LA FUENTE Y EL MAR
Junto al mar, de un peñasco brotaba
fuente humilde que en él destilaba
gota a gota, su limpio raudal;
y le dijo la mar espumosa:
¿Quién te manda arrojar, lacrimosa,
en mi seno tu pobre raudal?
Vasto mar, le contestó la fuente,
sin alardes y en mansa corriente,
de mis perlas yo te hago merced,
porque falta en tus olas bravías
lo que sobra en las lágrimas mías
una gota que apague la sed.
Luis Romero Espinosa
En la obra “Hechos que prueban” de Amalia Domingo Soler, en el capítulo “Las Religiones y el Espiritismo” nos hace la insigne autora una interpretación magnífica sobre esta poesía de Luis Romero Espinosa, estableciendo una simbólica relación entre el mar (las religiones) y la fuente humilde (las comunicaciones de los espíritus).
En esta ocasión nos gustaría aprovechar tan hermosa y profunda poesía para establecer también otros paralelismos como puede ser lo que supone el basto mar…. del conocimiento, y las gotas de la fuente….como las buenas obras. Es decir, los detalles, los gestos sencillos que manifestamos al relacionarnos día a día. Efectivamente, en la actualidad no son sólo las religiones como comenta Amalia, el rodillo que establece una doctrina y unas normas para ser cumplidas por la generalidad, sino que, en un concepto más concreto, el riesgo que se corre dentro del Espiritismo, es decir, en los centros espiritas, ante lo que puede ser el estudio y el conocimiento espiritual cuando copa la mayor parte del tiempo y no permite atender a unas consecuencias morales que le den vida, sentido y practicidad a lo aprendido.
Las olas del mar pueden ser también las normas rígidas, la falta de flexibilidad, el establecimiento de programas estructurados con un valor doctrinario y pedagógico pero sin una adaptación a las circunstancias, a la idiosincrasia de cada pueblo, de cada cultura, de cada colectivo, y en última instancia al pequeño grupo de personas físicas (reales) que componen el centro donde se debe desarrollar. Personas con unas necesidades, con unas características que nos hacen diferentes unos de otros.
Las gotas que destila la humilde fuente y que nutre de pureza al inmenso mar representan los hechos, las buenas acciones, los detalles que tenemos los unos con los otros. Son aquellas cosas que casi no se ven pero que son muy importantes para el desarrollo espiritual de las personas que componemos un grupo espiritual. Sin esos detalles el mar se convierte en algo inmenso pero vacío, casi artificial, desprovisto del sentimiento que genera calor humano, simpatía y alimenta las ganas de superarse y de compartir.
También son gotas de demostración que la doctrina está viva, no es algo en manos exclusivamente de algunos pensadores de prestigio, médiums de renombre o de científicos espiritualistas. Ellos hacen su trabajo pero la puesta en escena la ponemos nosotros, con nuestros actos, demostrando el grado de asimilación de sus postulados y su adaptación al medio y las circunstancias que nos envuelven.
Por tanto, esta sociedad desorientada y dominada por el materialismo necesita de la fuente humilde del espiritismo práctico, aportándole a la sociedad aquello de que carece en su mayoría y más necesita, gotas puras de solidaridad, empatía, calor humano. Sentimientos expresados como interés por el otro, comprensión ante sus problemas, y sobre todo, la manifestación a través del ejemplo que el mensaje del Maestro está vivo, pero sin formulismos místicos o fanáticos, trasladando con naturalidad a los hechos cotidianos las demostraciones vivas del evangelio predicado por Jesús.
En otro sentido, también el mar con sus olas bravas representan la falta de oportunidades a la juventud insatisfecha, necesitada de posibilidades de manifestación en los grupos, pero no sólo para que hagan aquello que los adultos pretendemos sino para que tengan su expresión y voz en convivencia y colaboración con los adultos. No sólo esperar a que experimenten y se puedan equivocar entre ellos, los mismos jóvenes, sino que les transmitamos verdadera confianza en sus posibilidades y les demos la ocasión de manifestarse ofreciéndoles responsabilidades para superar las típicas barreras generacionales que impiden su libre desenvolvimiento.
Es precisamente en los jóvenes, al estar sometidos en ocasiones a programas establecidos la causa de que con el tiempo pueda existir desánimo y se corre el riesgo de desperdiciar iniciativas, propuestas, alternativas y la manifestación de nuevas ideas que generalmente los adultos, por nuestros miedos, tendencias y experiencia nos pueden costar mucho más aceptar. Por todo ello, los jóvenes representan las gotas de la fuente que pide humildemente paso. Tienen derecho a equivocarse como nosotros lo hemos hecho cientos de veces aunque en ocasiones lo hayamos olvidado o no lo queramos admitir. Tuvimos nuestras oportunidades y ellos merecen las suyas. Además en base al conocimiento espiritual sabemos que la juventud de hoy, en su mayoría, vienen con una preparación previa para la realización de programas establecidos por lo Alto que nosotros no somos quién para abortar o dificultar. No podemos permitir estructuras de funcionamiento estáticas, poco participativas con los adultos que les impida manifestarse. Hemos de demostrar con nuestro ejemplo y nuestros actos que su juventud e inexperiencia no está reñida con una valoración positiva de sus pensamientos, ideas e iniciativas, aunque estén en un proceso de formación. Los adultos, de algún modo, también estamos en proceso de formación, porque, ¿qué es acaso la evolución?
Muchas veces alegamos los mayores que seguir un camino espiritual es muy difícil y que la juventud está en otras cosas. Efectivamente, es posible que muchos de ellos estén en esa tesitura, sin embargo, no queramos justificarnos exclusivamente con ese argumento puesto que, algunas veces, los jóvenes que nos visitan perciben la grandeza de una doctrina muy sugestiva pero no encuentran en los centros la manera de crecimiento que ellos buscan ante la falta de oportunidades y al no encontrar facilidades para manifestarse y superar, de esa manera, las viejas barreras generacionales. Además muchos jóvenes argumentan que los libros y las informaciones están muy bien y les pueden ser muy útiles, pero que las pueden leer en casa, no obstante, en los centros espiritas buscan algo más que puro y exclusivo conocimiento.
En definitiva, una gran poesía cargada de enorme simbolismo que llamó la atención de nuestra querida Amalia Domingo Soler y que mantiene toda su vigencia en la actualidad, siendo motivo para una profunda reflexión y replantearnos los caminos por los que transitamos, a caballo entre el inmenso mar con sus olas que nos arrastran a través de los prejuicios y la fuente pura que destila agua fresca necesaria aunque humilde para nuestra renovación espiritual.
J.M.M.C.
© Grupo Villena 2014
“La verdadera enseñanza que trasmitimos es lo que vivimos; y somos buenos predicadores cuando ponemos en práctica lo que decimos.”
San Francisco de Asís