LA CIENCIA ANTE EL FENÓMENO OVNI

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  Para verdaderamente ser objetivos en cualquier tema hay que analizar y sopesar todas aquellas posibilidades a nuestro alcance, sin despreciar ninguna, para poder elegir nuestro camino con la garantía de un convencimiento propio, fruto de una investigación consecuente. 
 
  En un tema tan actual como el de los OVNIS, es preciso considerar muy detenidamente la opinión que al respecto presenta la ciencia. En estos momentos existen discrepancias muy fuertes entre los investigadores, siendo muy difícil una conjunción de criterios; pero sí que existe algo realmente interesante, y desde nuestro punto de vista muy significativo, que es necesario resaltar quizás como un punto de apoyo sólido, que nos permita adentrarnos en su estudio sin temores y con esperanza. Si bien la ciencia no está de acuerdo con las diferentes tendencias surgidas y entre las que se plantean diversas opciones, existe un hecho evidente: es necesario probar la veracidad de un fenómeno para admitir su existencia; pero, estimamos, que es tan preciso o más, probar la imposibili­dad real de que ese fenómeno no pueda acontecer. Actuar de otra forma sería coartar la libertad y marchar contra el progreso, pues la propia experiencia nos demuestra que lo que hoy parece imposible, mañana es una realidad. 
 
  Basándonos en estas premisas, tenemos que argumen­tar que, a pesar de los grandes intentos por menospreciar y desprestigiar todo lo relacionado con este fenómeno, es dentro de la propia ciencia donde surgen los investigadores más obstinados que heroicamente mantienen la espectativa y la inquietud por la solución de un problema que entienden nos afecta. Son ellos, dentro de su racionalismo más exigente, los que queriendo probar la irrealidad de unos acontecimientos, han quedado prendidos dentro de los mis­mos, al observar la presencia de una serie de factores que escapando a la lógica, no dejan de ser fascinantes y dignos de investigación. 
 
 Si estas circunstancias concurrieran simplemente en una determinada persona, no tendría mayor importancia. Pero, ¿ocurre así?. Son numerosos los científicos de todas las ramas del saber y de diferentes países, los que opinan que si se comienza un estudio serio y analítico sobre este fenómeno, es imposible sustraerse a la evidencia de que existe una casuística, todavía sin comprender, pero tan real y auténtica como nuestra propia existencia. 
 
  Es cierto que en torno a este tema se han levantado muchas falsedades, fraudes y mitos; pero también es cierto que, ante el rigor científico han ido cayendo todas aque­llas tentativas fraudulentas o ambiciosas. Siempre en torno de un movimiento que comienza, aparecen los oportunistas que intentan lucrarse de una forma u otra. Pero también esto es positivo en muchas ocasiones, pues da lugar a que se tenga que exigir una mayor veracidad y pruebas más concluyentes, antes de admitir la posibilidad de un aconte­cimiento fuera de lo común. 
 
  Gracias a estos farsantes, la ciencia se vuelve más exigente y precisa, contribuyendo grandemente a ampliar los campos de experimentación. De esta forma, cuando algún testimonio sobrepasa todas las pruebas a las que ha sido sometido, existen muchas garantías de que es algo fuera de lo común. 
 
 Aquí quisiéramos centrar nuestra opinión. Ante las exigencias científicas que precisan pruebas concluyentes, si bien no se ha podido aportar oficialmente, nada que tenga tal garantía, si que es también incuestionable, que existen muchos casos que escapan a toda lógica y a toda posible intervención humana. Dato sumamente significativo, a nuestro modo de entender, pues plantea la evidencia de proseguir en las investigaciones; ya que se está ante unos hechos que deben de tener una explicación lógica, y que sólo se podrán alcanzar mediante unas actitudes abiertas, exigentes y sensatas. 
 
  Por otro lado es digno de resaltar, que la parte científica que niega o se resiste a admitir el fenómeno, no ha podido demostrar dé una forma concluyente la no existencia del mismo. Partiendo de la base de que son más numerosos los escépticos, tienen muchas más probabilidades de «demostrar» la improcedencia de perder el tiempo en algo «absurdo» y carente de utilidad. Sorprendentemente no ha sido así, lo que podría dar pie a la especulación de que mientras no se demuestre la no existencia del fenómeno, es meritoria toda tentativa de esclarecimiento del mismo. 
 
  Proseguiremos aportando razonamientos que nos pue­dan motivar una expectación por algo tan de nuestro tiempo, como es el fenómeno O.V.N.I.. 
 
REDACCIÓN
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