente solemos preocuparnos en buscar su curación. Y no solemos hacerlo porque no lo vemos como un problema o situación que nos afecte de forma transcendente.
La mente es uno de los elementos más valiosos de que disponemos para desarrollarnos y enfrentarnos a los acontecimientos y circunstancias que nos influyen y afectan. Pero, como no solemos darle el valor que realmente tiene, en numerosas ocasiones ese instrumento de ayuda terminamos convirtiéndolo en un lastre. Conocerla, comprender su profundidad, sus capacidades de raciocinio, análisis, memoria, diálogo, etcétera, nos será de mucha utilidad. Un pensamiento creativo y libre de influencias es muy útil en la búsqueda de las soluciones a los desafíos de la vida. Por el contrario, los pensamientos negativos son un lastre muy difícil de llevar.
Nuestras emociones son los impulsos que nos hacen reaccionar de una forma positiva o negativa, optimista o pesimista, ante lo que sucede, porque son la llave que abre nuestras capacidades más valiosas. Los sentimientos, en todas sus versiones y niveles, dotan nuestra personalidad de una emotividad capaz de movilizar los recursos internos ante las dificultades a las que nos enfrentamos a diario. De ellos surgen las relaciones, el estado de ánimo, la afectividad, el sufrimiento, la dicha y todas esas cualidades que necesitamos para desarrollarnos y ser felices.
No es lo que nos ocurre lo que hace que enfermemos psíquica o anímicamente, sino nuestra reacción personal, la manera de asumir y afrontar todo lo que sucede y nos afecta. Una prueba clara de ello es que, ante un mismo hecho, como puede ser la pérdida de un ser querido, encontramos respuestas muy distintas, según la forma de ser, pensar y sentir de cada uno. Así pues, podríamos definir la salud mental y emocional como la capacidad de la persona para sobreponerse a las adversidades de la vida, manteniendo su equilibrio interior y su relación con el entorno. Aprender a mejorar nuestra manera de reaccionar es muy importante.
Nuestros hábitos no sólo tienen un reflejo muy evidente en la salud de nuestro cuerpo con un claro efecto positivo o negativo, también lo tienen en nuestra mente y nuestro psiquismo, aportando equilibrio o desequilibrio mental y emocional. Y con esta armonía o desarmonía es con lo que nos enfrentaremos a las vicisitudes y circunstancias que nos afectan, haciendo frente a los problemas y dificultades. No podemos olvidar que nuestro mundo interior está hecho de sensaciones, de emociones, de necesidades e impulsos que condicionan nuestra vida.
Los estados mentales y emocionales son los que determinan los comportamientos, actos y decisiones, lo que quiere decir que nuestra vida es el resultado de nuestra forma de pensar y de sentir, pues es lo que nos impulsa a la acción. Si queremos mejorarla en su conjunto, o simplemente algunos aspectos de ella, es preciso cambiar nuestros pensamientos y sentimientos para modificar también nuestros actos. En la misma medida que lo consigamos también irá mejorando nuestra vida. Y esto es una realidad incuestionable que podemos observar y constatar a diario. Tenemos un gran poder para mejorar nuestro bienestar psicológico y emocional. ¿Por qué no aprovecharlo?
Basándonos en lo anterior, vamos a definir algunos de esos hábitos saludables que, por sus aspectos positivos, ayudan a mantener nuestra salud global. Su práctica diaria será muy útil, especialmente en los momentos de mayores dificultades.
Vivir el presente sin exceso de preocupaciones. Hay veces en las que se vive el sufrimiento de situaciones que no han acontecido o jamás acontecerán, pues son simples supuestos creados por nuestra equivocada imaginación. ¿Conocemos nuestro futuro? ¿Quién sabe lo que va a suceder dentro de unas horas? En otras ocasiones, estamos tan influenciados por acontecimientos pasados que terminan condicionando en exceso nuestro presente. Vivir el momento actual sin esas influencias que lo distorsionen es un acto que atrae equilibrio a nuestra vida. Desde la objetividad y el equilibrio se manejan mejor todas las situaciones.
