No cabe duda de que estamos viviendo unos tiempos difíciles, unos tiempos con los que muchos de nosotros no contábamos, todo parecía ir medianamente bien y de repente, una “tormenta económica” ha puesto todo del revés, sacudiendo los cimientos del estado del bienestar en muchos países y trastocando los planes de
muchas y muchas familias que en ellos se estaban asentando y construyendo un futuro.
muchas y muchas familias que en ellos se estaban asentando y construyendo un futuro.
Por otro lado esta realidad que nos ha traído la crisis, ha dejado al descubierto muchas otras miserias, destapando algunos comportamientos que no eran del todo correctos, pero que mientras vivíamos en la época de vacas gordas no se veían, ahora en la época de vacas flacas estamos conociendo los errores cometidos por unos y por otros.
Pero no vamos a entrar en esos detalles, el objeto de estos artículos es otro, y procuramos enfocar las cosas de la manera que más nos puedan servir para nuestro progreso y desarrollo espiritual. Baste decir que la crisis ha de servirnos para colocar las cosas en su justo lugar. Ahora hemos de hacer como en el antiguo Egipto, actuar con sabiduría y extraer las lecciones que estos tiempos nos pueden aportar.
Vivimos en un mundo globalizado, ¿qué significa esto? Depende de la mentalidad que cada uno tenga y de su grado de evolución espiritual que le dará una respuesta u otra. Para unos puede significar acercamiento entre los diferentes pueblos, culturas, oportunidad de unión, de fraternizar, de solidaridad, de ayuda mutua, en definitiva de lograr entre todos un mundo más igualitario, de respeto y de comprensión hacia los que son diferentes a nosotros.
Para otros será todo lo contrario, más competitividad, mayor lucha por el poder económico, más rivalidad, dificultad de adaptación hacia los que no son ni piensan como nosotros; en definitiva, un nuevo escenario que no esperábamos y que nos aboca a una guerra no escrita o enfrentamiento con esa otra parte del globo con la que no contábamos si no era para obtener un beneficio propio.
Ahora el panorama ha cambiado, nuestro planeta es un todo, como nuestro cuerpo humano, si una parte de él está enferma, todo el organismo se resiente, por ello, cuanto antes le pongamos remedio mucho mejor. Y qué podemos hacer nosotros: en principio pensamos que poco o nada, sin embargo no es así, pensemos que cada uno de nosotros somos una célula, si las células están sanas, el todo estará sano. Procuremos pues estar sanos y ayudemos a las células que están a nuestro lado a mantenerse también sanas, a que sean conscientes de que todos somos parte de un todo y como tal debemos de contribuir al sostenimiento del sistema en las mejores condiciones.
Las células malignas por sí solas se destruirán, e intentarán destruir al resto también, por eso hemos de ser conscientes de que no debemos dejarnos llevar ni confundir por elementos extraños, ya que cada célula tiene responsabilidad y por ello, la responsabilidad de nuestros actos recaerá sobre nosotros mismos, no podemos culpar al todo. El todo por si mismo no puede hacer nada sino es con la colaboración de todos y cada uno de nosotros.
Por ello hemos de saber hacia dónde vamos, como reza el título de este artículo. Somos de libre albedrío, progresamos gracias a nuestro esfuerzo, el todo nos ofrece muchas oportunidades de aprendizaje, nos depara muchas experiencias, cada uno forma parte del engranaje justo y adecuado para su superación y ha de contribuir a que el sistema se perfeccione y se mejore, como células independientes tenemos como misión cooperar y mantener el sistema sano, no podemos achacarle fallos al todo, el todo es la suma de cada uno de nosotros.
Siguiendo con el símil, como células independientes y como partes de un todo nos necesitamos las unas a las otras, aisladas no podemos vivir, necesitamos del todo, sin él no tenemos razón de ser. Como células vivientes corremos el peligro de enfermar si no nos alimentamos adecuadamente y compartimos correctamente nuestro espacio del que participamos con nuestros vecinos. Los malos sentimientos, los malos pensamientos, las malas acciones, el egoísmo, etc., etc., dañan el sistema, nos hacen entrar en conflicto y generan enfermedades, virus, efectos secundarios, y efectos colaterales…, pueden entender perfectamente a qué me refiero, y no basta con poner una vacuna, o una pomada, hay que llegar a la raíz y eliminar para siempre la causa de esta enfermedad, si no lo hacemos así volveremos a recaer una y otra vez, y esto es precisamente lo que nos está pasando desde hace siglos.
Pero el todo a su vez tiene una conciencia propia, y también tiene la obligación y la responsabilidad de poner remedio cuando las pequeñas células no se ponen de acuerdo y una y otra vez tropiezan en la misma piedra. Esto es con toda seguridad lo que nos está pasando ahora, el todo nos está sometiendo a un examen especial, célula a célula, está esperando una respuesta individual para resolver si de una vez por todas somos merecedores de formar parte de este todo.
Queremos un todo solidario y fraterno, queremos un todo en paz, justo y equilibrado, un todo armónico, un todo en el que todos puedan aspirar a la dicha y a la felicidad; entonces, primero hemos de vivir practicando esos sentimientos en nuestra vida cotidiana, para que el todo nos acepte y nos deje seguir siendo partícipes de él.
Ya somos mayores, tiempo hace que salimos de la barbarie, tenemos que demostrar que somos merecedores de un planeta tan extraordinario como el que la Providencia nos ha dejado, para poner en práctica los recursos de nuestro ser espiritual, dejando a un lado los aspectos primitivos de nuestra personalidad.
Tengámoslo en cuenta, estamos aquí en este mundo como inquilinos, no tenemos el planeta en propiedad, el pago es nuestra propia evolución espiritual en valores, si no marchamos acorde con el planeta tendremos que buscar acomodo en otro afín a nuestro grado de desarrollo.
Recordemos la parábola del festín de bodas, “Muchos son los llamados y pocos los escogidos”.
F.H.H.
© Grupo Villena 2012