INDEPENDENCIA

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Los valores humanos, adquieren un significado distinto según sea la perspectiva desde la que se les contemple. El enfoque material no será exactamente igual al enfoque espiritual, ya que espiritualmente hablando se tienen en cuenta una serie de factores que no se hallan contenidos desde un punto de vista meramente social, político, etc.

El sentido de la independencia con respecto a la personalidad de cada individuo en relación con su entorno se halla hoy en día muy resaltado. Todas las personas es cierto que necesitamos de cierta independencia para poder desarrollarnos según nuestra idiosincrasia e ir formándonos con base a las experiencias que vivimos. Necesitamos pensar por nosotros mismos para que nos sean válidas las aptitudes y decisiones que tomamos, así poco a poco vamos madurando y haciéndonos conscientes de quiénes somos y cómo nos va en el entorno en el que nos desenvolvemos.

Sin embargo, no hemos de pasar por alto que vivimos en una sociedad que hemos de compartir con nuestros congéneres y que por lo tanto hemos de aprender a vivir en comunidad. Es por lo tanto una situación que debemos tener clara, que por mucho que queramos ser totalmente independientes es muy difícil, porque además tanto necesitamos nosotros de los demás, como nuestros semejantes de nosotros.

¿Para qué nos puede servir ser totalmente independientes sí es que esto es posible? Desde un punto de vista espiritual, para acrecentar nuestro egoísmo. Puesto que ello traería más cosas negativas a nuestra formación y evolución que apartados positivos. Seríamos independientes para aquello que nos interesara, nada más, y cerraríamos nuestras puertas a todo aquello que dejara de interesarnos o que nos resultara molesto.

Ser independiente vendría a ser: nadie decide por mí. No tengo que dar cuentas a nadie de lo que hago o digo. No estoy sometido a disciplina alguna, sólo a mis intereses o necesidades. Y cosas por el estilo. Esto lleva a la persona a no querer compartir responsabilidades, salvo que sean de su agrado, por que otras evidentemente no las aceptaría. Nos lleva también a rehusar compartir experiencias o actividades que no entran dentro de nuestros deseos, porque atacaría nuestra autonomía. Nos impediría ceder en algo en lo que no estamos de acuerdo. Crearía en definitiva una actitud mental de rechazo y de barrera con todo aquello que no encaje en lo que son nuestros deseos centrales y formas de pensar.

Es por ello que encuentro en este valor, porque en realidad es un valor que hay que poseer en ciertas dosis, un arma de doble filo. Sólo las personas moralmente formadas y muy experimentadas en la vida pueden tener un grado de independencia superior, independencia que lógicamente se han ganado a pulso, pero que les lleva a estar más comprometidos con la sociedad, más unidos a la familia humana, más solidarios y atentos a lo que puedan ayudar. Es una independencia que no es arrogante ni altanera, no es rebelde ni descontrolada, es una independencia que se usa para dejar a un lado los entorpecimientos que muchas veces surgen cuando las personas desean darse a los demás y estar activos a fin de ser útiles al mundo donde han nacido.

Esto es lo que entiendo por independencia: no un acto de insumisión y de irresponsabilidad o egoísmo que nos podría sumir en un aislamiento de la sociedad, o de nuestra misma familia o amigos.

Si el ser humano hubiera sido creado para la independencia tal como la entienden algunos, que no es sino un acto de comodidad, y de querer satisfacer únicamente sus deseos, Dios nos hubiera colocado a cada uno de nosotros en un planeta, y como vemos no es así; nos ha colocado en un mundo donde estamos todos juntos para aprender a convivir, a compartir, a ser solidarios y a saber renunciar a nuestros gustos, primera regla de oro para llevar a la práctica una vida espiritual sana y de provecho para nuestra evolución.

Esta es la pauta que debería regir nuestra independencia, analizar que hacemos uso de ella no para nuestro único beneficio, no para aislarnos de los demás, sino todo lo contrario para prepararnos en el aprendizaje de la convivencia y para que nada nos pueda importunar o impedir estar cuando la ocasión lo requiera al lado de la necesidad.

No debemos dejar que nadie gobierne nuestra vida, ni uno sólo de nuestros pensamientos y sentimientos, porque entonces de poco nos valdría lo realizado bajo esa condición. Igualmente hemos de tener mucho cuidado con nuestras imperfecciones y trabas de nuestro carácter, pues son estos los que nos pueden obstaculizar y desviar más nuestra evolución y perfecto desarrollo en la vida. Dicho de otro modo, si debemos tener cuidado para ser en todo momento nosotros mismos, también debemos de tener mucho cuidado con nuestros defectos que son la causa que más daño puede hacernos y que bajo la excusa de nuestra independencia y mil formas más nos llevan por derroteros que no son nada recomendables para adelantar en la formación de nuestra personalidad y sacarle el mayor provecho a esta vida.

Poseer un exceso de autosuficiencia, de autonomía, de independencia no es nada bueno, facetas éstas que siempre van demasiado acompañadas de orgullo, vanidad, etc…, pues nos impiden tener en cuenta muchos consejos que se nos pueden dar, ejemplos y enseñanzas. Todos estos comentarios no los realizo porque esté en contra de que debamos tener nuestra independencia, sino porque mal orientados en este valor nos puede crear más repercusiones negativas que positivas, y en general no estamos lo suficientemente preparados para estar dotados de plena independencia.

Los padres tienen una gran responsabilidad y son quienes han de ir dando a sus hijos la confianza y la independencia que pueden sobrellevar, sin temor a exponerlos a experiencias desagradables. Y los mayores hemos de tener la humildad y la valentía para exponer nuestros criterios a las personas de confianza, hemos de ir contrastando con nuestras ideas y vivencias para discernir con seguridad que estamos en un buen camino de progreso, que nuestros actos no atentan contra leyes universales y que nuestra conciencia no se aparta de los demás seres humanos a los que sin duda tanto les debemos y tanto tenemos que ofrecer.

En suma, la independencia de nuestra personalidad ha de ser un valor que lejos de apartarnos de la sociedad nos ha de servir para engrandecernos con ella.

Fermín Hernández Hernández

2015  © Amor, paz y caridad

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