GRATITUD

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Esta hermosa palabra, pocas veces analizada en el mundo actual, abarca un significado profundo que es reflejo permanente del progreso evolutivo del ser humano. Decimos esto porque, solamente aquel que avanza y eleva su espíritu hasta metas inalcanzables para otros, comprende e interpreta correctamente su sentido más genuino.

La palabra gratitud expresa no sólo un deseo, un sentimiento, una retribución o un reconocimiento. En sentido espiritual es mucho más que eso. La gratitud, es la expresión permanente que deberíamos mantener todos los días de nuestra vida, desde que amanece hasta que nos retiramos a descansar.

Gratitud por la vida que se nos ha concedido. Gratitud hacia aquellos con los que venimos a la tierra, gratitud para aquellos que nos precedieron y aquellos que nos engendraron. Gratitud por nuestra salud y nuestra enfermedad. Gratitud por el mundo y la naturaleza. Gratitud por nuestras pruebas y expiaciones. Por los reveses de la vida, por las contrariedades, por las aflicciones y sobre todo por las bendiciones, por las dádivas recibidas, por los talentos con que se nos ha engalanado, por la inteligencia de la que se nos ha dotado, por las cualidades que incorporamos, por las fortalezas que adornan nuestro carácter, etc.

Es difícil entender quién es el destinatario de nuestra gratitud sino mantenemos una relación de humildad y altruismo para con quienes nos rodean. Cuando somos conscientes de la importancia de la trascendencia de la vida humana, hemos de comenzar agradeciendo la oportunidad de vivirla, experimentarla, disfrutarla o sufrirla. El azar es la ignorancia respecto las leyes que rigen las causas y el origen de la vida y del ser humano. No existe el azar, como tampoco la casualidad.

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«El amor desecha el temor, y la gratitud vence el orgullo.»

Louisa May Alcott (Escritora)

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Así pues, nuestro primer sentimiento de gratitud debe ir dirigido hacia la causa primera que nos ha permitido vivir y que ha creado el universo y la propia vida. Esta inteligencia suprema llamada Dios debe ser el destinatario de nuestra gratitud cada día, en cada instante. Máxime, al saber que estamos creados a su imagen y semejanza en lo espiritual, dotados de inmortalidad, investidos en germen, de sus atributos de perfección y felicidad hacia los que estamos destinados mediante nuestro propio esfuerzo.

La grandiosidad de su obra, exterior e interior. Universos físicos y espirituales; seres destinados al amor y la plenitud, dueños de su propio destino, es lo que somos. Y todo ello lo debemos a esa inteligencia y causa primera cuya naturaleza principal es el Amor que impregna toda su creación. Con ello comprendemos cuanto le debemos, cuanto tenemos que agradecer, y con ello elucidamos que, es en nuestro interior donde reside nuestro Dios interno, esa chispa divina destinada a la felicidad y el amor, capaz de resistir cualquier turbulencia, cualquier dolor, cualquier aflicción.

Pues bien, esa chispa divina, constituida de la misma esencia que su creador, no está limitada por el tiempo ni por el espacio; no puede detenerla nadie, tanto es así que, cuando permanece encerrada en una materia física durante unos años, vive unas experiencias para retornar de nuevo a su auténtica libertad, a su auténtico estado, el estado espiritual.

Nuestra gratitud por la inmortalidad; por el amor, por el destino hacia la felicidad, debe ser perenne, permanente, auténtica y sumisa, pues la sumisión es un acto de humildad no de esclavitud; con ella reconocemos a la grandiosidad cósmica que ha creado este universo y con él a nosotros mismos al formar parte de él. Obedeciendo su voluntad nos alejamos del orgullo, de la vanidad, de la egolatría y del narcisismo que nos sumerge en la irrealidad de la ignorancia al creernos superiores a lo que verdad somos. Es más, lejos de lo que pueda pensarse, «la obediencia es el consentimiento de la razón» y el orgulloso-egoísta nunca podrá ser obediente.

Alguien argumentará; ¿porqué mostrar gratitud ante el dolor o el sufrimiento?. Porque en la comprensión de las leyes que rigen el proceso evolutivo del ser humano, se comprende con facilidad que, el sufrimiento no es arbitrario, nadie sufre nada que no merezca o no necesite; salvo cuando nosotros mismos nos infringimos dolor en un acto de irresponsabilidad inútil que nunca es agradable a Dios. «La resignación es el consentimiento del corazón» y el cobarde no puede ser resignado.

Con frecuencia, las causas del sufrimiento son deudas de un pasado delictuoso que hemos de saldar con la ley de la justicia divina. Recordemos «la siembra es voluntaria, la cosecha obligatoria». A veces el dolor es motivo de una prueba que el propio espíritu solicita antes de encarnar para fortalecerse ante la adversidad; para crecer espiritualmente. En estos casos es una necesidad que se tiene por la carencia de determinados atributos; y el espíritu valiente, que así lo comprende, se compromete a tal prueba con tal de avanzar y conquistar esas nuevas fortalezas que le abrirán la puerta de la felicidad el día de mañana.

De una u otra forma, sea por deudas del pasado, o por pruebas que nos imponemos a nosotros mismos, hemos de dar gracias a Dios por permitir que el sufrimiento nos ayude a conseguir nuestros objetivos; o bien saldando lo que debemos por nuestros errores de vidas anteriores o por cumplir con una difícil prueba que nos hará resistentes ante las dificultades. Esta «resiliencia», consolidará nuestro espíritu con mayores aptitudes, con una fortaleza extraordinaria para reaccionar correctamente y con seguridad ante el dolor, adoptando la actitud adecuada que nos permita sobreponernos a la dificultad.

