LA LIBERTAD

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Quizás sea éste uno de los valores más apreciados por el ser humano, ya que sin él no es posible ningún tipo de realización, y lo que es peor nuestros anhelos de felicidad quedan básicamente truncados, pues no podemos ser nosotros mismos, dirigir nuestras vidas y aspirar a ninguna clase de logro o conquista, que no esté condicionada y mediatizada por nuestra condición.
¿Pero qué es la libertad? ¿Qué significa ser libre? Esto es algo que a no dudar no tenemos bien claro todos los seres humanos, y según la mentalidad y la educación, los conocimientos y las experiencias que se hayan vivido se tendrá una respuesta distinta. A mi modo de ver la libertad es un valor interno y espiritual, y no un valor material que estribe en hacer lo que se quiera, lo cual es muy común bajo este pretexto: puedo hacer lo que quiera con mi vida, o con mi cuerpo. Estamos de acuerdo, pero la libertad es algo muy grande, y muy valioso que tiene un significado mucho más amplio y que no está sólo para que podamos hacer con nuestra vida lo que queramos, sino para algo más.
Vemos que en la naturaleza los animales, todo lo creado en general, no puede escapar del papel para el que han sido creados, que todo tiene una misión y un objetivo, y que debido a ello todo guarda una relación y un equilibrio, nada obedece al azar. Al ser humano le ocurre lo mismo, no está aquí porque sí, y aunque lo quiera no puede tampoco escapar al objeto que la Providencia le ha reservado, y tiene que descubrirlo y ser capaz de llevarlo a la práctica por sí mismo.
Ser libre significa, a mi entender que tenemos capacidad para elegir, para discernir y razonar, y saber en cada momento qué camino, qué decisión hemos de tomar. En esto radica el mérito de ser libres, en que pudiendo elegir en la vida varios caminos, somos conscientes de que no hemos de dejarnos llevar por el primer impulso, por la fuerza que llevan consigo nuestros defectos y debilidades, en especial la comodidad y el egoísmo, o las pasiones y deseos descontrolados, que son en muchas de las ocasiones quienes deciden por nosotros, y nos impiden optar por la decisión más sensata y cabal que nos llevaría a un derrotero de progreso y de superación.
Hemos de ser conscientes de que Dios nos dota de libre albedrío para que seamos los árbitros de nuestro propio destino, para que podamos labrarnos un futuro, y llenemos nuestra vida de un motivo, de una meta por la que luchar y vivir ilusionados. También nos da voluntad para que podamos superar los obstáculos y entorpecimientos que nos salen en el sendero, ahí está el significado de la libertad. El hombre es más hombre, cuanto mejor sabe orientarse en sus experiencias y realizaciones y sabe escoger la opción más justa, más noble y que contribuya a su mejora y perfección espiritual. Lo otro, el dejarse llevar por los deseos mundanos, el aferrarse a la desgana y la comodidad, el rebelarse ante el trabajo y el esfuerzo no es sino sinónimo de inferioridad moral, de ruindad espiritual y de un completo abandono de sí mismo, y un alejamiento del objeto de la vida humana.
Es un error enarbolar la bandera de la libertad para hacer lo que sólo nos satisfaga a nivel egoísta y material, porque la libertad está para algo más.
Soy libre porque puedo decidir por mí mismo, soy libre porque ante las opciones que se me presentan tengo la capacidad de elegir la que más conviene a mis intereses espirituales, a mis intereses de lucha y conquista de mis objetivos humanos, soy libre porque cuando es necesario soy capaz de realizar un esfuerzo para dominarme, controlar mis impulsos y orientarme positivamente en la vida, por todo eso soy libre, porque sé qué es lo que quiero y el modo en que puedo conseguirlo, sin violar la libertad de mis semejantes, sin faltar a los derechos de los demás. Hacia esos fines me conduce la libertad, y en el logro de los mismos es que puedo alcanzar cada día la dicha y la fuerza para levantarme cada mañana contento porque tengo algo en que trabajar, algo por lo cual luchar y dedicar todo el tiempo que sea necesario, porque eso es en definitiva lo que nutre mi alma y me da la alegría y las ganas de vivir.
Hay libertades que más que darnos opciones, nos esclavizan, nos conducen a lo más degradante de cuanto pueda existir en la creación, nos convierten en parias de la vida y nos llevan a perder la libertad que Dios nos dio, son los vicios, las pasiones y los defectos morales que ni siquiera nos dejan llegarnos a conocer, nos oscurecen la identidad espiritual que somos y nos hacen creer que en lo efímero, en la comodidad, en la vida fácil está la felicidad, qué error más torpe; pero como se repite en la humanidad, supone una señal del atraso espiritual que tenemos a la altura del año 2.000 en el que estamos.
En efecto, con el pretexto de ser libres nos metemos en laberintos de pasiones, de odios y resentimientos, de celos y envidias, de orgullos y vanidades, que oscurecen nuestra razón y nos impiden ver el claro horizonte que tenemos ante nuestros ojos. Si no somos libres para elegir qué es lo mejor para nuestro yo transcendente que está por encima de todo esto no somos libres en realidad, sino que somos marionetas de nuestra parte negativa, que todos llevamos dentro, no nos engañemos y que tantas veces nos gana la partida.
Hemos de entender esto y comprender que el mayor enemigo que tenemos para no ser libres, como en el fondo deseamos, somos nosotros mismos, son nuestras imperfecciones y limitaciones las que no nos dejan ser libres, ya lo decía el Maestro Jesús: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. Libres de qué, de todo aquello que nos aparta del verdadero camino que nos conduce al objeto que hemos traído a esta vida, camino que ineludiblemente nos lleva también a la felicidad, porque ésta sólo puede venir cuando el espíritu tiene la satisfacción del trabajo realizado, lo demás es algo artificial, un espejismo tan efímero como todo lo que pertenece a este mundo.
Como vemos no somos libres de por sí. Tenemos libre albedrío, pero la libertad es algo que se gana con el esfuerzo, con el trabajo de ir dominándonos día tras día, conociéndonos cada vez mejor, y sabiendo lo que nuestra estancia por la tierra nos demanda y debemos darle. La libertad no es un privilegio, es una conquista, es algo que sólo alcanzan los que están limpios de corazón, los que no se sienten atados por nada de este mundo y son libres para realizarse, para dedicar su vida a aquello que sienten y por lo que se saben comprometidos, y en ello ponen toda su voluntad. Cuanto más libre se es más puede uno darse a los demás, esto es la prueba de que se goza de plena libertad.
Fermín Hernández
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