Para obtener confianza en las comunicaciones de los médiums y en todos los trabajos en general que éstos realizan, es necesario en primer lugar conocer la forma de proceder en su vida diaria, si es sincero, noble, honesto y honrado en sus relaciones, si es
altruista, si como persona nos ofrece respeto y confianza, porque si esto no es así, es muy arriesgado que merezca nuestra credibilidad como médium, porque tampoco gozará de la simpatía de los espíritus buenos, sino al contrario, de espíritus de su misma condición.
Pero antes que nada, es preciso distinguir dos tipos de mediumnidades bien diferenciadas la una de la otra, por lo que podemos hacer dos grandes grupos: la mediumnidad intuitiva, y la mediumnidad mecánica o automática. Vamos a tratar en primera instancia del médium intuitivo.
Muchas personas tienen por costumbre creer a ciencia ciega lo que los espíritus dicen a través del médium, y esto es un error a todas luces. Debemos saber que el médium intuitivo es un «intérprete» del pensamiento del espíritu y que la mayoría de los médiums son de este tipo. El médium no es un instrumento inerte, y el hecho de ser un aparato del cual se sirve el espíritu que quiere comunicar no le priva ni le imposibilita para poder interferir e intervenir en las comunicaciones, antes al contrario, la característica que prima en los médiums intuitivos es que al ser «conscientes», unos pueden serlo más que otros de la comunicación que están ofreciendo, y les es difícil no intervenir en el pensamiento del espíritu e influir en la comunicación.
No me estoy refiriendo al solo hecho de que el médium debido a sus aptitudes, su cultura, su educación, sus hábitos, etc., condicione en gran manera la pureza de la comunicación, sino que además al ser consciente de la misma, que él mismo está oyendo al mismo tiempo que la transfiere, puede entremezclar su pensamiento o ideas con las que el espíritu trae y quiere expresar.
Esto no significa que el médium obre con malicia y con mala voluntad, porque según la experiencia que tenga y el dominio y control que vaya alcanzando de su facultad, irá consiguiendo mayor grado de limpieza en sus trabajos. Claro que en esta cuestión influye mucho la moralidad que tenga el médium y lo fiel que se haya propuesto ser en sus comunicaciones.
También hay que decirlo, existen los médiums que se han preocupado tan poco de perfeccionar su facultad y de servir a una causa noble como es la mediumnidad, que han visto en ella un negocio más, una forma de aprovecharse de la buena voluntad de las gentes y éstos sí obran con malicia, y no les basta que generalmente sólo comuniquen espíritus inferiores, sino que en muchas de las veces ni siquiera se efectúa la comunicación, inventándose ellos mismos el contenido de tales comunicaciones.
Son personas que no se han preocupado de progresar espiritual mente, son médiums sin estudio de la doctrina espirita, que por lo tanto no se pueden llamar «espiritas», desconocedores por completo de los mínimos conocimientos de las leyes que rigen el intercambio con las entidades del mundo espiritual, sobre todo la ley de causa y efecto, de vibración y afinidad. Personas que en general usan de estas facultades como pasatiempos, y no para hacer un trabajo de caridad, que gustan de pasar por máximos protagonistas de los trabajos mediúmnicos y que por lo tanto no saben del valor que tiene la sencillez y la humildad al no comprender que ellos no hacen nada, porque son sólo instrumentos y que los que realmente hacen las cosas son los hermanos del espacio. Personas que convierten sus casas en un consultorio donde se va a curiosear y a enterarse de cosas triviales, admitiendo en sus trabajos a personas sin preparación, a las cuales normalmente se las perjudica en lugar de enseñarles y ayudarles.
Por lo tanto, hay que tener siempre en cuenta la clase de persona que es el médium, si su facultad es consciente o inconsciente, es decir intuitiva o mecánica, observar la orientación que le da a sus trabajos, la clase de personas que asisten a los mismos, si realiza ese trabajo de forma totalmente desinteresada y altruista, sin pedir nada a cambio.
Teniendo todos estos factores en cuenta podremos hacernos a la idea de la atracción espiritual que se dará lugar allí. Sólo aquél que en su vida diaria obre en armonía con la ley de amor, podrá llegar a ser un buen médium y por lo tanto atraerá a los buenos espíritus, porque los buenos espíritus no buscan sino médiums fieles y buenos que sepan llevar su pensamiento lo más fidedignamente al plano material.
Por el contrario, los médiums poco preocupados de ser fieles intérpretes del plano espiritual, no sólo entorpecen la comunicación, sino que además anímicamente añaden interpretaciones de su cosecha, falsean la comunicación, le dan otro sentido, por lo que es preciso someter a un sano juicio todo lo que dicte un médium antes que creerlo.
F.H.H.