Gratitud siempre. Es un recurso psicológico utilizado también para avanzar en la vida con determinación. Hay personas que viven atrapadas en su pasado y no saben aceptar, vivir o entender las dificultades por las que pasaron; con la gratitud y el perdón se solucionan todas estas taras que vuelven a recolocar al ser humano en el presente; viviendo el ahora, y no atormentándose con un pasado que pudo ser y no fue o con el recuerdo de experiencias negativas que le perturban y no le dejan avanzar.

La gratitud por lo vivido, aunque sean experiencias negativas ya superadas hay que tenerlas siempre en nuestra mente. Pues todo puede utilizarse en beneficio del crecimiento personal, aunque hayan sido experiencias amargas o aflicciones dolorosas.

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«Un sólo pensamiento de gratitud hacia el cielo, es la oración más perfecta.»

Gotthold Ephraim Lessing (Literato Alemán)

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Si el sentido de la vida es trascender, nuestro paso por la misma ha de ser igualmente agradecido, pues sólo se trasciende con responsabilidad y con gratitud por la comprensión de lo que somos y de lo que hemos venido a realizar. Los ejemplos los tenemos por millares; personas en la más absoluta indigencia, en la más terrible ignorancia o carentes de cualquier recurso que la vida pueda ofrecerles se muestran agradecidos a pesar de todo, por la oportunidad de vivir, de realizarse, de vivir la experiencia que la vida les reporta.

Curiosamente estas personas, muestran grados de sacrificio y resignación muy elevados, sin importarles en demasía las condiciones precarias, las taras físicas, psicológicas o mentales que puedan sufrir, el desamparo que a veces experimentan. Lo que nos sorprende es precisamente su fortaleza y gratitud por todo aquello que les rodea; aunque sea algo insignificante para nosotros, pero para ellos, alcanza dimensiones de auténtica felicidad que refuerzan su fe y su confianza en un futuro mejor, ayudándoles a sobrellevar las penurias diarias con auténtica valentía y esperanza en un cambio hacia mejor.

Lamentablemente, nuestro orgullo y egoísmo no nos hace mirar hacia atrás, sino sólo hacia delante, hacia a aquellos que se supone viven mejor que nosotros, que lo tienen todo, que todo lo material encuentran a su alcance. Nunca reparamos en el hecho de que a aquel que más se le otorga, más obligación tiene de cumplir, de trabajar, de responder ante las leyes divinas de la mejor forma. Si comenzamos por agradecer la vida a Dios, y seguimos con la gratitud hacia nuestros compañeros de viaje en la tierra, mediante una actitud de auténtica amabilidad, afecto y empatía, estamos sembrando el campo de nuestra felicidad presente y futura.

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«Un hombre orgulloso rara vez es agradecido, porque piensa que todo se lo merece.»

Henry Ward Beecher (Orador y clérigo congregacionalista norteamericano)

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Los amigos, familiares, personas que nos rodean, etc., deben ser también objeto de gratitud; pues aunque ellos no sean conscientes de ello, si prestamos atención, pueden ayudarnos a mejorar y crecer espiritualmente, a veces con actitudes aflictivas que nos ponen a prueba y que hemos de saber interpretar para convertirlas en herramientas de apoyo al crecimiento de nuestras fortalezas internas. Cuantas veces una relación familiar difícil se convierte en una prueba de fortaleza, resignación y abnegación.

Siempre que sepamos bien interpretar el papel que cada uno de nosotros ocupamos, cual es nuestro compromiso, y la mejor forma de actuar ante las leyes divinas en lo tocante a las relaciones con nuestros familiares de la tierra, podremos aprovechar la experiencia para progresar internamente. Una veces aceptando humildemente las relaciones difíciles, las pruebas aflictivas con nuestros seres queridos, siendo ejemplo de resignación, de consuelo, de esperanza, apoyando siempre, y agradeciendo siempre a Dios la dificultad de las pruebas que nos ha puesto en el camino, pues comprendemos que no sólo son necesarias para nuestro progreso y desarrollo espiritual, sino también para aquellos que junto a nuestro lado han venido a experimentar y vivir estas situaciones.

En otras ocasiones ocurrirá justo al contrario, aceptando y agradeciendo la ayuda que nos brindan, la mano amiga que nos sujeta ante la desesperación, el amor entregado y sin retribución con que nos tratan aquellos que nos aman, aquellos que nos quieren y que sufren por nosotros ante nuestra ceguera espiritual, ante nuestras tendencias auto destructivas, ante nuestra ignorancia sobre la vida y su trascendencia. Es tanto lo que la vida nos ofrece que solamente debemos «prestar atención al milagro que supone vivir», experimentar, amar y sufrir, relacionarnos y aprender constantemente.

Antonio Lledó Flor

©2015, Amor, paz y caridad

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«Acrecentar la gratitud sobre los hechos buenos del pasado intensifica los recuerdos positivos, y aprender a perdonar ofensas de épocas anteriores reduce la amargura que impide la satisfacción»

Libro:»La Auténtica Felicidad» – Dr. Martin Seligman (Fundador de la Psicología Positiva, Presidente de la A. Psicológica Americana)[/infobox]

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