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Katie King y William Crookes |
En una carta que escribí a este periódico a principios de febrero último, hablaba de los fenómenos de formas de espíritus que se habían manifestado por la mediumnidad de Mlle. Cook, y decía:
“Que los que se inclinan a juzgar con dureza a Mlle. Cook suspendan su juicio hasta que yo presente una prueba cierta que creo será suficiente para resolver la cuestión. En este momento Mlle. Cook se consagra exclusivamente a una serie de sesiones a las cuales no asisten más que uno o dos amigos míos y yo. He visto lo bastante para convencerme plenamente de la sinceridad y honradez perfectas de Mlle. Cook, y para darme entera lugar a creer que me serán cumplidas las promesas que Katie me ha hecho tan libremente”.
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Katie y Dr. Gully |
En aquella carta describía un incidente que,a mi entender, era muy propio para convencerme de que Katie y Mlle. Cook eran dos seres materiales distintos. Cuando Katie estaba fuera del gabinete, de pie delante de mí, oí un sonido plañidero que venía de Mlle. Cook que estaba en el gabinete. Tengo la satisfacción de decir que al fin he obtenido la prueba absoluta de que hablaba en la carta antes mencionada.
Por de pronto, no hablaré de la mayor parte de las pruebas que Katie me ha dado en las numerosas ocasiones en que Mlle. Cook me ha favorecido con sesiones en mi casa, y no describiré más que una o dos de las que recientemente han tenido lugar. De algún tiempo a esta parte hacia yo experimentos con una lámpara fosfórica consistente en una botella de 6 u 8 onzas, que contenía un poco de aceite fosfórico y que estaba sólidamente tapada. Tenía motivos para esperar que, a la luz de esta lámpara, algunos de los misteriosos fenómenos del gabinete podrían hacerse visibles, y Katie también por su parte esperaba el mismo resultado.
El 12 de marzo, durante una sesión en mi casa y después que Katie hubo andado por en medio de nosotros y nos hubo hablado por algún rato, retiróse detrás de la cortina que separaba mi laboratorio, donde estaban sentados los concurrentes, de mi biblioteca que temporalmente hacia las veces de gabinete. Al cabo de un instante volvió a la cortina y me llamó así diciendo: “Entrad en el cuarto y levantad la cabeza de mi médium, que se ha caído al suelo”.
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William Crookes |
Katie estaba entonces delante de mí, vestida con su traje blanco habitual y con su turbante en la cabeza. Dirigéme inmediatamente a la biblioteca para levantar a Mlle. Cook, y Katie dio algunos pasos hacia un lado para dejarme pasar. En efecto, Mlle. Cook se había deslizado en parte del canapé y su cabeza colgaba en una posición penosa. Volví a colocarla en el canapé y al hacer esto tuve la viva satisfacción de convencerme, a pesar de la oscuridad, de que Mlle. Cook no iba vestida como Katie, sino que llevaba su traje habitual de terciopelo negro, y se encontraba en un profundo letargo. No habían transcurrido más de tres segundos entre el momento en que vi a Katie delante de mí vestida de blanco, y en el que levanté a Mlle. Cook sobre el canapé sacándola de la posición en que se encontraba.
Volviendo a mi punto de observación, Katie apareció de nuevo, y dijo que pensaba podérseme mostrar al mismo tiempo que su médium. Bajóse el gas, y ella me pidió mi lámpara fosfórica. Después de haberse mostrado a su luz durante algunos segundos, volvióla a poner en mis manos diciendo: “Ahora entrad y venid a ver a mi médium”. La seguí de cerca a mi biblioteca y, a la luz de mi lámpara, vi a Mlle. Cook descansando encima del sofá exactamente como yo la había dejado. Miré a mi alrededor para ver a Katie, pero ésta había desaparecido. La llamé y no recibí contestación.
Volví a mi sitio y Katie reapareció en breve, y me dijo que todo aquel tiempo había estado de pie junto a Mlle. Cook. Preguntó entonces si podría ella ensayar un experimento, y tomando en mis manos la lámpara fosfórica, pasó detrás de la cortina, suplicándome que por el momento no mirase al interior del gabinete. A los pocos minutos me devolvió la lámpara, diciéndome que no lo había podido lograr, que había agotado todo el lívido del médium, pero que lo volvería a probar. Mi hijo mayor, un muchacho de 14 años, que estaba sentado enfrente de mí, en una posición tal que podía ver lo que pasaba detrás de la cortina, me dijo que había visto distintivamente la lámpara fosfórica flotar por el espacio por encima de Mlle. Cook e iluminándola mientras estaba tendida inmóvil en el sofá, poro que no había podido ver quién sostenía la lámpara.
