Las cartas siguientes han visto la luz en los periódicos espiritistas en las fechas que llevan. Ellas forman el epílogo natural de esta serie de Memorias.
Me he esforzado cuanto he podido en evitar toda controversia al escribir o hablar sobre un asunto tan inflamable como el de los fenómenos llamados espiritistas. Exceptuando un muy reducido número de casos en que la evidente posición de sus adversarios habría podido hacer dar a mí silencio otros motivos que los verdaderos, jamás he replicado a los ataques y a las falsas interpretaciones que mis alusiones por esta causa han hecho dirigir contra mí.
El caso, sin embargo, es distinto, cuando algunas líneas mías podrían tal vez alejar una injusta sospecha lanzada sobre alguien. Y cuando este alguien es una mujer, joven, sensible e inocente, es para mí un deber ineludible presentar el peso de mi testimonio en favor de la que creo injustamente acusada.
Entre todos los argumentos aducidos por una y otra parte, respecto a los fenómenos obtenidos por la mediumnidad de Mlle. Cook, veo muy pocos hechos establecidos de modo que induzcan a un lector no prevenido a decir, con tal que pueda tener confianza en el juicio y en la veracidad del narrador:
“¡En fin, ved ahí una prueba absoluta!” Veo muchas aseveraciones fuertes, mucha exageración no intencionada, conjeturas y suposiciones infinitas, no pocas insinuaciones de fraude, algo de bufonería vulgar; pero no veo a nadie que se presente con la afirmación positiva, basada en la evidencia de sus propios sentidos, de que cuando la forma que se da a sí mima el nombre de “Katie” está en la habitación, el cuerpo de Mlle. Cook se halla al propio tiempo en el gabinete o en otra parte.
Paréceme que toda la cuestión queda reducida a estrechos límites. Pruébese como un hecho una u otra de las dos alternativas precedentes y se eliminarán todas las cuestiones subsidiarias. Pero la prueba ha de ser absoluta: no debe estar basada en un razonamiento por inducción, o aceptada en vista de la integridad de los sellos, los nudos o las costuras, porque tengo razones para estar seguro de que el poder en acción en estos fenómenos es como el amor, y que se ríe de las cerraduras.
Yo abrigaba la esperanza de que algunos de los amigos de Mlle. Cook, que han seguido sus sesiones desde su principio, y que parecen haber sido altamente favorecidos en las pruebas que han recibido, habrían dado antes que yo su testimonio en favor de ella. Pero a falta de los testigos que siguieron aquellos fenómenos desde su inauguración, hace unos tres años, permítaseme, a mí que realmente no fui admitido hasta última hora, exponer un hecho comprobado en una sesión a la cual estaba yo invitado a petición de Mlle. Cook, y que tuvo lugar algunos días después del desagradable asunto que ha dado origen a esta controversia.
Verificábase la sesión en casa de Mr. Luxmore, y el “gabinete” era un saloncito interior separado por una cortina de la pieza de delante donde estaban los concurrentes.
Llenada la habitual formalidad de inspeccionar la habitación y examinar las cerraduras, madamoiselle Cook penetró en el gabinete. Al cabo de poco tiempo, apareció la forma de Katie al lado de la cortina, pero se retiró en breve, diciendo que su médium no se encontraba bien y no podía ponerse en un sueño suficientemente profundo para que pudiese sin peligro alejarse de ella.
Yo estaba colocado a algunos pies de la cortina, detrás de la cual estaba sentada Mlle. Cook, tocándola casi, y podía con frecuencia oír sus quejas y sollozos, como si sufriera. Aquel malestar continuo por intervalos casi durante toda la sesión, y una vez, cuando la forma de Katie estaba delante de mí en la habitación, oí distintivamente el sonido de un sollozo plañidero, idéntico a los que Mlle. Cook había dejado oír a intervalos todo el tiempo de la sesión, y que venía de detrás de la cortina donde ella debía estar sentada.
Confieso que la figura tenía una sorprendente apariencia de vida y de realidad, y por lo que yo podía ver a la luz algo indecisa, sus facciones se parecían a las de Mlle. Cook; mas no obstante la prueba positiva dada por uno de mis sentidos, de que el suspiro venía de Mlle. Cook, en el gabinete, mientras que la figura estaba fuera de él, esta prueba, digo, es demasiado fuerte para que sea echada por tierra por una simple suposición de lo contrario, aun cuando esté bien sostenida.
Vuestros lectores, señores, me conocen y espero que me harán el obsequio de creer que jamás adoptaré precipitadamente una opinión, ni que les pediré que estén acordes conmigo ante una prueba insuficiente.
Es tal vez esperar demasiado el pensar que, el pequeño incidente que he mencionado tendrá para ellos el mismo peso que el que para mí ha tenido.
Pero les propondré lo siguiente: “Que los que se inclinan a juzgar con dureza a Mlle. Cook suspendan su juicio hasta que yo presente una prueba cierta que creo será suficiente para resolver la cuestión”.
En este momento Mlle. Cook se consagra exclusivamente a una serie de sesiones privadas a las cuales no asisten más que uno o dos amigos míos y yo. Estas sesiones se prolongarán probablemente durante algunos meses, y tengo la promesa de que se me darán cuantas pruebas desee. Hace algunas semanas que no se han verificado estas sesiones, pero ha habido bastantes para convencerme plenamente de la sinceridad y honradez perfectas de Mlle. Cook, y para darme entero lugar a creer que me serán cumplidas las promesas que Katie me ha hecho tan libremente.
Ahora todo lo que pido es que vuestros lectores no presuman con demasiada precipitación que todo lo que a primera vista parece dudoso implica necesariamente decepción, y que tengan a bien suspender su juicio hasta que yo les vuelva a hablar de esos fenómenos.
Tengo el gusto, etc…
WILLIAM CROOKES
20, Morninglon Road, Londres. 3 de febrero de 1874.