Desarrollar la autoestima. Tener confianza en las propias capacidades y posibilidades eleva la motivación y da gran fortaleza ante las adversidades. Hacer una valoración positiva de uno mismo refuerza los pensamientos y sentimientos nobles, da estabilidad y optimismo. La alegría, la satisfacción, el gusto por la vida, reír, disfrutar de la belleza, sentir el bien y aprender a liberarse de la adversidad son aspectos que refuerzan la autoestima y nos fortalecen. Reconocer y aceptar los aspectos positivos que tiene la vida abre las puertas para disfrutar de cuanto se hace. Las personas que se sienten bien consigo mismas establecen relaciones positivas con su entorno y esto es sumamente importante, como veremos más adelante.
Prestar atención a los propios sentimientos y desarrollarlos. Saber manejar correctamente nuestros sentimientos y emociones para desarrollar y expandir los que son positivos, como el amor, la comprensión, la esperanza, la amistad, etc., es atraer instantes de satisfacción, a la vez que estamos creando hábitos saludables y psicológicamente sanos para nuestra salud. Y aprender a eliminar aspectos perjudiciales como la ira, los celos, la envidia o el egoísmo sirve para alejarnos de esos estados de sufrimiento y conflictos que no nos dejan vivir en paz. La decisión de mantener unas u otras posturas siempre es nuestra.
Experimentar y vivir el crecimiento personal. Entender que toda experiencia humana es neutral en su inicio, y que adquiere el sentido de bueno o malo en base a nuestra forma de pensar y sentir, nos deja ante la conveniencia de un desarrollo personal que facilite las diferentes etapas de nuestra vida. Mejorar en cualquiera de nuestras cualidades nos fortalece y prepara para retos mayores. Es una de las grandes satisfacciones que se pueden vivir. Hemos nacido para crecer, en todos los niveles de nuestra personalidad, y es precisamente en esa realización donde encontraremos la paz y la satisfacción, como reflejo de nuestra propia naturaleza, al estar bien encauzada. Eliminar ese vacío interior que en ocasiones se siente es muy edificante.
Aprender a comunicarse. Comunicarse bien es expresarse bien, manteniendo al mismo tiempo un estado de comprensión receptivo. Pero es un hábito que suele estar demasiado condicionado y poco ejercitado. La comunicación, sentida y sincera, elimina un sinfín de barreras y malos entendidos que interfieren en el desarrollo personal y las situaciones de bienestar. La simple expresión de un problema tiene innumerables ventajas psíquicas y emocionales.
Potenciar las relaciones positivas con los demás. Nuestra naturaleza no es la soledad. Estamos hechos para relacionarnos con nuestro entorno, para compartir problemas, soluciones, tristezas y alegrías. La convivencia es necesaria, por lo que nuestro reto es aprender a realizarla. Las relaciones positivas con otras personas enriquecen nuestra vida con multitud de situaciones y factores indispensables para nosotros. Cuando nos alejamos de ellas todos los problemas se incrementan y las soluciones se vuelven más difíciles. La alegría, la ilusión, la esperanza, la fe, se alimentan del sentimiento de todos. Los unos tenemos necesidad de los otros. No estar en conflicto con uno mismo ni con los demás refuerza todos los valores positivos de la persona. Esas relaciones son la mejor medicina para nuestra salud.
“La persona psicológicamente enferma es aquella que nunca ha tenido suficientes buenas relaciones con los otros” Abraham Maslow, Psicólogo humanista
Para mejorar nuestra salud hay que mantener el cuerpo ejercitado y alimentad, de forma saludable. En sus aspectos mental y emocional hay que modificar los hábitos perjudiciales para la mente y el psiquismo por pensamientos equilibrados y positivos, y sentimientos nobles y sanos.
Aunque el ritmo de vida actual tiende a dejarnos sin tiempo para lo importante, siempre tenemos el suficiente para dedicarlo a desarrollar las habilidades más saludables para nuestra salud. En ella se apoya gran parte de nuestro bienestar y desarrollo personal.
La salud como elemento de bienestar por: Antonio Gómez Sánchez
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