Paso ahora a la sesión verificada ayer noche en Hackney. Jamás Katie se había aparecido con tanta perfección; durante cerca de dos horas se paseó por la habitación, hablando familiarmente con los circunstantes. Varias veces cogió mi brazo mientras andaba, y la impresión producida en mi espíritu de ser una mujer viva la que estaba a mi lado, y no un visitante del otro mundo, esta impresión, digo, fue tan fuerte, que se hizo casi irresistible, la tentación de repetir un experimento reciente y curioso.
Pensando, pues, que, si no era un espíritu el que tenía a mi lado, era cuando menos una señora, le pedí permiso para cogerla en mis brazos, para permitirme comprobar las interesante observaciones que un experimentador atrevido había dado a conocer recientemente de un modo algo prolijo. Otorgóseme graciosamente este permiso, y de consiguiente me serví de él convenientemente, como todo hombre bien educado lo habría hecho en parecidas circunstancias. De fijo que Mr. Volchman se alegrará de saber que puedo corroborar su aserción de que el “fantasma” (que, por lo demás, no opuso resistencia alguna) era un ser tan material como la misma Mlle. Cook.
Pero lo que sigue demostrará cuán mal hace un experimentador, por cuidadosamente hechas que puedan ser sus observaciones, en aventurarse a formular una conclusión importante cuando las pruebas no estén en cantidad suficiente. Katie dijo entonces que aquella vez se creía capaz de dejarse ver al mismo tiempo que mademoiselle Cook. Yo bajé el gas, y luego con mi lámpara fosfórica penetré en la pieza que servía de gabinete. Mas antes había suplicado a un amigo que es hábil taquígrafo, que anotase todas las observaciones que pudiese yo hacer mientras permanecía en aquel gabinete, porque conozco la importancia que se da a las primeras impresiones, y no quería fiar en mi memoria más de lo necesario. En este momento tengo sus notas a la vista.
Entré con precaución en el aposento, estaba oscuro y busqué a tientas a Mlle. Cook, a quien encontré agachada en el suelo. Arrodillándome, dejé entrar el aire en mi lámpara, y a su claridad, vi a aquella joven vestida de terciopelo negro, cual lo estaba al principiar la sesión y con todas las apariencias de una completa insensibilidad. No se movió cuando cogí su mano y puse la lámpara tocando casi con su rostro, continuando su respiración tranquila.
Levantando la lámpara miré a mi alrededor y vi a Katie de pie junto a Mlle. Cook y detrás de ella. Iba vestida con un ropaje blanco y flotante cual la habíamos ya visto durante la sesión. Teniendo una de las manos de Mlle. Cook en la mía, y arrodillándome todavía mejor, levanté y bajé la lámpara, tanto para iluminar la figura toda de Katie, como para convencerme plenamente de que veía realmente a la verdadera Katie, a la que algunos minutos antes había estrechado en mis brazos, y no el fantasma producido por un cerebro enfermo. Ella no habló, pero movió la cabeza en señal de conformidad. Por tres veces distintas examiné cuidadosamente a mademoiselle Cook agachada delante de mí, para asegurarme de que la mano que tenía cogida era realmente la de una mujer viva, y por tres veces consecutivas dirigí mi lámpara hacia Katie para examinarla detenidamente, hasta que no me cupo ya la menor duda de que era a ella a quien tenía delante. Al fin Mlle. Cook hizo un ligero movimiento y en seguida Katie me hizo seña de que me fuera. Me retiré a otro punto del gabinete y entonces dejé de ver a Katie, pero no abandoné la habitación hasta que Mlle. Cook se hubo despertado y dos de los asistentes hubieron penetrado allí con luz.
Antes de terminar este artículo deseo dar a conocer algunas de las diferencias que he observado entre Mlle. Cook y Katie. La estatura de Katie es variable: en mi casa la he visto seis pulgadas más alta que Mlle. Cook. Anoche, yendo descalza y sosteniéndose no mas que en la punta de los pies, tenía cuatro pulgadas y media más que Mlle. Cook. Anoche Katie tenía el cuello descubierto, y su piel era perfectamente suave al tacto y a la vista, mientras que Mlle. Cook tiene en el cuello una cicatriz que, en tales circunstancias se ve distintamente y es rudo al tacto. Las orejas de Katie no están agujeradas, mientras que Mlle. Cook suele llevar pendientes. El cutis de Katie es muy blanco, mientras el de Mlle. Cook es muy moreno. Los dedos de Katie son mucho más largos que los de Mlle. Cook, y su rostro es también mayor. Hay igualmente diferencias muy marcadas en las maneras y modo de expresarse de una y otra. La salud de Mlle. Cook no es lo bastante buena para permitirle dar, antes de algunas semanas, otras sesiones experimentales como éstas, y en su consecuencia la hemos invitado expresivamente a tomar un descanso completo antes de volver a empezar la campaña de experimentos de que, por causa de ella, he dado un resumen y de que, en época no lejana, espero poder dar a conocer los resultados.
WILLIAM CROOKES